ESPECTáCULOS
Este renovado “E.T.” no muestra policías armados
La reposición del clásico de Steven Spielberg no agrega mayores novedades al hiper taquillero original, pero permite revisar su cosmos ideológico
› Por Horacio Bernades
Los policías ya no persiguen a los niños pistola en mano. Esto puede sonar a amarga ironía cuando en Argentina se acaba de comprobar fehacientemente que gente de uniforme fusila a menores, y habría que ver si en los Estados Unidos de Bush Jr. no ocurre también. Pero lo cierto es que, más allá de la remasterización de la banda de sonido (y un par de retoques digitales que sólo los muy detallistas podrán advertir), esa es la mayor diferencia entre esta edición 20º aniversario de E.T. y la original: los agentes del orden ya no portan armas.
Tras el estreno de E.T. en 1982, Spielberg se había autocriticado severamente aquella portación, y desde hace décadas tenía ganas de proceder al desarme. Cosa curiosa, toma esa decisión en su momento de mayor militarización cinematográfica, luego de hacer ondear la bandera estadounidense y exaltar el valor de sus soldados, tanto en Rescatando al soldado Ryan como en la miniserie Band of Brothers, que acaba de estrenarse en cable. No es que Spielberg haya sido jamás un contestatario frente al patrioterismo e intervencionismo estadounidense: en 1982 se tomó el trabajo de llevar una copia de E.T. a la Casa Blanca, para mostrarle al mismísimo Ronald Reagan y señora esta exaltación del pacifismo y la tolerancia entre seres de diverso origen.
¿Será que Spielberg puede abrazar con pareja inocencia la defensa de un caído del cielo y la idea de que el ejército de los Estados Unidos encarna una causa superior? En cualquier caso, aquí está E.T., veinte años más tarde, en un relanzamiento que, vale aclarar, llega a la Argentina en versión disminuida. No sólo las copias locales no les hacen honor a las originales, sino que además se las verá negras quien quiera verla en versión subtitulada: la distribuidora local dispuso que sólo tres copias respeten el idioma original, contra medio centenar de versiones dobladas. Rever E.T. es releer una fábula en la que el pequeño Elliott, hijo de un hogar sin padre, hermano del medio que no encuentra su lugar en el mundo, “materializa” un amigo imaginario que es como su imagen en el espejo, y que termina funcionando como salvador.
Así como la sola presencia del bicharraco devuelve su lozanía a las flores marchitas, también logrará reunir a la familia de Elliott, cuando todos lloren a moco tendido la despedida del extraterrestre, rescatado a su vez por los suyos y vuelto a casa. Pura bondad, el E.T. condensa varios cuentos de hadas a la vez: es el patito feo, Hansel y Gretel perdidos en el bosque y un bambi a quien los cazadores persiguen. Pero es también un Salvador venido de las estrellas, que vive su propio via crucis frente al poder de la ciencia y la tecnología, que muere y experimenta el milagro de la resurrección. No hay más que ver la imagen del afiche, en la que la mano del E.T. toma el lugar que la izquierda de Dios ocupaba en un famoso fresco de Miguel Angel, para que la parábola se transparente.
A la vez, con E.T. Spielberg consumaba su sueño de ser el nuevo Disney. Sueño que no deja de soñar: véase el modo en que A.I. empezó siendo un proyecto de Kubrick y terminó convirtiéndose en reescritura de Pinocho. Los guiños a La guerra de las galaxias que Spielberg disemina a lo largo de E.T. establecen un diálogo lógico entre los máximos representantes de lo que fue, allá por comienzos de los años ‘80, la restauración de la ingenuidad y las emociones simples y primarias en el cine estadounidense. Téngase en cuenta que, por entonces, Coppola recién salía de su Apocalipsis y Scorsese y De Palma seguían en los suyos propios con El toro salvaje, Blow out y Scarface, y se tendrá el exacto reporte de la batalla que por aquel entonces se libraba. Veinte años más tarde, Coppola, Scorsese y De Palma han sido desterrados de hecho, mientras Spielberg & Lucas reinan. Está claro qué visión del mundo y del cine es la que triunfó. Y cuál perdió.