Retratar al tango y a su historia con una sobriedad de asceta, “prescindiendo del oropel”, pero rescatando de modo superlativo su costado poético, es hoy la apuesta que hace el director Omar Pacheco a través de Tanguera, espectáculo multidisciplinario que conduce, y que podrá verse en el teatro El Nacional (de Corrientes 960), propiedad de Alejandro Romay, a partir del martes 8. A modo de preestreno, la función del lunes 7, auspiciada por Página/12, estará destinada a los lectores que retiren anticipadamente sus entradas en la recepción del diario. Creador, junto a su Grupo Teatro Libre, de piezas removedoras, como las que integran su “trilogía del horror”: Memoria (1992), Cinco puertas (1997) y Cautiverio (2001), Pacheco prueba ahora cruzar el formato del musical con la estética experimental que ha distinguido desde siempre al GTL, basada en la imagen (a veces pictórica e incluso cinematográfica) y la energía corporal de los intérpretes. “Mis trabajos son muy elaborados y precisos; mis actores caminan el escenario de manera diferente”, advierte el director, en entrevista con Página/12. Por eso cree que el resultado de Tanguera “dependerá de cuánto haya aprendido el elenco a nivel actoral, porque si bien tenemos muy buenos bailarines, el eje no está puesto en el virtuosismo de la danza”.
Este musical, del que participan unos pocos integrantes del GTL, es una experiencia única en su trayectoria. Cuenta con cincuenta y seis artistas. Entre éstos ocho parejas de baile y varios famosos, como la cantante y compositora Eladia Blázquez (autora de tangos como “Sueño de barrilete”, “Corazón al sur” y “Sin piel”); la bailarina de tango María Nieves y la coreógrafa y bailarina Mora Godoy (Tango fatal, Los creadores), aquí protagonista de la historia que se cuenta; y Gerardo Gardelín y Lisandro Adrober, directores musicales de Forever Tango y la exitosa Chicago. Pacheco dice que se animó a aceptar este trabajo al comprobar el profesionalismo de sus compañeros. Menciona a Valeria Ambrosio, encargada de la escenografía y de la dirección de arte; Cecilia Monti, del vestuario, y, entre otros, a Ariel Del Mastro, responsable de las luces. El espectáculo permanecerá sólo cuatro semanas en Buenos Aires. Después saldrá de gira por España (donde Romay ha remodelado un viejo teatro situado en una zona céntrica de Madrid), Portugal, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón y Estados Unidos.
Al director lo reconforta haber descubierto en el elenco “amplitud de criterio” y, según afirma, una solidaridad difícil de lograr entre sus colegas del off: “Hace veinte años que estoy con el GTL, y muchos más en el medio teatral, y sé cuánto cuesta armar una red solidaria. Entre nosotros hay muy poca reciprocidad”, sostiene. De todas formas, ha sabido insertarse desde tiempo atrás en los circuitos internacionales del teatro experimental. Un ejemplo ha sido su inaugural Sueños y ceremonias, una “rara” performance sobre los ritos. De ahí que, tras el debut de Tanguera (cuya coordinación internacional quedará a cargo, básicamente, de Gustavo Miller), deberá cumplir compromisos con la productora italiana Emaki –que convocó al GTL para el megaespectáculo Guerrieri, que se presentará en Milán y en ciudades de España y Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos– y el grupo español Atalaya, que dirige el sevillano Ricardo Iniesta. Este grupo presentó en Buenos Aires una versión de Elektra y estrenó Exiliadas, “cantata sobre la rebeldía femenina”, en el reciente Festival Mercosur de Córdoba. Un encuentro no limitado a la región, puesto que fueron invitados grupos de todo el mundo.
El encargo para conducir Tanguera partió del productor Diego Romay, interesado –según cuenta Pacheco– en los trabajos del GTL: “Vio casi todas mis obras, y se decidió. Quería un musical de ruptura, despojado de elementos canonizados. Para mí fue vital y enriquecedor, por ejemplo, que la bailarina María Nieves se prestara a elaborar un personaje desde laestética de mi grupo, con cuyo aval, y sobre todo con el de mi asistente de dirección, planteamos desarrollar una historia del tango de corte minimalista, y en ciertos aspectos onírica. Hubo una gran entrega de parte de los artistas que integran cada disciplina y rubro técnico. Es cierto que discutimos mucho, pero pudimos ir avanzando a partir de las coincidencias.”
En este acercamiento al tango, el director dice reencontrarse con su propia historia: “Mis padres se conocieron bailando tango. Por eso, pienso que con este trabajo estoy cumpliendo una deuda con mi padre muerto. Puede parecer demasiada coincidencia, pero él frecuentaba los mismos lugares a los que iba la bailarina María Nieves, a quien ahora dirijo. Mi viejo era muy piazzolliano, muy vanguardista... Desde chico escuché hablar de tango, y lo consumí sobre todo cuando me fui del país, exiliado. A los amigos que viajaban les pedía que me llevaran discos, muchos con temas de Eladia Blázquez, que también participa de este espectáculo. En general, los compañeros han sido generosos ante mi propuesta: no es fácil resignar la manera que tiene cada uno de encarar su propio trabajo. Sin embargo, llegamos a un acuerdo: Ariel (el iluminador Del Mastro) había visto Cinco puertas y Cautiverio (las dos obras permanecieron en cartel, en su teatrotaller La Otra Orilla, de General Urquiza 124, hasta mediados de diciembre) y se asustó, porque las luces no guardaban relación con lo que él había imaginado para el espectáculo. Pero después, cuando acordamos utilizar una luz puntual y decidir que Tanguera debía tener necesariamente una textura diferente de los musicales que conocemos, se acabaron todos los miedos”.