Lun 12.04.2004

ESPECTáCULOS  › ANA ACOSTA, LA ACTUACION Y SU PAPEL EN LA OBRA “EL SHOW DE LAS DIVORCIADAS”

“Unir el humor con lo serio fue una casualidad”

Su rol en la pieza en la que comparte cartel con Cecilia Milone, Catherine Fulop, Julia Zenko y Anita Martínez le impone desafíos: “Me gustan los personajes que padecen pero no pierden su cuota de humor”, dice.

› Por Hilda Cabrera

¿Cómo escapar del sentimiento de soledad, de esa experiencia circular que recorren un hombre o una mujer separados de su pareja? La separación, que en lo exterior se interpreta a veces como un ejercicio de libertad, supone un vacío. En ciertas culturas mediterráneas (trasladadas por algunos inmigrantes pobres a la Argentina), la ausencia del compañero llevaba a la mujer a ocupar en la cama matrimonial el lugar dejado por aquél. La sensación de libertad es en ocasiones abonada por las mismas mujeres en crisis con su pareja, según opina Ana Acosta, una de las actrices de El show de las divorciadas, obra que sube a escena este miércoles en la Sala Pablo Picasso, donde con humor, y entre canciones, se alude a aquel vacío. “Ante el golpe que produce la ruptura amorosa, una prefiere aferrarse a la parte feliz: al hecho de que en adelante puede decidir por sí misma y en algunos casos realizarse”, puntualiza Acosta. “Sin embargo, no perdemos el temor a quedar solas, y, cuando se tienen hijos, a la responsabilidad de afrontar una situación complicada, tanto en lo económico como en lo psicológico.”
El rol que compone en esta nueva puesta de Manuel González Gil, en el Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660) es el de asistente de iluminación y sonido en un espectáculo musical, donde justamente el diseño de luces se convierte en sutil complemento de las historias que se cuentan. La tarea de su personaje adquiere tal relevancia que éste se cree con autoridad suficiente para dar por finalizado el ensayo de un elenco de tres cantantes y bailarinas (papeles a cargo de Cecilia Milone, Catherine Fulop y Julia Zenko) y una coreógrafa (Anita Martínez) que se esmeran preparando el show que estrenarán la noche siguiente. La obra, escrita por González Gil, en colaboración con las actrices (puesto que se trata de una dramaturgia de escena), despliega esas instancias previas al debut en las que asoman miedos e inseguridades. Estrenada en la reciente temporada de verano de Mar del Plata, la pieza refleja tanto la obsesión de las intérpretes por aparecer perfectas ante el público como el hartazgo de la asistente que ansía un descanso. Acosta dice haber evitado una interpretación realista en esta historia de separaciones puntuales: la de una mujer cuyo marido desea retornar junto a ella; la de otra que sólo “engancha” hombres inmaduros con los cuales no puede aspirar a ser madre; la de la “clásica” joven amante de señores casados y la de quien no comparte la decisión del esposo de partir al extranjero.
–¿Y cuál es su caso?
–El mío es tal vez el más difícil de afrontar, porque el espectador o la espectadora no llegan a él por identificación. En los de mis compañeras, puede que descubran algo propio; en el mío, en cambio, aun cuando lo hayan padecido, van a negarlo. Manuel lo escribió especialmente para que yo lo interpretara, imaginando que desde el humor era posible mostrar a un ser al que le cuesta superar el dolor y el resentimiento.
–Esa mezcla de humor y seriedad no es nueva en sus composiciones para el teatro...
–En teatro me doy el lujo de elegir: me gustan los personajes que padecen pero no por eso pierden su cuota de humor. En la televisión, en cambio, mostré siempre el costado feliz. Unir lo humorístico con lo serio fue en mi caso producto de la casualidad. Cuando terminé los estudios en el Conservatorio Nacional, trabajé en obras dramáticas. Lo primero que hice fue el personaje de Adela en una versión de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Después, audicioné con Pepe Cibrián para sus monumentales comedias musicales. Durante cinco años, participé en cuatro comedias. En una de éstas, Las invasiones inglesas, que presentamos en el Teatro San Martín, fue donde me vio Jorge Guinzburg, quien me llamó para actuar en la TV. A partir de ahí, la gente me identificó con el humor.
–¿Podría tomarse como ejemplo de esa confluencia su actuación en Pareja abierta, de Dario Fo y Franca Rame?
–En esa obra, que dirigió José María Muscari, a veces no coincidía con Daniel Fanego, que es un actor al que respeto mucho, pero también una persona muy temperamental. Sin embargo, creo haber logrado allí un punto de equilibrio. Con Daniel salíamos a escena con una química muy fuerte.
–Otra, aunque diferente, fue Casa matriz, referida a la carencia y la necesidad de tener una madre, aunque fuera alquilada...
–Allí actué con Lidia Catalano, una genia total. Hace poco estuve en España y en un reportaje recordé especialmente esta obra. No fui a presentar ningún trabajo, pero me reconocieron como “hija de un inmigrante que triunfa en la Argentina”. Mi padre nació en Canarias, adonde viaja seguido, porque es el presidente de un club que en nuestro país reúne a los nacidos allá. Es presidente desde hace veinte años. Lo suyo es ya una dictadura. Cuando viajé a Canarias movió contactos y me hicieron entrevistas. Se sorprendieron del texto de Diana Raznovich. Esa idea de alquilar una madre por horas les pareció muy interesante. Yo no visitaba Canarias desde que hice el unipersonal Cómo se rellena un bikini salvaje, de Miguel Falabella, nueve años atrás, en el Festival de Agüimes, en Tenerife. En general, los actores y actrices argentinos gozamos de buena imagen. A la mayoría de los españoles les parecemos más “naturales” (nada afectos a declamar) que los propios. Quizá sea así por nuestra tradición sainetera.
–¿Reconoce los límites que separan al humor del drama?
–Estoy aprendiendo constantemente. Los cinco años en el Conservatorio me dieron una base, un soporte muy bueno, pero las dificultades las vi recién sobre el escenario. Tengo 42 años y veinte dedicados al teatro, donde hice veintiuna obras. Esa experiencia me ayuda a encontrar el punto justo. Yo podría haber abordado mi personaje en El show de las divorciadas desde el humor y nada más. Pero decidimos con Manuel que debía tener hondura. Busco perfeccionarme y dominar ese juego entre el humor y el drama. Sé que si me equivoco puedo hacer sólo algo grotesco o algo trágico. Es importante el hecho de que esta obra haya sido escrita mientras ensayábamos. Manuel tenía al comienzo sólo tres páginas. Nosotras improvisábamos situaciones y él iba anotando.
–¿Le interesa el aporte de los directores?
–Sí, y muchísimo. Siempre les estoy pidiendo que me vigilen para no pasarme de rosca. Para mí el director es el primer espectador. Muy pocas veces he dicho que no me interesaba una indicación de algún director.
–¿La convocaron para la TV?
–Sí, pero el cuerpo no me daba para viajar de Mar del Plata a Buenos Aires y tampoco quería ir y venir continuamente con mis hijas, de 9 y 2 años. Si me dan a elegir privilegio el teatro. Mi personaje en El show de las divorciadas me exige mucho. Me gusta la televisión y no creo que haya que tenerle pánico. Criticándola desde afuera no vamos a poder mejorarla nunca. No vale de nada que digamos que hay una televisión basura si no nos comprometemos y tomamos ese espacio. Los actores podemos hacer aportes muy valiosos. A la tira Resistiré, por ejemplo, el trabajo de Tina Serrano, Daniel Fanego, Hugo Arana y otros artistas con trayectoria le dieron relieve.
–¿Idea personajes?
–A veces imagino situaciones, personajes, y escribo, pero sólo para mí. Eso me sirve. Colaboro también en las obras modificando mi aspecto. Este corte de pelo fue para mi personaje de El show... Un día, en el texto que fuimos elaborando en escena con Manuel, apareció la frase “necesito volver a sentirme segura como mujer”, y ahí supe que mi composición iba bien encaminada.

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