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› “EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: EL RETORNO DEL REY” SE IMPONIA EN LA NOCHE DEL OSCAR
Un Rey hacia la coronación de Hollywood
Con la mayoría de los rubros técnicos ya premiados, la tercera parte de la saga basada en la novela de J. R. R. Tolkien y dirigida por Peter Jackson se aseguraba en la madrugada de hoy una colección de estatuillas. Tim Robbins y Renée Zellweger, ganadores como mejor actor y actriz de reparto, confirmaban una velada sin sorpresas, animada por el humor de Billy Crystal.
Al cierre de esta edición, la favorita de la noche de los premios Oscar de Hollywood, El señor de los anillos: El retorno del Rey, se iba imponiendo en el conteo de estatuillas, principalmente en los rubros técnicos, en una ceremonia sin sorpresas y más relajada que las de los años anteriores. “Es oficial”, dijo el animador Billy Crystal. “Ya no queda nadie en Nueva Zelanda a quien agradecerle”, en alusión a la retahíla de nombres que celebraban el triunfo del film de Peter Jackson. A su vez, Tim Robbins por Río Místico y Renée Zellweger por Regreso a Cold Mountain (de próximo estreno en la Argentina) se coronaron respectivamente mejor actor y mejor actriz de reparto, confirmando las apuestas previas que se jugaron no lejos de Hollywood, en los casinos de Las Vegas. Otro premio cantado fue para Buscando a Nemo como mejor película de animación, en un rubro en el que no tenía competidores a la vista. Todo en un clima distendido y esforzadamente alegre, que apeló a diversos números de los capocómicos del momento –Jim Carrey, Robin Williams, Ben Stiller– como si se hubiera querido evitar la noche negra que estuvo a punto de arruinar la fiesta el año pasado.
Ya lo había anticipado Angelina Jolie, a la entrada de la ceremonia, luciendo un vestido de seda que ella misma no dudó en definir de “sexy”: iba a ser “una noche feliz, porque todo el mundo está de muy buen humor”. Y lo fue, deliberadamente. Los productores del show venían trabajando desde septiembre en levantar el ánimo de la noche del Oscar y el espectáculo empezó con Billy Crystal a todo vapor.
Primero, por virtud de los efectos especiales, mezclado entre las películas más importantes de la temporada, disfrazado de hobbit, en la cima del mástil de una goleta del siglo XIX o montado arriba de un caballo de carrera. Se trataba de la supuesta “cola” o trailer de un improbable film titulado “The Return of the Host” (El regreso del anfitrión), que celebraba el regreso de Crystal al escenario del Oscar después de cuatro años de ausencia. “Sobrecargado de trabajo y mal pago”, definió dramáticamente el locutor del trailer al bueno de Billy, que no paraba de saltar de un escenario a otro, todos virtuales.
Una vez en las tablas verdaderas del inmenso Kodak Theater, de casi 2000 metros cuadrados, Crystal se dedicó a presentar todas y cada una de las cinco películas candidatas al Oscar al mejor film entonando una canción alusiva y por supuesto paródica. Fue así como se sentó en las rodillas de Clint Eastwood para cantarle una versión muy sui géneris del clásico gospel 0l’Man River, o dedicarle a Sofia Coppola una irónica relectura de Maria, de la banda de sonido de West Side Story.
El atuendo del animador era sobrio y marcó el estilo masculino dominante de la noche, que parecía denominarse “Hombres de negro”. Los men in black fueron mayoría, encabezados por el propio Crystal y seguidos por Bill Murray, Benicio del Toro y Adrian Brody, todos sobriamente ataviados con traje y corbata color petróleo, contra el clásico smoking, que anoche cayó en desgracia. Los elogios, sin embargo, se los llevó Johnny Depp, a quien Crystal definió, no sin cierta ironía, como “the sexiest man alive”.
Había rumores de que, de poder subir al escenario, Tim Robbins se iba a despachar con alguna alusión a George Bush Jr. y a una política que en otras oportunidades él ya había criticado publicamente. Pero no fue el caso. El actor de Río Místico se contentó, en cambio, con leer una larguísima lista de agradecimientos y con dedicarle el premio a su mujer, Susan Sarandon, y a sus dos hijos, que lo esperaban orgullosos en la primera fila de la platea. En todo caso, algún chascarrillo político lo puso el propio Billy Crystal, que comentó las que podrían ser las películas preferidas de algunos personajes de Washington. Por ejemplo, Hillary Clinton –sugirió Crystal– hubiera votado por Kill Bill, mientras que el secretario de Defensa Donald Rumsfeld se hubiera inclinado por Confesiones de una mente peligrosa.
Como para compensar, también se burló de Saddam Hussein y unos minutos después el mismo Crystal se puso serio, envió un saludo solemne a las tropas estadounidenses que “están diseminadas por el mundo” y le dio la entrada a Tom Hanks, con una música que recordaba a su esfuerzo bélico en Rescatando al soldado Ryan. Y Hanks a su vez rindió tributo a Bob Hope, eterno anfitrión del Oscar, fallecido el año pasado a los 100 años y uno de los más consecuentes animadores de las tropas norteamericanas durante la Segunda Guerra Mundial.
Poco antes de la medianoche argentina, aparecieron los números musicales, que fueron uno de los escasos puntos fuertes de la noche. Allison Kraus, Sting y Elvis Costello interpretaron las dos canciones nominadas de Regreso a Cold Mountain, mientras que Annie Lennox se dedicó a repetir en vivo Into the West, el tema que realza la banda de sonido de El retorno del Rey.
Unos minutos después, el Oscar honorario a la trayectoria, que suele ser un momento sensiblero y solemne, fue en este caso humorístico: el veterano director Blake Edwards, 81 años, autor de auténticos clásicos de la comedia hollywoodense, como La fiesta inolvidable y La pantera rosa, atravesó como un rayo el escenario a bordo de una silla de ruedas, le arrebató la estatuilla de las manos a su presentador, Jim Carrey, y terminó estrellándose en una pared de utilería, en un gag que se convirtió en una de las pocas sorpresas de la velada. El recuerdo emotivo quedó para Katharine Hepburn, en un clip presentado por Julia Roberts, una cabalgata de las mejores réplicas de la adorable revoltosa que resumieron una carrera que se apagó definitivamente el año pasado.
La larga noche, por cierto, había empezado mucho más temprano, en los 152 metros de la alfombra roja del flamante Kodak Theater, ubicado al lado del legendario Teatro Chino del Hollywood Boulevard. Durante más de una hora, el desfile de estrellas parecía no tener fin, mal que le pesara a Andy Kusnetzoff, el animador argentino que puso el canal de cable TNT y que apenas lograba arrastrar a alguno a su micrófono, tironéandole de la manga, en una actitud que debió consagrarse con el Oscar al papelón de la noche.
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