Vie 30.04.2004

ESPECTáCULOS

La ciencia, entre dios y la razón

En la presentación del libro Tecnología en la vida cotidiana, de Tomás Buch, se analizaron las consecuencias de la mitificación del conocimiento científico.

Por S. F.

Un nuevo demiurgo de las sociedades modernas suscita amores y odios tan pasionales que parecen irreconciliables. La omnipresencia de la tecnología provoca temores más o menos fundados, acaso porque las pautas de su complejo funcionamiento se escurren de la comodidad de las certezas. Tomás Buch, doctor en Química Física, escribió Tecnología en la vida cotidiana (publicado por Eudeba), para despejar muchos de los malentendidos que circulan por el imaginario social. “Para amplias capas de la población, la tecnología se ha transformado en un ente de características místicas. El hombre contemporáneo está frente a los milagros tecnológicos modernos en una postura similar a la del salvaje ante los fenómenos de la naturaleza: son fuerzas que no comprende y no controla y de cuya benevolencia depende”, señaló Buch durante la presentación de su libro, acompañado por el escritor Guillermo Martínez y el editor del suplemento Futuro de Página/12, el escritor y periodista científico Leonardo Moledo. “Existe una significativa confusión entre los fines y los medios, una de las características del capitalismo tardío –advirtió el autor–. La finalidad del capitalismo no es la resolución de problemas humanos sino el lucro. Si se tratase de remediar necesidades, estaríamos dándoles de comer a mil millones de hambrientos, y no gastando el dinero en armas de destrucción masiva.”
En opinión de Buch, cuando se habla de “la” tecnología se produce una mitificación, porque se la piensa como “una entidad con voluntad propia, una especie de deidad”. El libro, entonces, se propone desmontar las consecuencias de esta mitificación. “Quisiera darles ciertas armas para que se defiendan contra la demagogia tanto tecnofílica como tecnofóbica. Es interesante ver de qué manera el extremo tecnofílico engancha con ciertos movimientos de tinte romántico-fascista de los años ‘20. Y no está mal recordar que la Alemania nazi fue el primer país que estableció una legislación muy severa en cuanto al cuidado del medio ambiente, aunque al mismo tiempo consideraba a sectores enteros de su población como objeto dañino y cuya destrucción era deseable.” Buch no es optimista ni pesimista. No predica ni denuncia. Simplemente muestra cómo la tecnología se introdujo de modo inexorable en la vida cotidiana de los individuos del siglo XXI. “Bacon puso el mandato del dominio de la naturaleza a nuestro servicio. Para él, habría una restricción moral que nos impediría hacer cosas indebidas, porque creía que la sociedad iba a tener la sensatez suficiente para morigerar el efecto que este dominio podría tener sobre la naturaleza”, añadió Buch.
“Estamos presenciando un viraje histórico de la cultura actual. De la idea de progreso, que nació en el siglo XVI con la revolución científica y el comienzo del capitalismo, estamos pasando a una idea de conservación. Las sociedades y las culturas se están volviendo conservadoras”, planteó Moledo. El editor de Futuro subrayó que la ciencia como concepto no encaja en una cultura conservadora. “Es muy difícil imaginarse un sistema científico que se proponga retroceder porque la ciencia incluye, dentro de sus presupuestos, la idea de que se puede saber cada vez más.” El viraje cultural hacia la derecha, para Moledo, también afecta a la izquierda, que se está volviendo cada vez más conservadora. “Así como la Edad Media ponía su foco en la edad de oro perdida, la sociedad moderna lo hace en el futuro. Pero al mismo tiempo, se pasó del ataque a la resistencia. Ahora se habla de resistir a la globalización y no de atacar, como se hacía en la primera mitad del siglo XX, cuando el mundo se encaminaba hacia una opción de progreso y socialismo, que todos sabemos cómo terminó.”
Al fin y al cabo, época de transición, quizá de desconciertos fluctuantes, Moledo sostuvo que durante las pausas históricas hay que dedicarse a pensar. “Por eso me parece que la filosofía tiene tanta fuerza en este momento. La ciencia siempre cree saber lo que hay que hacer. Hay una cesura natural entre esa reflexión y lo que la ciencia propone. ¿Dónde podemos reflexionar?”, se preguntó Moledo. “Tal vez la literatura y los libros sean el lugar de reflexión. Todo el mundo se queja de que no se lee, pero se están publicando más libros que nunca.”

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