ESPECTáCULOS
› LUIS SALINAS TOCA MAÑANA CON LOS HERMANOS FATTORUSO
“Dejar entrar la inspiración”
El guitarrista que empezó siendo un nombre secreto entre colegas, hoy es un referente de la música popular argentina. Después de dos discos grabados en Estados Unidos, estará aquí junto a su grupo.
› Por Diego Fischerman
De nombre secreto entre colegas a referente obligado de la música popular argentina, el camino de Luis Salinas podría resumirse, en sus propias palabras, en el recorrido que va “desde las zapadas interminables en Oliverio hasta sentir, como siento ahora, que si alguien no tiene nada que decir, mejor que no diga nada”. A lo largo de la charla con Página/12 esa cuestión –el “tener o no tener algo para decir”– es, junto con la honestidad, uno de los temas recurrentes. Es que para este guitarrista que deslumbró a Tony Lipiuma (el productor discográfico que capitaneó el regreso de Miles Davis en los 80), que grabó en Estados Unidos con los mismos músicos que habían acompañado a George Benson y de quien hablaron admirativamente todos los músicos que llegaron a Buenos Aires, desde Hermeto Pascoal a Chick Corea, hay pocas cosas que cuenten más que la sinceridad. “Cuando un músico macanea, se nota enseguida”, explica.
Mañana y el sábado 13, Salinas tocará de nuevo en Buenos Aires. Junto a él estarán el bajista Daniel Maza y los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso (será la primera vez en esta ciudad en que los dos estén juntos en el grupo). Los dos conciertos en La Trastienda, ambos a las 23, no responden a la necesidad de presentar un nuevo disco, ni un nuevo grupo, ni nada. Apenas a las ganas de tocar. Y es que estar sobre un escenario con su guitarra es, simplemente, lo que más le gusta y lo hace todo lo que puede. De hecho alguna vez recibió críticas por algo que podría ser confundido con incontinencia o, peor, con falta de autocrítica. Como respuesta saca a relucir lo que dijeron Lipiuma y Benson cuando escucharon por primera vez una grabación suya, tomada durante un recital: “En vez de decir ‘éste no para nunca’ dijeron ‘qué de cosas para decir que tiene este pibe’”. De todas maneras reconoce que, con el tiempo, fue aprendiendo a elegir más, a dosificar, a resumir. “Eso viene con los años. Uno aprende con los buenos músicos pero también con los malos. Uno se va dando cuenta de qué cosas no deben hacerse.”
–Tomando en cuenta sólo los buenos, ¿con cuáles aprendió más?
–Mis mejores maestros son los discos, y en particular los discos en vivo. Yo toco arriba de los discos. Ahora, los que más me gustan son Django Reinhardt, Benson cuando toca jazz, Joe Pass. Y cuando escucho a Grela me emociono. En general, en la vida como en la música, me engancho con los que dicen la verdad. Y, fuera de mi instrumento, tipos como Dino Saluzzi, Salgán o Adolfo Abalos marcan un camino. Otro que me enseñó algo importante fue Lobito Martínez, un pianista paraguayo extraordinario, que conocí gracias a Cardozo Ocampo. Una noche, como a las cinco de la mañana, estábamos charlando y yo le contaba que me ponía muy nervioso cuando estaba delante del público. Y él me dice: “No tiene por qué ponerse nervioso, porque la gente no viene a escucharlo a usted sino a la música, y cuanto menos se interponga entre ella y la gente, mejor”. Y es cierto. Si uno se pone a pensar en uno mismo, no hay música.
–¿Qué balance hace de sus grabaciones en Estados Unidos?
–Por un lado es indudable que me abrieron caminos. Por el otro, ninguno de los discos que hice allí son, en un sentido estricto, discos míos. La mezcla está recortada, como pasteurizada. Hay momentos en que toqué al mango y eso en los discos no está. Creo que a los productores les interesó lo que pudieron escuchar de diferente en mí pero después, a la hora de definir el sonido del disco, trataron que pareciera lo menos diferente posible. Tanto Salinas, que salió en GRP, como Rosario, que fue editado por Universal, suenan bien, por supuesto. Los músicos con los que toqué son excelentes. Pero el concepto general no es el mío. En Rosario se llegó al extremo de cortar los solos de Fattoruso y de agregarle a algunos temas unas cuerdas sampleadas. Por ese motivo discutí mucho y al final logré que le sacaran todo lo que le habían agregado y que le pusieran lo que le habían sacado. Pero eso me valió que el disco no saliera en GRP. Ahora quiero entrar a grabar un disco de música argentina, pero la situación económica es dificilísima.
–¿Qué lugar ocupa en su música la técnica instrumental?
–Eso lo hablaba una vez con Tomatito. Creo que hay tres etapas en la relación con el instrumento. La primera tiene que ver con lograr manejar la guitarra y no que la guitarra lo maneje a uno, lo cual puede llevarnos toda la vida. La segunda es lograr decir algo con el instrumento. Y la tercera etapa es que eso que decimos sea interesante. Porque también se pueden decir boludeces. Lo maravilloso es la inspiración, pero eso no es algo que uno maneje. Hay que estar preparado espiritualmente para dejarla entrar si llega pero, también, para romperse el alma y ponerlo todo si no viene.
–Muchos músicos populares suelen enaltecer la simpleza y denigrar el intelectualismo. ¿Cuál es su posición al respecto?
–No hay que ir más allá de lo que uno puede y no hay que hacer cosas para quedar bien con unos o con otros. Hay músicos que, con total sinceridad, tienen un abordaje intelectual. Otros son más intuitivos. Ninguno es mejor que otro, siempre y cuando diga la verdad. B. B. King toca siempre las mismas notas pero las toca siempre de manera diferente. En él, la simpleza no es un obstáculo porque se las ha arreglado para decir mucho con muy poquito. Scott Henderson tiene, en cambio, una técnica deslumbrante. Y eso no lo hace mejor pero tampoco peor. Yo soy un intuitivo pero eso no es ningún mérito. Tendría que estudiar algunas cosas porque la cuestión es que no saber el nombre de algunas de las cosas que hago me impide transmitirlas con claridad. Supongo que si supiera escribir música, los músicos yanquis con los que toqué hubieran hecho lo que yo quería y no lo que querían ellos.