ESPECTáCULOS
“Escribir es una manera de vivir, y también un modo de pasar el tiempo”
El actor Duilio Marzio interpretó textos de Pablo De Santis y Marcelo Cohen, quienes disertaron sobre procesos de escritura y experiencias con el público en el “Rincón de Lectura” de la Feria.
Por Angel Berlanga
“Es todo inventado”, le respondió Pablo De Santis a una lectora. A su lado, el actor Duilio Marzio acababa de interpretar El espejo del mandarín, un cuento inédito del escritor, que enseguida explicó que el relato forma parte de un conjunto de textos que tienen como protagonista al sabio Feng, “una especie de detective chino”. Un poco antes Marzio había leído un tramo de la nouvelle Inolvidables veladas y había emocionado visiblemente al autor, Marcelo Cohen. Luego los narradores dialogaron con los asistentes, curiosos por indagar en los procesos de escritura de ambos. “Escribir es una manera de vivir, de pasar el tiempo –subrayó Cohen–. Cuando uno escribe está bien, atento únicamente a eso. Ojalá uno pudiera escribir como respirar. Escribir, además, es bueno como expresión de insatisfacción con el mundo, con el estado de las cosas: uno contesta escribiendo, y al mismo tiempo se va de las exigencias.”
De Santis, Cohen y Marzio abrieron el ciclo “Rincón de lectura” por el que pasarán en sucesivas ediciones, entre otros, los escritores Abelardo Castillo, Leopoldo Brizuela, Guillermo Martínez, Sylvia Iparraguirre, Luisa Valenzuela y Ana María Shua, quienes asistirán a las interpretaciones de sus textos de actores como Horacio Peña, Elena Tasisto e Ingrid Pellicori. Impulsada por la Fundación El Libro y (des)coordinada por Solange Sanguinetti, la experiencia del sábado pasado en la Feria fue una curiosa muestra de cómo “los organizados” (los tres protagonistas y parte del público) salvaron el encuentro del desempeño de “los organizadores”, que aportaron músicas de fondo, los incesantes altavoces anunciadores y, por parte de la anfitriona, una notable tendencia a buscar ser centro de escena y falta de enfoque en el tema propuesto desde el título de la reunión: “Aproximaciones fantásticas”.
De Santis –autor de las novelas La traducción, El calígrafo de Voltaire y El teatro de la memoria, entre otras obras– señaló que una de las constantes en sus libros es la relación entre lo imaginario y lo real: “En determinado momento de mis textos alguien imagina algo que se liga con la realidad. Lo que estoy corrigiendo ahora –contó– es una novela sobre un arquitecto que piensa un edificio con determinadas características, pero finalmente resulta un edificio que tiene en la cabeza, imaginario: su aplicación en la realidad no tiene mayor importancia”. Cohen –El fin de lo mismo, ¡Realmente fantástico!, El oído absoluto, entre otras obras–, por su parte, explicó que aunque en sus textos son muchas las líneas directrices, todas concurren a lo mismo: la búsqueda de la felicidad. “Dicho de esta manera se invalida la escritura de un montón de libros, pero en última instancia esto es así. Hay muchas cosas que detesto del mundo, y el asunto es cómo encontrar una manera de vivir que al mismo tiempo elimine el odio. Mis personajes buscan pequeños despertares, maneras de pararse ante el mundo que les permitan parar la ansiedad.”
“Los escritores pensamos especialmente con relatos y entonces la corrección es una discusión con el pensamiento, una revisión”, señaló Cohen. “En mi misión de escribir, pensar es fundamental. Creo que eso corre para todos los que quieran ser buenos escritores. La corrección, en definitiva, es una discusión con uno mismo, un proceso de reforma de uno mismo. A la vez pienso que un temor demasiado grande a dar algo que no esté demasiado bien es una forma de miedo que hay que evitar: en cierto momento hay que terminar. Creo que en el fondo está el afán de perdurabilidad, de decir ‘si lo hago muy muy bien, esto va a durar’. Cuando me descubrí pensando eso me dio vergüenza, y entonces me dije: ‘bueno, tampoco es para tanto...’. Casi sobre el final, Cohen y De Santis coincidieron en un recuerdo de infancia: los dos jugaban con soldaditos y fuertes, y los dos reconocieron en eso un antecedente fundador en sus vocaciones para contar historias. “Mucho tiempo después –contó Cohen– me di cuenta de que eso era ‘armar algo’ con personitas y escenarios.” “En micaso –señaló De Santis–, la escritura fue una especie de continuación de esos juegos de infancia: para jugar con soldaditos, castillos medievales y puentes era necesaria una historia que los sostuviera.”
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