ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A LA COREOGRAFA ALEMANA ANGIE HIESL
El arte como espacio público
La artista propone, en el marco del Festival de Teatro Mercosur, una curiosa performance que “descontextualiza” para poder reflexionar.
› Por Cecilia Hopkins
Desde Córdoba
Nacida en una pequeña ciudad cercana a Munich, la coreógrafa y directora de performances Angie Hiesl vivió en Lima entre los 6 y los 10 años, de manera que, como afirma en la entrevista con Página/12, “una parte de mi alma pertenece a Sudamérica”. La artista está presentando, en el marco del Festival Internacional de Teatro Mercosur, X-veces gente silla, performance que hace cinco años ganó en su país un importante premio consagrado al arte en espacios públicos. Su propuesta consiste en una instalación plástico-teatral centrada en el tema de la tercera edad: sobre las fachadas de diversos edificios céntricos (Hiesl eligió la zona aledaña al Cabildo de la ciudad) es amurada una serie de sillas de acero ubicadas entre 3 y 6 metros de altura, en las cuales están sentadas personas de entre 60 y 80 años, que realizan actividades cotidianas. Allí permanecen durante una hora sin hablar, porque a la directora la imagen le parece más elocuente que la palabra, en tanto “sucede un contrapunto entre el silencio de los actores y el ruido de la calle”.
El singular elenco está conformado por performers de Colombia, Holanda y Alemania. La muestra, que se estrenó ayer, forma parte del proyecto artístico que Hiesl desarrolla desde los años ‘80, utilizando procedimientos del arte escénico y las artes visuales ubicando, en todos los casos, a la figura humana junto a su entorno urbano característico, con la idea de propiciar una reflexión social. Estrenada en su país de origen, la performance “viaja” desde hace 9 años por Europa y Latinoamérica, despertando las más variadas reacciones. Años atrás, en la ciudad alemana de Colonia, la artista presentó una performance sobre la temática de la identidad, bajo el puente que cruza el río Rheno, en un espacio de unos 3000 metros cuadrados. Hiesl trabajó con parejas de mellizos que danzaban, tocaban instrumentos o permanecían inmóviles en actitudes cotidianas, también instalados a unos metros por sobre las cabezas de los espectadores. En un caso particular, la imagen de dos mellizas se difuminaba sobre la gran fotografía que mostraba una de las parejas de gemelos sobre los cuales el médico nazi Joseph Mengele supo realizar sus experimentos. “En Alemania se habla mucho de esa época –destaca la artista–, creo que se ha superado la etapa en la que se silenció todo lo vivido durante la guerra: hay muchas películas y documentales para la televisión con entrevistas a sobrevivientes de los campos de concentración y hay mucha información en las escuelas sobre nuestra historia, que ha sido muy cruel”, concluye.
Bajo la consigna de “descontextualizar para reflexionar”, la vida en familia es otro de los temas que elige Hiesl para elaborar sus “performances ambientales”, con la idea de retratar el cambio en los modelos tradicionales de vida familiar: “la gente elige vivir sola o se casa nuevamente incorporando nuevos integrantes o se forman familias gay, de manera que el grupo familiar de antes –compuesto por el papá, la mamá y los hijos– ha ido transformándose en los últimos tiempos”, describe.
–¿Cómo es la vida de la gente de la tercera edad en Alemania?
–En mi país –y creo que se trata de una tendencia globalizada– hay un gran desajuste entre la gran cantidad de ancianos que viven de su seguro social, tanto estatal como privado, y la poca cantidad de gente que está en actividad y que realiza aportes. Esto genera una gran preocupación, porque la gente vive cada vez más tiempo, y esto se nota en la economía del sistema. Por eso preocupa la pregunta acerca de cómo asegurarse en un futuro.
–¿De qué manera se da la inserción social de este grupo?
–Antes, las generaciones convivían naturalmente. Pero ahora, en Europa, la tercera edad está dejada de lado: la juventud, la vitalidad, la velocidad, son valores muy tenidos en cuenta. Por eso, esta instalaciónes, para mí, un homenaje a los ancianos. Es la exposición de un ser humano individual rodeado de su contexto urbano que descubre, a la vez, una nueva perspectiva al transeúnte que percibe con otros ojos los lugares por donde pasa todos los días.
–¿Cuál es la reacción de la gente?
–Hay reacciones de todo tipo, muy diferentes. A veces, hay gente que les grita cosas a los performers, esperando que ellos les contesten. Pero la mayor parte del público toma con humor la propuesta de esta instalación, porque entiende su sentido absurdo, surreal. Sólo algunos pocos se han molestado en Europa por la rareza de ver a gente sentada que lustra sus zapatos, escribe, lee, corta pan... o despluma un pollo.