ESPECTáCULOS
› ANDY CHANGO, EL ROCKER QUE ESCANDALIZA HABLANDO DE DROGAS
“Yo no soy otro payaso televisivo”
Argentino radicado en España, Andy se convirtió en figura recurrente de los programas de la tarde con su discurso sobre la marihuana. “Voy a la tele porque me viene bien la plata pero me interesa el debate”, cuenta.
› Por Pablo Plotkin
Andy Chango está tomando una gaseosa en un bar de Palermo, a una cuadra del canal de TV en que concretó sus últimos aportes a la gesta cannábica. Se le acerca una mujer de unos 40 años, teñida de rubio, bien arreglada. Lo aborda: “Disculpá, vos aparecés en la tele, ¿no? Hablás a favor de la marihuana y todas esas cosas...”. “Sí”, asiente Andy. “Bueno, tené en cuenta que hay chicos que te están escuchando, entre ellos mis hijos. No me gusta nada lo que hacés. Quiero que lo sepas. Yo también tengo derecho a decir lo que me gusta y lo que no”, dice, algo nerviosa. Chango contesta: “Sí, pero no estamos en un programa de tele, y ésta es mi vida privada, así que andá y contale tu problema a tu psiquiatra”. La rubia parece espantada. “Creo que sos más loco de lo que parecés. Si eso fuera posible”, concluye, y abandona el bar. “Parece que sí”, admite Chango, y después vocifera: “¡Vos no sos la clase de idiota que parecés!”.
El hecho de que a Andy Chango se lo conozca como al tipo “que aparece en la tele defendiendo la marihuana y todas esas cosas” se debe a un puñado de razones: diversión, convicción por la causa de la legalización, necesidad de promoción y dinero rápido, como admite. Radicado en Madrid desde hace varios años, Andrés Fejerman tiene tres discos como solista –Andy Chango, Las fantásticas aventuras del Capitán Angustia y Grandes éxitos en familia–, ya grabó el cuarto y consolidó un público más o menos leal en el circuito español. Astuto catalogador pop-rocker del desenfreno, es un artista ignorado por la industria musical argentina, acaso por sus letras tan escandalosamente explícitas. Así fue como encontró un lugar en los medios mediante su defensa al consumo de drogas, entre otras libertades. Primero en el programa de Samuel Gelblung, después en el de Lucho Avilés y recientemente en el de Mauro Viale. Y todo para promover los conciertos que concreta en sus visitas, aunque eso le signifique una causa iniciada por el Comfer.
–La intervención en “Indomables” volvió a generar un pequeño revuelo. ¿Conocía a Mauro Viale?
–Sabía que era un espanto, pero vuelvo a creer que el resultado de esas apariciones es positivo. En la calle algunos me dicen que digo cosas que otros no dicen, ven valentía. Lo que nunca me pasó con mi música, por no estar en las radios, me pasó yendo a esos programas. Mi meta final no es ser panelista de TV, es que me conozcan y se acerquen a ver un concierto. Pero después de darle vueltas al asunto, me di cuenta que genera cosas positivas, a pesar de que toda surja de un programa negativo. Defender la legalización del porro es una causa que siempre apoyo. Pero no soy un valiente. Simplemente hablo de más, me meto en problemas y me voy corriendo. Sí defiendo la libertad de pensamiento. En ese sentido sí soy valiente. Y la legalización es una causa que tiene su profundidad. Las cárceles argentinas están llenas de chicos presos por tener porro. En un país lleno de políticos ladrones y violentos, que le arruinen la vida a un chico por eso me parece un atropello a la razón. Quiero decir que aparte del circo y de la bromita, y de ir a un programa grasa y estar chispeante para alegrar a algún amigo, hay un tema de fondo que me interesa.
–El problema es que, al momento de plantear un debate inteligente, no parece haber interlocutores válidos.
–Esta vez yo no quise discutir. Planteé que iba a llevar un video hecho en el País Vasco sobre un concurso de agricultores de cannabis. Lo iba a presentar y no se iba a hablar. Después, como siempre en esos programas, todo es un poco engañoso: terminan hablando y yo termino contestando. Pero no era el plan inicial. El plan era ir con (el abogado) Joe Stefanuolo, pedir dos interlocutores válidos y plantear el debate. De cualquier modo, me conformo con que alguna gente se divierta y que se puedan empezar a pelar cosas en ese terreno. Es tranquilizador.
–También dijo al aire que sólo va a esos programas por dinero.
–Yo había aclarado que, para hablar, me tenían que pagar. Bajé del avión con 30 pesos y vine al programa con el video para tener plata para invitar a mis amigos, que están pobres. Me acababa de mudar, tuve separaciones y cosas que me dejaron bajo cero. Llegué, vendí el video, me gané unos pesos. Después dije: “Para hablar me tienen que pagar mucho más, porque no tengo ganas”. A los programas berretas voy por un cúmulo de cosas: me interesa defender la causa cannábica, me viene bien ganarme unos pesos y promocionar el concierto. Pero yo no soy otro payaso de la televisión.
–El primer disco era dedicado a las drogas; el segundo a las consecuencias de los excesos. ¿De qué trata el próximo?
–Es muy lindo, es muy diferente a los demás. Me fui a la sierra cuatro meses, a casa de mi hermana, y compuse en un sitio donde entraba el sol, cantaban los pajaritos, me fumaba un porrito. Entonces el material quedó muy cálido. Por primera vez tengo canciones que no hablan de la noche. Hay canciones como “A la sierra me voy”, muy bucólica. Estoy disfrutando de una libertad compositiva total.
–¿Extraña algo de los tiempos en que integraba Superchango en Argentina?
–Extraño la vida cotidiana rodeada de amigos. Eso no se puede reconstruir tan fácilmente. En Madrid tengo amigos muy buenos, pero hay algo que me une mucho más a los chicos de aquí. Es una vida en común y una manera de ser que existe, y que es argentina. Me fui quemado por los defectos del país, olvidándome de sus virtudes. Necesité tres, cuatro años para empezar a añorar la afectividad, la manera de quererse entre los amigos, el sentido del humor. Acá me río permanentemente. Allá tengo que hacer los chistes yo, y que se rían los demás.
–Pero siguen emigrando argentinos.
–Todo el tiempo. Me mudé a un pueblo perdido en las sierras de Madrid y ya tengo cinco amigos argentinos: Fernando Lupano, Tito Losavio, mi amigo Antonio, Dani el de la pizzería. Lo tenemos todo: uno tiene un estudio, otro el bar, otro la pizzería, yo la huerta. Pronto vamos a ser autosuficientes.
–¿Cómo encontró Buenos Aires?
–Noto en general un puntito más de tristeza, lo cual no me parece que esté mal. Hay dos reacciones: la euforia y la tristeza. Yo, que soy un eufórico viejo, últimamente prefiero la tristeza. Una tristeza bien entendida: bancarme las cosas por su nombre, y no hacer esa alquimia de “como estoy jodido me voy de joda y me olvido de todo”.