ESPECTáCULOS
› INES ESTEVEZ Y FABIAN VENA, PAREJA EN LA VIDA REAL, COMPARTEN ESCENARIO EN “LOCA”
“Nos interesa subrayar la defensa de la verdad”
Los actores protagonizan en Multiteatro una adaptación de la pieza teatral de Tom Topor, que utiliza la estructura de un juicio para abordar temas universales. “Hacía años que queríamos trabajar juntos, pero sólo lo íbamos a hacer cuando estuviéramos convencidos”, coinciden.
› Por Emanuel Respighi
Los camarines están detrás del escenario, separados tan sólo por un delgado panel de madera. Las diferencias entre uno y otro son notables. El de ella es un espacio iluminado, ordenado, con una impecable alfombra de largas cerdas blancas que oculta la frialdad del gris cemento del suelo. En un rincón, se destacan un termo con agua caliente y varios saquitos de té reposados sobre una pequeña mesita. En el de él, en cambio, el ambiente es más sombrío y descuidado; en esa habitación de no más de 5 metros cuadrados, prima el desorden: hay ropa y papeles por todos lados, y hasta el jarrito de un café frío a medio tomar sobre la mesa. Desde hace unas semanas, Inés Estévez y Fabián Vena se animaron a romper uno de los tantos mitos que invade la escena artística: ese que dice que no es aconsejable que una pareja de la vida real comparta el escenario. “Es una situación maravillosa: todo se potencia”, explica Vena. “Cuando la relación se basa en el respeto, la confianza, la incondicionalidad y la admiración, no puede surgir ningún problema. Si tenés rollo en tu casa lo vas a tener en cualquier lado. Si no tenés ningún problema en lo cotidiano con tu pareja, no tenés por qué tenerlo en el trabajo”, agrega Estévez.
Dirigida por Luis Agustoni, la pareja de actores protagoniza Loca (Multiteatro –Corrientes y Talcahuano– de miércoles a domingo), una adaptación de la pieza teatral de Tom Topor, que Hollywood llevó al cine hace tiempo con el título Me quieren volver loca (interpretada por Barbra Streisand y Richard Dreyfuss). La obra pone en escena la representación de la audiencia judicial en la que debe decidirse si Claudia (Estévez) está en condiciones mentales de someterse al juicio por el que se la acusa de asesinato. Defendida por el abogado Héctor Levinsky (Vena), Claudia hará lo imposible para demostrar –muy a pesar de su familia y del psiquiatra impuesto por el fiscal– que no está loca, aun cuando la comprobación de su imputabilidad le significa ser juzgada. A lo largo de la audiencia, en el que drama y humor se intercalan constantemente, un secreto familiar saldrá a luz, poniendo en duda muchas de las incidencias del juicio. “Hacía años que queríamos trabajar juntos, pero sólo lo íbamos hacer en el momento en que estuviéramos convencidos de que estábamos en los roles indicados y en una propuesta acorde a nuestros intereses. Y Loca condensa esas inquietudes”, señala Vena en la entrevista con Página/12.
–¿Qué los terminó de convencer de que Loca era una obra en la que podían trabajar juntos por primera vez en teatro?
Inés Estévez: –Que a través de la estructura del juicio, en apariencia estática, se habla de cosas universales: la defensa de la dignidad humana, la analogía o no entre moral y ética, el cuestionamiento del sistema legal, el cuestionamiento del sistema médico –que parcializa al ser humano en vez de tomarlo como integridad– y la defensa de la verdad. Cuando leí el guión me di cuenta de que yo quería hablar de estos temas. Me topé con un libreto con el que me identifico, que toca temas en los que creo y quiero defender. Porque en esta profesión uno tiene la responsabilidad, aunque sea mínimamente, de educar.
Fabián Vena: –Además de la obra, a mí me atrajo mi personaje, que es un abogado en pleno juicio, un registro poco visto. Y la obra es muy interesante al momento de jugar todas las noches. La esencia de la actuación es preguntar y responder. La obra es un acto vivo que todas las noches se puede desarrollar sin aburrirse, porque es muy dinámica. Y al saber que Inés iba a interpretar a Claudia Foster, no lo dudé: me dio mucha confianza.
–¿Cómo responde el público ante una obra que se desarrolla íntegramente en una audiencia judicial?
I. E.: –Muy bien, porque el juicio es una excusa para hablar de otras cosas, con las que mucha gente puede identificarse. Cuando ensayábamos no sabíamos cómo iba a reaccionar el público. Pero desde que estrenamos, nos dimos cuenta del nivel de humor que tiene la obra, porque la gente se ríe mucho. Es un humor muy mordaz, muy ácido. Pero también vemos que la gente se identifica con lo que se cuenta: hasta hubo gente que lloró. Es insólito: en el escenario escucho a la gente reír y sonarse la nariz a la vez. Hay una oscilación de la risa al llanto que se alterna. Es una obra que tiene hilos conductores que generan identificación. ¿A quién no le ha pasado en algún momento de su vida sentir que tiene la verdad consigo y que igualmente le dicen que uno está loco?
F. V.: –¿Quién no tiene relaciones filiales en las que todavía uno va construyendo o deconstruyendo? ¿Quién no ha sentido impotencia con cuestiones administrativas con el Estado o con la manera de medicar el mundo? El hecho de que Loca se desarrolle en un juicio no es un impedimento, porque es un lugar que el público domina. La gente sabe que hay un abogado defensor, un fiscal, un acusado, un juez y los testigos. Es algo que uno conoce de movida. No es que se cuentan determinadas emociones a través de estructuras desconocidas, como el teatro alemán, sino que se lo hace desde un facilitador cotidiano como es un juicio.
I. E.: –Además, en un momento donde se está apelando tanto al efecto visual, ver una apuesta aséptica –donde lo que está en juego sólo es la actuación– es de agradecer. Porque actualmente hay una polución de esta tendencia efectista. Entonces, ver una pieza teatral actuada, sin música, con una estructura escenográfica reconocible, es bienvenida. Es una obra de solidez actoral y punto. No se busca otra cosa más que transmitir desde la actuación, con una dirección que busca la excelencia sin olvidarse de la sensibilidad.
–La obra indaga una temática que en la actualidad está en boga en el país: la racionalidad del Código Penal y su posible reforma. Ya como ciudadanos, ¿la obra los acercó al sistema legal de otra manera?
I. E.: –Cuando leí la obra no hubo nada que me revelara algo que no supiera. Al contrario: me confirmó que los sistemas inventados por el hombre tienen fallas serias, trampas graves y que hay grandezas que dependen de la pequeñez de ciertos seres. La sorpresa me la llevé a través de una amiga mía, que tiene un cargo importante en la Corte. Me contó que ella, junto a otras personas, son las encargadas de estudiar las causas y determinar las sentencias, y después el juez las firma. Me dijo que casi nunca el juez las llama para discutir sobre las penas o los indultos a partir de su propia investigación. Entonces, uno se pone a pensar, que los jueces, a lo sumo, estudian informes escritos, pero no escuchan ni ven a las partes. En ese sentido, creo que el sistema legal es “pamplinas”. Aun cuando lo necesitemos, creo que el sistema legal tiene vericuetos que terminan siendo trampas mortales.
F. V.: –Una de las misiones de los actores es pegar el grito en el cielo sobre determinadas cuestiones. Y en Loca es un grito crítico por la impotencia que uno siente frente a las grandes administraciones que sin duda, si vivimos como vivimos, tienen enormes fallas. En Loca estamos pegando el grito en cuanto a la libertad y la responsabilidad individual que cada uno tiene, sin necesidad de ser juzgados por el simple hecho de ser diferentes. Como dice Claudia Foster: “Yo no conozco a jueces que hacen cosas privadas y nunca nadie les hizo un test psicológico”. Creo que a lo largo de la obra queda manifiesto el rol ridículo que tiene una persona a la hora de juzgar si una persona está loca o no.
–En la obra hay también una relación muy particular entre Claudia y su madre, como una relación enfermiza que no le deja a la protagonista desarrollarse por sí misma.
I. E.: –Creo que responde a una cuestión de género. La relación de una madre y una hija, cuando es conflictiva, está llena de matices y contradicciones. En cambio, cuando un hijo se lleva mal con su madre es muy claro el mensaje: “La quiero matar”. Y punto. Cuando se trata de madre e hija, todo es más conflictivo por el simple hecho de que su madre es su imagen, es su primer referente de mujer. En este caso, la madre ha procurado lo que ella creyó que era lo mejor para su hija y va hasta las últimas consecuencias. No quiere hacerle daño, pero equivoca el camino: hace lo opuesto de lo que debería hacer, haciéndola pasar por loca para que sea inimputable. Pero todo parte de la incomunicación, que es el gran problema de nuestra sociedad. El problema de las adicciones, de los adolescentes desinteresados, parten de la incomunicación, de la imposibilidad de decir, de la falta de diálogo abierto y sincero. Y en la relación entre esta madre e hija pasó esto: hay grandes secretos que nunca se han podido develar y que han podrido la vida de los integrantes de esta familia.
F. V.: –Hay más casos de los que creemos de la conveniencia de declarar inimputable a determinada gente como artilugio legal.
I. E.: –Hay mucha gente que se autodenomina loca para zafar de determinadas situaciones, como un justificativo o una salida facilista para no enfrentar ciertas verdades. Lo interesante de Loca es justamente la defensa de la verdad de parte de la protagonista, en detrimento del propio beneficio, porque diciendo la verdad ella se perjudica: tiene que enfrentar un nuevo juicio, otro más, peor tal vez. Pero ella quiere ser responsable de sus actos, quiere construir su propia vida.
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