El emperador decide declarar la guerra total. Da por sentado que contará con La Muerte como aliada. Esta vez, sin embargo, las cosas serán distintas. La muerte (esta muerte) tiene dignidad y no trabajará para un déspota. Ese es el conflicto que da pie a una de las mejores óperas presentadas últimamente en Buenos Aires. El emperador de la Atlántida, estrenada el año pasado por la Opera de cámara del Teatro Colón, con una excelente puesta de Marcelo Lombardero y dirección musical de Guillermo Brizzio, se repuso dentro de la temporada de verano y hoy a las 20.30, en ese teatro, será, por lo menos por ahora, la última función.
Compuesta en 1943 por Viktor Ullmann, en el campo de concentración de Terezin y poco antes de ser trasladado a Auschwitz para su asesinato, la obra permaneció olvidada hasta 1975, en que fue estrenada en Amsterdam, como parte del proceso de revalorización de composiciones y autores tildados por el nazismo como entartete musik (música degenerada), que directores como Herbert von Karajan habían mantenido cuidadosamente fuera del repertorio. En este caso no se trata de una mera rareza sino de una obra de gran importancia, con una música magnífica y con una concisión y calidad literaria –el libreto es de otro prisionero de Terezin, Peter Kien– que la mayoría de las óperas más famosas envidiarían. La escenografía y vestuario, en esta versión, son de Gastón Joubert y la iluminación de Roberto Traferri. Junto a la Orquesta Estable del Teatro Colón participan los barítonos Luciano Garay y Hernán Iturralde, el bajo Gui Gallardo, los tenores Enrique Folger y Gabriel Centeno, la soprano Laura Rizzo y la mezzosoprano Alejandra Malvino.
“Una de las cosas que más nos interesó cuando comenzamos este proyecto fue sacar los títulos del teatro. Llevarlos a los barrios, al interior del país y, también, al exterior. Por eso es que diseñamos, también, un tipo de producción y de trabajo con los cantantes que permite funcionar casi como un grupo itinerante”, comenta a Página/12 Lombardero, quien, además de régisseur de este título, es el director de la Opera de cámara del Colón. El primer título presentado fue La ocasión hace al ladrón, de Gioacchino Rossini, con puesta de Claudio Gallardou. Y para este año prevén hacer óperas de Nino Rota (Los dos tímidos), Igor Stravinsky (Rénard) y Hans Werner Henze (El teatro de los milagros). “Hay muchos pedidos para llevar El emperador... y el año próximo estaremos en algunos festivales importantes. En 2004 haremos dos giras al interior con el título de Rossini. Estaremos, entre otros lugares, en Rosario y San Juan.”
Más allá de los méritos de la composición de Ullmann, Lombardero cuenta que “a la Opera de cámara le sirvió para consolidarse y, además, queremos que los espectáculos no sean pasajeros para nosotros, que, a los que intervenimos, nos cambien de alguna manera. Y creo que El emperador... nos ha cambiado, no sólo por el material sino por el éxito que tuvimos con él”. Uno de los elementos que contribuye a esa marca es, sin duda, la puesta ideada por Lombardero, en la que restituye el contexto. Mientras La Muerte discute con el Emperador en escena, la otra muerte, la de los campos de exterminio, aparece proyectada detrás de los cantantes con un efecto dramático sobrecogedor. El régisseur y cantante –que este año también pondrá en el Colón Diálogo de carmelitas, de Francis Poulenc, y, para Buenos Aires Lírica, Macbeth, de Verdi– encuentra una cierta paradoja en el hecho de que hacer esta obra “signifique una gran felicidad”. Y es que, además, con esta ópera se desmintieron de un plumazo varios lugares comunes acerca de lo que le gusta al público y lo que no. Lombardero resume: “Conseguimos un éxito con un título desconocido de un autor ignorado”.