Jue 22.04.2004

ESPECTáCULOS  › “ROBANDO VIDAS”, DE D. J. CARUSO, CON A. JOLIE

Toda una serie de asesinos seriales

› Por Martín Pérez

En lo que se podría presentar como la gira de Angelina Jolie por los diferentes géneros cinematográficos, después del romance internacional con excusas humanitarias, llega el turno de los asesinos seriales. Acompañada por un reparto ciertamente impresionante, aun cuando de Ethan Hawke inclusive para abajo su aparición en semejante film sólo testimonie cierto descenso en el ranking para todos los presentes, Jolie encarna a un agente secreto del FBI llamado a Montreal para ayudar con el caso de un asesino serial particularmente retorcido y recurrente. Con sospechosos y/o candidatos para su protagonista hacia donde apunten la cámara, Robando vidas es algo así como una película serial, un policial tan calcado de los precedentes que incluso la palabra “género” sonaría excesivamente heterogénea.
Siguiendo los preceptos de la propaganda nazi, el film del tan prolijo y televisivo D. J. Caruso se dedica a asustar y mentirle a su espectador como sistema dramático. Además de dedicarse a los asesinos seriales, la línea narrativa de Robando vidas se guardará más de un secreto y pista falsa para que nadie corra el riesgo de aburrirse siguiendo una historia. Con el título explicado en voz alta por la propia Jolie antes de llegar a la media hora inicial, Robando vidas narra –efectivamente– la historia de un asesino que se ha pasado dos décadas ultimando a sus víctimas para encarnar cada una de sus identidades.
Con Ethan Hawke en el papel de testigo del último asesinato, Kiefer Sutherland como protagonista ausente, Gena Rowland como una madre con muchos misterios y un trío policial francoparlante –Martinez, Karyo y Anglade– que ha tenido películas mejores, Robando... funciona por momentos como desfile de rostros reconocibles y por exceso de cabos sueltos. Con algo de morbo incluso hasta se puede llegar a disfrutar de las excesivas genuflexiones de una trama empeñada en complicarse hasta un final ridículo. Pero como policial con asesino serial resulta demasiado previsible, incluso en cada una de sus retorcidas conclusiones.

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