Lun 26.01.2004

ESPECTáCULOS  › TERMINAN “SOY GITANO” Y “COSTUMBRES ARGENTINAS”

Esperando el tiro del final

Las tiras de Telefé y Canal 13 llegan al fin más pendientes de cuestiones de producción que de las exigencias de guión: un signo de época.

› Por Emanuel Respighi

Es extraño lo que sucedió con Soy Gitano y Costumbres argentinas, pero responde a la lógica actual de la TV. Desde que las productoras independientes irrumpieron en el universo catódico, nada es como era. Una de las modificaciones más bruscas la sufrieron los autores, quienes vieron cómo, poco a poco, fueron perdiendo su lugar en la industria a manos de los productores. Dueños absolutos de cuanto ciclo vea la luz, los productores no se limitan a financiar los programas: también digitan los libros celosamente, “aconsejando” a los guionistas que ven cómo su trabajo se va desvaneciendo. Así, las “novelas de autor” de otro tiempo se convirtieron tácitamente en “novelas de productor”. La arbitraria extensión en el final de Costumbres argentinas y de Soy gitano son claros ejemplos de cómo los guionistas se deben adaptar a los intereses de la industria, resignando calidad y consistencia en la historia que cuentan. Bienvenidos al reino de los productores, entonces.
¿Existe en la historia de la TV argentina alguna telenovela o tira que hayan terminado su temporada anual en pleno verano? ¿Y ejemplos de ficciones, que por cuestiones contractuales, hayan finalizado la historia utilizando en los últimos dos meses a la mitad del elenco? De ahora en más, esas extrañas características son potestad de Costumbres argentinas y Soy gitano, los ciclos que esta semana culminan sus extensas e intrincadas historias. El primero en despedirse del público será el programa de Telefé (esta noche se emite el capítulo final), mientras que el surrealista culebrón del 13 lo hará el próximo viernes. Dos finales deslucidos, esclavos de la industria.
Costumbres argentinas sufrió dos hechos relacionados que desencadenaron cambios profundos en la historia. En primer lugar, la confirmación de que la tira se extendería hasta fines de enero y no hasta el 23 de diciembre como estaba previsto originalmente. Esa modificación, sumada a los compromisos adquiridos para el verano de varios actores, llevó a que el programa producido por Ideas del Sur finalizara únicamente con el elenco juvenil. “La noticia nos llegó como hecho consumado”, admite Lorenzón. “Hubo que reformular la historia y los conflictos, tornando a la comedia un poco más culebronesca. En la Argentina estamos acostumbrados a los formatos abiertos, a los cambios de último momento. Estamos entrenados: hasta unos meses antes, nunca sabemos cuándo van a terminar los programas”, señala. Y se resigna a la dura realidad: “Los cambios y las contramarchas los sufrís en el primer programa que hacés, pero después te adaptás porque te das cuenta que es parte del negocio”.
En el mismo sentido, en Soy gitano ya no hay artilugio que aguante. Muertos que resucitan, conflictos que nunca acaban, increíbles secretos que salen a la luz en un abrir y cerrar de ojos... Nada parece definitivo. “En el programa siempre hubo mucho conflicto, fue siempre un culebrón caótico”, se defiende Marcos Carnevale, coautor del ciclo junto a Marcela Guerty. “De hecho, creo que ahora hay muchos menos, porque hay menos personajes: muchos se murieron y no resucitaron. Acá se trabaja con una especie de Biblia a la que se le van probando cosas. En el exterior, en cambio, los guiones son más rígidos porque se trabaja de movida para el mercado internacional”, explica el autor, que señala que ellos ya sabían desde septiembre que el final se iba a extender hasta febrero.
“En Argentina, el programa de autor hace rato que no existe”, dispara Lorenzón. “Los productores dicen que son ellos los que hacen los ciclos, pero en realidad un ciclo lo hace un libro. Los programas que no tienen libros consistentes no se sostienen. Lo que hay que entender es que cuanto más tranquila tenga la cabeza el autor, mejor saldrá el programa. Es indispensable que tanto el trabajo del productor como el del autor caminen de la mano por el mismo carril. Pero cada uno en su rol. El autor sin el productor también está perdido. Pero en estos tiempos pareciera que los productores no reconocen que sin el autor sus productos están condenados al fracaso”.

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