Vie 23.04.2004

ESPECTáCULOS

Tres mujeres que dieron que hablar

Martha Lynch, Beatriz Guido y Silvina Bullrich fueron recordadas en la mesa “El trío más mentado”.

› Por Silvina Friera

Fueron las escritoras mediáticas de los años ’60 y ’70. Muchos de los programas de televisión las invitaban para que opinaran de todo. Martha Lynch, Beatriz Guido y Silvina Bullrich escribieron y publicaron en una época de auge de la industria editorial, cuando el libro ocupaba un rol central, aunque los personajes públicos que ellas construyeron para la audiencia –la mujer sofisticada de clase alta, con una cuota de transgresión que hoy resulta quizá naïf– eclipsaron sus obras. “Recuerdo las colas que se formaban en la Feria cuando ellas firmaban ejemplares. Eran figuras muy convocantes por los temas que trataban en sus libros, y por eso a través de ellas se puede ver una parte de la historia del país”, dijo la periodista Cristina Mucci, coordinadora de la mesa redonda “El trío más mentado”, de la que participaron la escritora María Angélica Bosco y Luisa Valenzuela, el cineasta Oscar Barney Finn y Albino Gómez, secretario personal de Arturo Frondizi durante su presidencia. “Soy una sobreviviente de la época. Siempre digo que me he distraído mucho para llegar a la edad que tengo sin darme cuenta”, bromeó Bosco, que publicó más de 20 novelas y es reconocida, especialmente, por su vasto aporte a la narrativa policial argentina.
Con voz de vieja narradora, experta en hechizar a los que la escuchan, Bosco recordó que Silvina Bullrich sentía tanto pánico por los aviones –su hermana había muerto en un accidente aéreo– que cuando el avión despegaba o aterrizaba se mordía el dedo pulgar. “Un día volvíamos de una Feria del Libro en Mendoza. El avión hizo una escala en Córdoba y allí subieron Borges y su madre. Cuando el avión empezó a remontar, Silvina se sacó el dedo de la boca y me dijo: ‘Te das cuenta, si el avión ahora se cae, Borges nos arruina la necrológica’. Entre las carcajadas del público, Valenzuela, que conocía el episodio por su madre (la escritora Luisa Mercedes Levinson), le comentó a Bosco: “Silvina no utilizó precisamente la palabra arruinar”. De ese trío tan mentado, Bosco reconoció que su más íntima amiga fue Beatriz Guido, a la que conoció en 1954, cuando se hizo el primer concurso literario en el país. Guido ganó el premio Emecé por La casa del ángel y Bosco salió segunda con su novela policial La muerte baja en el ascensor.
Para Gómez, que conoció a Martha Lynch durante la presidencia de Frondizi, señaló que esa personalidad tan desbordante de Martha la llevó a transitar una zigzagueante ruta política, que empezó con Frondizi (personaje que aparece en su novela La alfombra roja), continuó con su simpatía por la revolución cubana, se prolongó con su adhesión a Montoneros (viajó en el avión que trajo a Perón) y, finalmente, su “deslumbramiento” con ciertos sectores de la dictadura militar, especialmente con Massera. “Martha se suicidó a los 55 años por el temor a la vejez. Esas cirugías estéticas que se hizo terminaron deformándola. No podía aceptar su rostro en el espejo con el paso de los años –señaló Gómez–. Ella decía que la vida se le había hecho muy pesada y que su madre le había contagiado la melancolía, que en ella se había transformado en depresión.” Barney Finn admitió que los ’60 fueron años de formación para él. “Las tres tuvieron la suerte de estar en esa década de auge de la literatura que ayudó mucho al cine argentino”, apuntó el cineasta, que tuvo una relación más entrañable con Guido y su esposo, Leopoldo Torre Nilsson. “Beatriz, como Manucho (Mujica Lainez), era de una manera en sus libros y en su intimidad. Pero cuando estaba en los medios o en la reunión social era un torbellino que no podía parar nunca. Ella se había fabricado ese personaje; era una gran fabuladora y seducía a través de esa fabulación.”
En opinión de Valenzuela, las tres fueron las escritoras más explosivas de los ’60, lo que serían ahora los best sellers argentinos del momento. “Salvo la de Guido, las otras literaturas palidecen –aclaró–. Silvina fue la primera que se plantó para exigir que los programas de televisión le pagaran por aparecer, porque para ella era un trabajo y debía cobrar por eso. El demonio que movía a Silvina era el dinero; para Martha era la política, porque tenía una ambición desmedida por el poder, y en Beatriz era la escritura, la fantasía, por eso todos los que la conocieron cuentan que era una fabuladora y que mentía constantemente.” Valenzuela apeló a la sinceridad, algo que no suele abundar cuando se trata de homenajes o evocaciones: “No puedo hablar bien de Martha porque tuve un altercado muy serio con ella en 1978, en una conferencia de escritoras en Canadá. Lynch hizo un discurso, un ditirambo brutal, en el que se quejaba de que el país había sido vituperado y criticado. Reconozco que contribuí para que fuera ferozmente abucheada por la concurrencia”. La autora de El gato eficaz concluyó con una observación, en la misma línea humorística con la que arrancó Bosco: “Eran las más mediáticas, pero eran tiempos en que nos invitaban a todos a almorzar con Mirtha Legrand, hablábamos con Horangel, con Tu Sam. Era divertidísimo ser escritor en esa época porque opinábamos de todo”.

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