ESPECTáCULOS
“México fue una elección natural”
De paso por Buenos Aires, el “Negro” García López cuenta por qué decidió irse al DF, donde “se puede vivir bien de la música”.
› Por Roque Casciero
Lunes a la noche en un bar de Condesa, una zona tipo Palermo Hollywood del Distrito Federal mexicano. El lugar está poblado de argentinos que vienen a ver a un compatriota con su banda. “Negro, tocate una de Pappo”, “Una de Charly, Negro”, se escucha desde arriba del escenario. Y el Negro les da el gusto, mientras revolea sus rulos, la mirada perdida durante un solo punzante y veloz. Se trata de Carlos García López, guitarrista de inspiración y aspecto hendrixianos, con larga trayectoria en el rock argentino. Asomó con La Torre a principios de los 80 y después pasó por las bandas de Miguel Mateos y Charly García, hasta que decidió plantarse con su propio proyecto, la García López Band. En 1993 grabó un disco con mucho blues y rocanrol, Da Cruz, pero al poco tiempo regresó a la banda de Charly, entonces bautizada Los Enfermeros. Tras su nueva partida del lado de quien considera “el más grande”, hizo algunos intentos de volver a grabar, pero finalmente se radicó en México. “A fines de 1999 sentí que necesitaba un cambio, probar cosas nuevas. Y el DF me había alucinado cada vez que iba, así que fue una elección natural”, sostiene el guitarrista.
De paso por Buenos Aires para visitar a la familia, García López habla sin prisa de su nuevo proyecto de allá, que se parece bastante a uno viejo de acá: un trío de guitarra, bajo y batería, al que ahora acopló unos teclados. “Estamos terminando el disco, supongo que a fines de febrero lo tendremos listo”, afirma. “Me gustaría poder publicarlo también acá, porque mi idea es ir y volver, siempre con la música. Ahora no hago tanto blues, es una onda más Audioslave, que es algo que allá no hay. Ni tampoco existen guitarristas que toquen con un estilo como el mío, así que les llama mucho la atención.”
La última vez que Fito Páez pisó el DF, le prometió a García López una canción para su disco. Y el guitarrista se ilusiona con que su amigo Charly también le entregue alguna composición. A propósito, el reencuentro entre los dos Garcías fue el 24 de diciembre del año pasado, en una zapada en el Roxy. “Llegué a las 5 y media de la mañana, ¡y recién iban por el tercer tema! Terminamos de tocar a las 8. Cuando lo cuente en México no van a entender nada”, se ríe el guitarrista, y se pone a repasar todo lo que extraña viviendo lejos de su país: “Tuve la suerte de viajar mucho y siempre dije que Buenos Aires no tiene contra. Allá la vida social es muy distinta, como mucho se toca a la una de la mañana. Y acá están los amigos, la familia... Hasta extraño el olor a pizza de cuando camino por el centro”.
A fines del 99, cuando llegó al DF, García López se instaló en la hermosa y antigua colonia (barrio) de Coyoacán, dominado por una plaza rodeada de antros (bares), una iglesia varias veces centenaria y museos para todos los gustos. “Una amiga italiana me llevó a conocer Coyoacán cuando viajé con Charly en el 89, y me enamoré de ese lugar. Es que es una zona súper bohemia, está llena de artistas, y la arquitectura es alucinante. Algo que me asombró de México es que hay música en todos lados: entrás a comer a un bar y hay alguien tocando, en las plazas siempre hay bandas”, asegura García López.
Apenas instalado en México, el músico se puso a dar clases de guitarra “que además de ser un buen laburo, mantiene aceitados los dedos” y acompañó a un par de cantantes, hasta que se aburrió. “Si yo dejé de tocar con Charly, que es el más grande, no fue para hacerlo con otros sino para generar mi propia música”, afirma. “Por eso armé mi banda y me dediqué con todo a hacer el disco. Otra de las diferencias que hay entre Buenos Aires y el DF es que allá se puede vivir bien de la música. Antes de irme hacía como mucho dos shows por mes, ahora hago por lo menos cuatro. Tocamos en bares para trescientas personas y siempre va mucha gente, porque hay público para todos los estilos”. Y al final se envalentona, a pesar de que no sube el tono: “Pagué mi derecho de piso, no tuve ningún problema en hacerme de abajo, pero ahora quiero ir por más”.