Sáb 14.02.2004

ESPECTáCULOS  › HOY SE CONOCERAN LOS GANADORES DEL FESTIVAL DE BERLIN

En la recta final, dos candidatas

Triple Agent, de Eric Rohmer, y Ae fond kiss, lo nuevo de Ken Loach, prestigiaron cerca del cierre una competencia oficial muy irregular.

› Por Luciano Monteagudo

Dos nuevos contendientes de peso se sumaron ayer al último tramo de la competencia de la Berlinale, que hoy anuncia sus premios. Se trata de los films más recientes del francés Eric Rohmer y del inglés Ken Loach, que añadieron sus nombres a una programación desequilibrada, en la cual los títulos más esperados llegaron casi sobre el final de la muestra.
Triple Agent es otra incursión de Rohmer en el cine de época, después de La dama y el duque, en lo que ya se puede interpretar como una nueva serie en la obra del director los Cuentos morales y los Cuentos de las cuatro estaciones, los dos grandes grupos de films que componen el corazón de la filmografía de uno de los padres fundadores de la nouvelle vague.
Como en su película inmediatamente anterior, se trata de una nueva tragedia histórica sobre episodios que existieron realmente y en la que los personajes tienen unas convicciones políticas por las que arriesgan sus vidas. El escenario vuelve a ser París, pero ahora en 1936, con el triunfo del Frente Popular, rodeado por la consolidación del nazismo en Alemania, el fortalecimiento del stalinismo en la Unión Soviética y la inminencia de la Guerra Civil en España. En ese marco, Fiodor, que fue general del ejército zarista y ahora en el exilio trabaja para los denominados “rusos blancos”, ferozmente anticomunistas, vive con su mujer Arsinoé, una pintora griega. La vida los ha recluido en un pequeño studio sin muchas comodidades, pero Fiodor está demasiado absorto por su actividad política, que es cada vez más confusa a los ojos de su compañera. No entiende, por ejemplo, por qué su marido le oculta sucesivos viajes a Berlín, o por qué él, que luchó contra el Ejército Rojo, de pronto afirma que “Stalin quiere la paz, no la revolución, y la va a conseguir como sea, aun acordando con los nazis”. Se supone que Fiodor es un agente de la Rusia blanca en el exilio, pero, ¿no estará trabajando también para los nazis? ¿O para los comunistas? ¿Será posible que ese hombre gris pueda predecir aquello que luego fue el pacto nazi-soviético?
Nada más alejado del tradicional film de espías que este Triple agente de Rohmer, en el que las acciones del protagonista quedan permanentemente fuera de campo y donde sólo se pueden inferir sus maniobras a partir de su sencilla vida doméstica, de sus conversaciones con su esposa o con sus ocasionales vecinos, como si Fiodor quisiera dejar que la gran Historia con mayúsculas no contaminara la intimidad de su vida cotidiana. Pero la máquina feroz del siglo XX no se detiene y tanto él como su esposa caerán bajo el peso de esa rueda implacable. El film de Rohmer no ostenta ninguna espectacularidad. Por el contrario, es deliberadamente seco, árido, cerrado sobre sí mismo. Por lo que sus chances para algún premio parecen difíciles, más considerando que el veterano director de Cuento de otoño prefirió quedarse tranquilamente en París antes que venir a defender su nuevo opus aquí a Berlín.
Ae fond kiss, la nueva película de Ken Loach, que ayer colmó la instalaciones del Berlinale Palast, tampoco tiene nada espectacular, porque el cine del director de Pan y rosas y Mi nombre es Joe suele ocuparse de gente común, con un estilo sobrio y humilde, y éste vuelve a ser el caso. Pero a diferencia del film de Rohmer, tan reacio a hacer cualquier concesión al sentimentalismo, esta historia de amor de Loach parece hablarle de manera directa a la platea, como si su programa fuera conmover al espectador para inducirlo luego a la reflexión acerca de la intolerancia religiosa, el peso de la tradición y los choques de culturas.
Casim es un paquistaní de segunda generación, que vive en Glasgow, trabaja como DJ y sueña con tener su propia discoteca. Pero sus padres tienen otros planes para él: traerle de Pakistán una novia por encargo, por ejemplo. El caso es que Casim se enamora de Roisin, una magnífica chica escocesa, dulce y sensible, y de una gran personalidad. Y ella se enamora de Casim, y nada podría ser mejor, pero entre ellos se interponen las costumbres de la familia de él y los mandatos de la iglesia de ella. Como es habitual en Loach, no hay aquí una gran tragedia sino una sucesión de momentos dramáticos, que el director va regulando –como en Riff Raff o en La canción de Carla– con pinceladas de humor y de color local. También vuelve a contar con la ayuda de su fiel guionista Paul Laverty, cuyo trabajo consiste en interiorizarse sobre los problemas de una comunidad para luego volcarlos en una historia con intención algo didáctica, capaz no sólo de resumir esos conflictos sino también de ayudar a superarlos.
Como siempre, Loach saca el mejor partido posible de sus actores, que parecen nuevos y frescos frente a la cámara. Y a juzgar por el sólido aplauso con que concluyó la función de prensa, se puede llegar a conjeturar que el jurado seguramente también va a tener en cuenta a su película para alguno de los premios de hoy, a los que también aspira El abrazo partido, del argentino Daniel Burman. La cuenta regresiva ha comenzado...

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