Mar 13.04.2004

ESPECTáCULOS  › ANA POLIAK, MARIANO LLINAS Y DANIEL ROSENFELD ENTREGAN SU VISION DEL BAFICI

“Todos vienen a buscar al cine argentino”

Tres directores que este año vuelven a la muestra porteña hablan de las expectativas que produce en críticos, programadores y productores internacionales el fenómeno del nuevo cine local.

› Por Mariano Blejman

Algo huele bien en Buenos Aires. La tonelada de rollos cinematográficos –no es sólo una imagen, sino una realidad– que va a repartirse en las salas que albergan al Bafici habla del lugar que ocupa el festival en su sexta entrega, que comienza mañana. Pareciera, pues, que no es sólo un espacio para mostrar películas, sino también para generar otras, para foguearse con la crítica internacional –cada vez más interesada en ver primero aquí aquello que luego va a hacer ruido afuera– y por sobre todo para ver buen cine, de ese que no tiene el apoyo de las grandes distribuidoras estadounidenses. La teoría más jugada que ronda estos días piensa que el nuevo cine argentino no sería posible sin un lugar donde todas estas cosas se juegan. En ese contexto, Página/12 conversó con la directora Ana Poliak, que presenta en la competencia oficial Parapalos; Mariano Llinás (Balnearios) que estrena su rol como productor en El amor - Primera parte y Esas cuatro notas y vuelve como director de un episodio de la serie 12 fotogramas de una fiesta; y con Daniel Rosenfeld, quien presenta en la sección “Lo nuevo de lo nuevo” La quimera de los héroes. Los tres directores reflexionan sobre el Nuevo Cine Argentino, la aparición de una “neo nueva” camada de realizadores y sobre el rol del Bafici en sus propias historias.
Ana Poliak tiene 40 años y llega con Parapalos –así se nombra a los operarios de los bowling manuales– a la competencia internacional. “Hay una nueva generación biológica”, resume Poliak. El cine industrial argentino había llegado a un punto donde los valores comerciales que se manejaban eran prácticamente imposibles. “El mismo parate de la industria hizo que se abrieran muchas escuelas y muchos de los técnicos se fueron a trabajar como docentes”, dice. Junto a las nuevas tecnologías y una fuerza creativa de miles de estudiantes, “generó un movimiento nuevo”. Pero Poliak descree de que se trate de un movimiento organizado. “No hay un movimiento con principios definidos, sino una suma de individualidades”.
El rol que jugó el Bafici desde sus inicios sigue creciendo, por la oferta y demanda de historias que los realizadores argentinos están decididos a contar. “El lugar del Bafici es muy importante. Los productores que vienen aquí buscan principalmente cine argentino. En otros festivales tal vez se interesen por el cine de Argentina. Pero aquí vienen fundamentalmente a eso”, dice Poliak. Parapalos está todavía “en el horno.” Terminará el montaje final sobre la fecha de estreno (22 de abril). Algunos fragmentos de la película pasaron por Locarno, luego estuvo en Toulouse, donde se la vio todavía en proceso. Por lo tanto, el estreno oficial será en el Bafici. “Es fantástico poder darla a conocer primero acá, en Buenos Aires”, dice la realizadora.
La asfixia en la isla de edición hizo que Poliak se haya “desactualizado” –dice– sobre las últimas películas argentinas. Pero sabe que algo está llegando a su punto de ebullición. Parapalos es la historia de un aprendiz de parapalos: Poliak dice que filmó esa historia porque siempre le llamó la atención qué había detrás de aquellos zapatitos que se veían cuando ella jugaba al bowling con su familia. “Tenían la misma edad que yo, pero estaban trabajando”, señala.
Daniel Rosenfeld se toma su tiempo para reflexionar sobre el cine argentino independiente. Respira hondo para decir que La quimera de los héroes (presentada en “Lo nuevo de lo nuevo”) es la vida de un hombre que arma un grupo de rugby con indígenas formoseños. Su película no se detiene, en tanto, a pensar en el límite entre ficción y documental. Rosenfeld es un hombre experimentado en festivales internacionales: conoce los olores que emanan otros cines de exportación. “Es importante lo que está empezando a pasar aquí. Este año hay tres experiencias de laboratorios fundamentales para que el cine pueda seguir”. Una de ellas es la del BAL (Buenos Aires Laboratory), una incubadora de proyectos que se realiza en coparticipación con las fundaciones Hubert Bals de Rotterdam, el Festival de Nantes y el canal Arte, de Francia. Del BAL salió, por ejemplo, Los muertos, el segundo largo de Lisandro Alonso (el director de La libertad), que tendrá su estreno mundial en el Bafici, antes de su casi segura presencia en el Festival de Cannes, en mayo próximo.
Para Rosenfeld, en Europa es imposible pensar una película sin la televisión. “Pero aquí la tele sólo produce proyectos masivos. Entonces que vengan de afuera es fundamental”. Y tampoco él se anima a ponerle una etiqueta al Nuevo Cine Argentino. “Es peligroso enmarcar todo dentro de lo mismo. Pero no tener una presión tan fuerte como en Europa hace que muchos directores se sientan más libres –aunque con menos recursos– para filmar”. La compulsión por rodar puede poner la búsqueda de financiación por delante del interés real por contar una historia. El debate que abre Rosenfeld tiene que ver con el lugar de culto que viene ocupando el cine argentino en los mercados europeos. “Me concentro en hacer la película primero y ver cómo seguir después”, se posiciona el director.
La quimera... se empezó a filmar durante la caída del ex presidente Fernando de la Rúa. “Yo era el único que compraba latas de película en ese momento”, señala Rosenfeld. Tiene coproducción de la compañía danesa Zentropa de Lars von Trier, la francesa Les Films d’ici, el apoyo de JVF de Holanda y SBS de Australia. En Venecia ganó el premio especial del jurado. “Aunque para vivir soy director de publicidad”, cuenta. A pesar de su experiencia internacional, Rosenfeld opina que “lo importante no son los premios, sino lo que impulsa a hacer cine”. Los productores locales, dice, tienen una relación tirana con Europa: “los europeos buscan historias pintorescas y a mí no me gusta lo pintoresco”. La quimera... se terminó en septiembre de 2003 y ahora se verá por primera vez en Argentina. “El protagonista es el arquetipo del héroe que enfrenta sus demonios para cambiar.”
El director de Balnearios, Mariano Llinás, se estrena como productor de películas de ínfimo presupuesto. “Estoy tratando de rodar al margen del Incaa. Elegí un camino distinto y me gustan los resultados”, cuenta. El amor - Primera parte, de Fadel, Mauregui, Mitre y Schnitman fue una película que Llinás produjo y fue pensada para bajo presupuesto. Realmente muy bajo: “Costó menos de $10.000. Su calidad técnica es inobjetable, tiene dos actores buenísimos”, se relame el director-productor, contento por demostrar su tesis de cine-bueno-barato: “Para filmar no es necesario tener contactos en Holanda o España.”
Rafael Filipelli, el director de Esas cuatro notas –un film ensayo sobre la obra de Gerardo Gandini, que también se lanza en la competencia argentina “Lo nuevo de lo nuevo”– es, para el productor Llinás, el gran ideólogo de este tipo de experiencias de cine austero. El nuevo cine argentino parece estar llegando a un momento de polarización. Es como si los olores cambiaran de fragancia con el paso del tiempo. “En un momento inicial las películas se hacían como se podía, con subsidios del Incaa o como sea. Una parte de esos directores que les fue medianamente bien pudo filmar con más plata. Aquellos que habían hecho películas con 30 mil dólares ahora obtuvieron 300 mil. Y los que abandonaron cierto esquema amateur están tardando en hacer su segunda película”.
Para Llinás, también, en el Bafici se dirimen estos debates. El director piensa que el nuevo cine argentino “ya es algo importante objetivamente” . Y agradece que Quintín esté al frente del Bafici. “Tiene una visión irreprochable e incorruptible en el medio de tantas tramoyas políticas y tantos odios que pueden acabar con el festival”. Por último, hace un llamado a la tele: “La venta de Balnearios a I-Sat, como ejemplo, se puede pensar como modelo de financiación de antemano. Los canales tendrían una participación más activa para hacer buenas películas.” Pero algo claro resume el espíritu del olor a cine que inunda Buenos Aires en estos días. Para Llinás, “Argentina se metió en la grilla internacional de los críticos y programadores gracias al Bafici”. No es poca cosa.

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