ESPECTáCULOS
› “TIEMPO LIMITE”, DE CARL FRANKLIN, CON D. WASHINGTON
Demasiadas vueltas de tuerca
› Por Luciano Monteagudo
En sus comienzos, primero con Un movimiento en falso (1992) y luego con El diablo vestido de azul (1995), el director Carl Franklin parecía perfilarse como un estilista del neo noir, esa corriente de reciclaje que adaptó las formas del cine negro de Hollywood a las necesidades del posmodernismo, con resultados diversos. Luego la industria lo llevó hacia encargos más convencionales y menos aptos para la vanidad y ahora con Tiempo límite –donde vuelve a reunirse con el protagonista de The Devil in Blue, Denzel Washington– retoma algo de aquella línea inicial, con un policial inspirado no tanto en el estilo visual como en las tramas deliberadamente densas que animaban al cine de los ’40. La principal fuente de inspiración del guión de Dave Collard parece de El gran reloj (1948), un clásico del cine de suspenso que ya tuvo su remake en 1987 con Sin salida, con Kevin Costner. Aquí el hombre en problemas, a quien todas los indicios llevan a que se lo señale como culpable, es Matt (Washington), un sheriff de Banyan Key, un pueblito perdido en el estado de Florida, siempre tan húmedo y caluroso como para despertar las pasiones más tórridas y pegajosas (algo que en su momento se ocupó de exponer Cuerpos ardientes, ópera prima de Lawrence Kasdan, otro homenaje al viejo film noir).
No es que el bueno de Matt esté libre de pecados, empezando por un dinero sucio del que decide apropiarse. Pero el hombre tiene sus razones, que no son las de un vulgar ladrón (allí hay una subtrama melodramática que parece extraída del mundo de James M. Cain). El problema es que su mujer (Eva Mendes), de quien se está separando, también es policía y no puede sino dudar de él. Son tantas y tan retorcidas las vueltas de tuerca del guión de Collard que el solo hecho de enumerarlas marearía. El director Franklin toma cada una de esas curvas con el volante bien firme, pero no puede evitar algunos derrapes y fueras de pista. Y para cuando llega a la meta, su carrera ya no parece tener demasiado sentido.