ESPECTáCULOS
› LA INDUSTRIA DE LOS PAPARAZZI EN PUNTA DEL ESTE
Los secretos de una primicia
Es la época más caliente del año y las revistas lo aprovechan al máximo. Las tácticas, hábitos y batallas de los reporteros gráficos en Punta permiten conocer
el otro lado de las notas fotográficas más vendedoras del verano.
› Por Julián Gorodischer
Desde Punta del Este
El esfuerzo valió la pena: la viene siguiendo desde la Barra de Montoya, a todo lo que da; despistó a la competencia, se enterró en la arena, esperó sin respirar, preparó la lente, y se entregó a un extraño rezo: “Diosito, diosito mío, ponémela en bolas”. Abre los ojos y la ve desnuda. “Dios me escuchó –dice Fabián Uset, el fotógrafo que consiguió la exclusiva del verano: Nicole Neumann corneando en la playa–, ella se había sacado el corpiño, estaba boca abajo, y el tipo le besaba la cola. El se quedó con la cabeza entre las piernas.” El sexo playero no excita al fotógrafo, un verdadero apóstol de la causa: robar imágenes, cazarlos al vuelo cuando huyen, o seguirles el juego cuando se desnudan o se tocan en busca de promoción. El tipo se quema al rojo vivo en las arenas de Punta, y después escucha el ruego del famoso en cuestión:
–No la publiques, por favor, me arruinás la vida –de parte de Nicole, aturdida–. ¿Desde cuándo me venís siguiendo? ¿Cuánto viste?
–Todo, vi todo –responde Uset, con la semi sonrisa del objetivo cumplido. No habrá oferta de dinero que interrumpa el proceso productivo: el rollo se está yendo a la Editorial Atlántida, y él le escupe a la rubia su moraleja, su pequeña lección que invierte por un rato las jerarquías. Si ella suele arrastrar al paparazzo a guardias imposibles bajo el sol de mediodía, lo ignora, lo espanta con la manito como a moscas, ahora es tiempo de llorar desconsoladamente. Después escucha, obligada, el sermón: “Es un juego, vos te escondés; yo trato de encontrarte”. ¡Bingo!
–Esa foto fue la pegada del verano, el premio mayor del paparazzo...
–Yo estaba preocupado porque no quería que me vieran el coche. Le pedí a la cronista que viniera a sacarlo para que no me siguieran otros fotógrafos. Era fundamental que no saliera en otro medio. Y mientras, sin darme cuenta, me iba enterrando cada vez más en la arena, tenía medio cuerpo adentro. Los que nos ven desde afuera piensan que tenemos suerte de estar todo el día en la playa. ¡Te quemás vivo!
–El mérito es cazar a la famosa, pero además hacerlo solo.
–Claro. Si yo veo que hay otro fotógrafo, pincho la nota. Le aviso a la mina que se cubra. Le grito: Nicole, Nicole. Se pudrió todo. ¿Con diez años de profesión, te mandás esta cagada?, me reclamó un colega cuando desarmé la escena. Pero yo lo hice porque si me lo hacen no me importa.
Entre los enviados surge un extraño vínculo: solidaridad entre colegas que comparten comidas y datos, pero también el secreto del que lo quiere para él solo. Una tapa es una tapa, y tendrá valor en tanto no la tenga el de al lado. Los amigos se despistan, estacionan para dar la idea de una guardia estática, y después salen al pique hasta José Ignacio para cazar a los famosos en “la cumbre”, esa foto que reunió a Adrián Suar, Nicolás Repetto, Leticia Brédice y Charly García en el mismo plano. Son, dicen, las reglas del juego. “La competencia es brava –admite Martín Rodríguez, de Editorial Perfil–; hay tres revistas compitiendo por el mismo material. Es el momento más estresante del año, y en el que más revistas se venden.”
Para ganar, hay que ser un estratega: el tipo diseña cada día el plan de acción, consulta a los “trapitos” (los que estacionan autos de famosos), da la vuelta al perro desde Solanas a la Barra, siempre camuflado, con la cámara en el bolso y hasta una sombrilla que les dé apariencia de turista familiero. Sabe bien lo que está buscando, esas perlitas que se recompensan con buena paga o mejor cargo: un topless, un beso robado pero, ante todo, “carne, piel, mucha piel en el verano –dirá Alejandro Carra, de Editorial Atlántida–; una pareja caminando por el bosque, con pantalón y buzo, no cotiza tanto”. El fotógrafo imagina lo que diría el amigo que se quedó en Buenos Aires, calcinado en el microcentro: “¡Qué hijo de puta, las minas que había!” Hace su trabajo pensando en calentarlo, hurgando entre bikinis hasta dar con el estándar: la piel bronceada con gotitas , la tela corrida dejando ver... Con suerte, irá a la tapa.
Siempre cotiza la prenda corrida, ese estado alterado de la ropa, que se desplaza de su cauce natural. Si la foto urbana sitúa cada cosa en su lugar, la de verano impone nuevas prioridades: que se desanude el bretel, que se vea el huevo de Neustadt (en una histórica de Caras), que se salga el peluquín de Alejandro Romay (¡Uset lo hizo!), o la teta de Flavia... Pero que, en cualquier caso, algo se mueva de donde debía estar. El cuerpo de verano está un poco sucio, húmedo y rebelde. Siempre será mejor recibida la hazaña del paparazzo que el preciosismo de una producción arreglada. Aquí reina la “naturalidad”, ese estado del ser que los concibe como “no querían salir en la foto”. “Uno tiene prioridades –dice Ramiro Souto, de la revista Pronto–. Conseguir un topless, una nueva pareja, algún personaje difícil. O tenerlo a Charly saliendo del mar cual garza desgarbada, jugando con los perros de Faena.”
–A usted no le fue mal: consiguió la exclusiva de Inés Estévez haciendo topless en Cabo Polonio. Ni en el fin del mundo pueden estar tranquilos.
–Te largás, te arriesgás.... Planeás una estrategia, salís a la mañana temprano, recorrés un lado de la playa, después el otro. La encontré en el bar, la vi en su casa, deduje por dónde bajaría. Me instalé como si fuera un veraneante, camuflé el equipo. No me quiero imaginar las reacciones.
Ninguno es ingenuo: conocen de memoria los tics y los secretos de los famosos, aprendieron a detectar contradicciones, a escuchar el sentido detrás de sus respuestas correctas. Ninguno se siente un verdadero gladiador: saben que en Punta toda fuga es un juego de escondidas que, en el fondo, apunta a dar difusión. “Es un negocio –asume Alejandro Carra–. Con una foto en topless, la mina sigue vigente. Hoy en febrero te estás acordando de las tetas de Flavia que aparecieron en diciembre. Es una ecuación simple, y los famosos la conocen bien: si no querés que te encuentren, no te encuentran.”