Mié 12.05.2004

ESPECTáCULOS

Sobre los muertos que sólo respiran

“Una película que no toma riesgos estéticos ni cinematográficos me aburre”, dice Lisandro Alonso, que abrirá hoy la Quincena de Realizadores con la historia de un hombre que sale de la cárcel en busca de su hija.

Había filmado la primera escena de Los muertos antes de conseguir fondos. Pero durante el Festival Independiente de 2003, Lisandro Alonso consiguió el dinero para rodar una historia donde todos están como muertos. Los muertos abre hoy la muestra paralela Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes. La historia podría resumirse en una frase: un hombre llamado Argentino Vargas que sale de la cárcel y va en busca de su hija. Al menos ésa es la historia explícita del film, que muestra en un sentido hiperrealista que no sólo está muerto quien dejó de vivir, sino también aquel que no hace más que respirar.
–¿Dónde filmó Los muertos?
–Una parte se filmó en Corrientes, en una cárcel de mínima seguridad. Está lleno de gente rural, pero había también violadores, asesinos. Los guardias nos custodiaron el primer día, pero otros dos días trabajamos sin custodia. Se cansaron, no sé. Mientras rodábamos pensaba que nos agarraban del cuello y se armaba el motín o nos robaban una cámara. Pero no pasó nada, así que le agradezco a la gente del Penal Nº 1 de Corrientes. Al final nos hicimos amigos y les regalamos un televisor.
Curiosamente, el robo sucedió en Buenos Aires: el mismo día que mostró su película en el Bafici, entraron a su estudio y se llevaron sus equipos. Alonso dice que su idea era filmar en una cárcel y en un lugar con mucha vegetación. “Tenía el contexto, faltaba la historia”, dice. Para terminar de financiarse, recibió 10.000 dólares de Antorchas, otro tanto de Hubert Bals de Rotterdam, apoyo de la televisión VPRO de Holanda, de la TV suiza, del canal ART.
–¿Cómo llegó entonces al guión?
–Pensé en la historia de un tipo que pasó 25 años en prisión, que vivió la mitad de su vida en la cárcel, que asesinó a sus hermanos cuando tenía 10 o 12 años, que no tenían noción del mundo. Sale y se encuentra con el mundo como lo dejó años atrás. Se muestra desde un día antes de salir. Uno puede ver el mundo desde su confort, desde su auto, su computadora, pero si no se tiene nada es distinto. Esta es la historia de los omitidos, de los que no son nada.
–Sin embargo, no se saben las causas del asesinato...
–El mundo en el que mató a sus hermanos no me interesa. Desde mi cabeza no encontré una explicación “racional”. ¿Qué voy a decir? ¿Que mató porque tenía hambre? No, pero puedo contar que cuando la violencia se multiplica con el alcohol, se mata tranquilamente. Argentino Vargas es universal. Miles de personas viven el desamparo. Ellos lo toman como normal, pero eso no es vivir. Su situación es agresiva.
–¿Cuenta desde la sutileza?
–Es un viaje. No me interesa subrayar políticamente lo que le pasa. Con La libertad pasó algo curioso, para algunos era un hachero que se interpretó como hombre libre que dignificaba el trabajo de hachero. Pero para mí era lo contrario. Aquí están todos muertos, mucha gente deja de vivir aun estando viva.
–Cuando se encuentra con un amigo, Vargas le dice “de eso ya me olvidé” y sigue un viaje silencioso... ¿por qué no explica nada?
–No quería volver sobre el tema y tampoco darles una respuesta a esos personajes. En verdad, es una licencia porque, en realidad, en ese lugar el amigo ni le hubiera preguntado nada. Se aprecie o no, quiero hacer un cine con riesgos. Una película que no toma riesgos estéticos ni cinematográficos me aburre. Me gusta no saber dónde me lleva un film.
–Obtuvo apoyo europeo para filmar. ¿A qué se debe?
–Les interesa mostrar algo que no tienen. Es una manera sutil de acercarlos a estos mundos sin hacerlos sentir culpables, sin mostrarlos como víctimas. En la raza humana, para que unos vivan otros tienen que morir. Para que exista el Primer Mundo tiene que existir un tercero.
–Es una visión pesimista, ¿no?
–Uno tiene esperanza, pero son procesos largos. Yo tengo la sensación de que con cada paso adelante, se dan cien pasos para atrás.
–¿Por qué Vargas degüella una cabra?
–Esa es la muerte: la cabra estaba viva, de repente no está más. Quería mostrar que Vargas no tiene gestos, que apenas respira, tiene la fuerza del mal a flor de piel, en un lugar donde se puede estar muerto en un segundo. Matar es natural, aunque a algunos les parezca salvaje. Podría haber sido más sutil, pero no es la realidad. En la selva se mata para comer, en la ciudad también. Después de cuatro horas de viaje por el río, Argentino Vargas llega a buscar a su hija, encuentra otra vez niños, vuelve a su momento original. Me pregunto si es capaz de volver a matar.

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