Jue 04.04.2002

ESPECTáCULOS  › “ITALIANOPARA PRINCIPIANTES”, DE LA DIRECTORA DANESA LONE SCHERFIG

Dogma, en tono de comedia romántica

La primera película que dirige una mujer bajo los preceptos del Dogma inventado por Lars von Trier en “Los idiotas” se aleja de la sordidez de los primeros films del grupo y propone en cambio un juego efervescente y ligero alrededor de los desencuentros del amor.

› Por Luciano Monteagudo

Desde su repentino Blitzkrieg sobre el Festival de Cannes de 1998, con la presentación simultánea en competencia de La celebración, de Thomas Vinterberg, y Los idiotas, de Lars von Trier, el llamado Dogma provocó una pequeña revolución en el cine del fin del milenio. Al menos una revolución de marketing, en la medida en que a partir de la irrupción de esos diez mandamientos del nuevo cine –que entre sus votos de castidad incluían la necesidad de rodar en escenarios reales sin recurrir a ningún artificio de iluminación, de utilería o de sonido–, Dinamarca volvió a ocupar un lugar en el mapa. Los films que adhirieron luego al Dogma y que consiguieron un certificado de autenticidad firmado por el propio Von Trier –el sumo sacerdote, que ya se quitó los hábitos y dejó que sus feligreses continuaran con el credo– no fueron todos necesariamente daneses. Hasta hubo algún olvidable espécimen argentino. Con Italiano para principiantes, opera prima de Lone Scherfig, el Dogma vuelve a su país de origen, pero ahora con un espíritu de alegre comedia romántica, en las antípodas del carácter sórdido y revulsivo de aquellos films iniciales.
Es verdad que Secretos de familia (Mifune,1999), ya tenía un tono mucho más leve y festivo, pero aquí en Italiano para principiantes la directora –la primera mujer que se le atreve al Dogma–, sin renunciar a los mandamientos del grupo y munida, como en los casos anteriores, de una pequeña cámara digital, se propuso ir aún más allá. En sus propias palabras, “hacer una película ligera, efervescente, con lugar suficiente para las ocurrencias que los actores tuvieran sobre la marcha, donde no hubiera complicaciones y en la que todo se moviera muy de prisa”. El resultado está a la altura de sus intenciones. Su film avanza siempre con gracia y agilidad en la pintura de un grupo de hombres y mujeres de treintaipico, solteros sin compromiso pero desesperados, en última instancia, por comprometerse, por afianzar una relación, por concretar un lazo afectivo que vaya más allá del fugaz encuentro de una sola noche.
El pequeño pueblo danés en las afueras de Copenhague no tiene muchos secretos. Todos se conocen y saben de sus alegrías y sus miserias. Pero nadie se atreve a expresarlas abiertamente. La llegada de un joven pastor protestante (Anders W. Berthelsen, el mismo actor de Mifune), que se hace cargo de la parroquia local, será un poco el desencadenante de muchos de los encuentros y desencuentros amorosos del grupo, que incluye entre su fauna a una tierna peluquera y a un ex futbolista que vive de una gloria lejana.
El punto de encuentro del grupo no es tanto la parroquia, en la que eventualmente un casamiento o un velorio se convierte en el centro de atención de la comunidad, sino más bien un curso nocturno de italiano, que en ese frío rincón del mundo les permite soñar a esos solteros melancólicos con una tierra idílica, a la que evocan con sólo pronunciar algunas pocas palabras en el idioma del Dante. Lo peculiar de Italiano para principiantes es que, desde el pastor hacia abajo, todos parecen los seres más comunes del mundo pero, sin embargo, están ligeramente descentrados, como si sus vidas giraran apenas un poco por fuera del eje de la normalidad. Esto le da al film un cierto sesgo de humor absurdo quele da a esta incursión del Dogma por la comedia romántica su toque de personalidad.

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