Lun 26.01.2004

ESPECTáCULOS  › EL CHAQUEÑO PALAVECINO, FIGURA CENTRAL DEL ARRANQUE DE COSQUIN

Como una Coca Sarli del folklore

El hombre del sombrero y la sonrisa gardeliana le puso color y sobre todo calor a la primera luna del festival, seguida por 8 mil asistentes que incluyeron a varias damas encendidas por el discurso erótico del Chaqueño.

› Por Karina Micheletto

Desde Cosquín

Con mayor afluencia de público que las dos ediciones anteriores y con una ayudita de la promocionada reactivación turística pos devaluación, la 44ª edición del Festival Nacional de Cosquín arrancó con viento a favor. El Chaqueño Palavecino fue la figura que garantizó que la primera noche hubiera más de ocho mil personas esperándolo hasta que llegara su actuación, sobre las dos de la mañana. El sábado, los organizadores se equivocaron al dar por descontado que el turismo de fin de semana de la zona alcanzaría para llenar la plaza. Sin ningún número hitero, los blancos en las butacas se hacían notar. Aun así, el ánimo de este Cosquín es mejor que el de las dos últimas alicaídas ediciones, y los alrededores de la plaza se transforman todas las noches con su ritmo característico.
Desde el viernes a la tarde, cuando el público festivalero comenzaba a llegar poco a poco, la ciudad del Valle de Punilla comenzó a tomar, como todos los años, los particulares colores de la fauna coscoína que la puebla todos los años, como una ciudad tomada durante diez días. Gente de todas las edades cargando sus instrumentos, paradas obligatorias en las confiterías que rodean la plaza, zapadas espontáneas que por la tarde van preparando el clima que se extenderá esa noche hasta el amanecer. Muchos siguen buscando infructuosamente un lugar dónde parar a un precio razonable, algo difícil de conseguir por estos días en Cosquín, y los campings van llenándose de carpas cada vez más pegadas unas con otras.
Las peñas que rodean a la plaza principal, cada una con su estilo y programación distintivos (desde las más tradicionalistas hasta las que invitan a un buen número de jóvenes a bailar hasta el amanecer), son los espacios de encuentro en los que fluye naturalmente el espíritu que anima al festival. De paso, también desempeñan una de las funciones principales de Cosquín, que nunca termina de cumplir del todo el escenario principal: servir de vidriera privilegiada y de escenario de lanzamiento a los nuevos valores de todo el país, reunidos con un gran esfuerzo personal. Son muchos los artistas que ahorran todo el año para poder estar aquí, y las peñas sólo les ofrecen a cambio de su actuación la comida y, con suerte, el alojamiento, además de la posibilidad de mostrarse.
Esta vez hay menos peñas que en años anteriores, quizá por el aumento del canon que deben pagar a la Comisión de Folklore (3500 pesos, más el resto de los impuestos). Oficialmente hay seis: La del Dúo Coplanacu, la de Los Carabajal, la de Facundo Toro, la del festival manejada por Jorge Rojas, de Los Nocheros, Quita Penas, en el Club Independiente, y el Club de Ajedrez. A estas hay que sumarles alguna otra como el Bunker sachero del santiagueño Duende Garnica (la más under), y los bares, confiterías y piringundines varios que todas las noches se transforman en peñas más o menos improvisadas. La mítica confitería La Real, por ejemplo, es una de las más tradicionales por la rica historia de personajes fundamentales que pasaron por allí. Los balnearios sobre el río Cosquín también se transforman en peñas vespertinas, no menos entusiastas. En el Azud Nivelador, en La Toma o el Onofre Marimón, todas las tardes se programan grupos de música y de danza en escenarios junto al río.
La programación de la plaza para esta noche ofrece como platos fuertes a León Gieco, Raly Barrionuevo, Abel Pintos, Domingo Cura junto a Los Cunumí y la coplera salteña Mariana Carrizo, entre otros. El próximo domingo se agregó una noche de gala, comandada, nuevamente, por el Chaqueño Palavecino. ¿Qué tiene este cantante de sombrero de ala ancha y sonrisa gardeliana que gusta tanto? En la noche inaugural mostró cuán fácil le sigue resultando mantener al público, como se dice, “arriba”, aunque sean casi las cuatro de la mañana. El Chaqueño conoce bien su target y les habla a las señoras, les hace chistes sobre el marido, les cuenta de pasiones que pocas se atreverían a concretar. “De tu boca mordí la manzana carmín del deseo y la tentación”, las hace imaginar. “Anhelante como un puma entre las sombras, desgajé tu cuerpo entero con mis besos, y atrapado por las lunas de tu pecho, por el cálido gemido de tu voz. Y montados en el potro del deseo, sin frontera por la noche galopamos, y nos vio la madrugada con ojeras, desvelados, diciéndonos adiós”, les relata. “Amor salvaje, como una selva tropical nos incendiamos”, las invita a la metáfora. Como una Coca Sarli del folklore versión masculina, lo suyo es el estilo romántico explícito, incontinente, lujurioso y casi lascivo, con selvas tropicales y ríos caudalosos como locaciones ideales de las fábulas que describe.
Ellas se quedaron hasta casi las cuatro de la mañana sólo para verlo a él, para agitarle encendidas sus pañuelos, para mostrarle y mostrarse que tranquilamente podrían ser protagonistas de esas historias un poco chanchas que escuchan. Una chica le gana a los de seguridad, se sube al escenario, le estampa un beso y vuelve a describirlo a la platea como un gol de media cancha. Otras, que no logran pasar el cerco, le tiran en la cara el arroz Susarelli que reparten las promotoras, acertando al ojo. Las groupies del Chaqueño Palavecino, queda claro, son de cuidar.

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