Mié 30.06.2004

ESPECTáCULOS

Los Beastie Boys y una carta de amor a Nueva York

To the 5 Boroughs, el nuevo disco del trío blanco que cambió la historia del hip hop, refresca en poco más de cuarenta minutos sus mejores armas, una obra que recuerda al monumental Paul’s Boutique.

Por E. F.

Podrá haber muchos blanquitos animándose a escupir rimas en el universo hip hop, pero ninguno logrará acceder jamás a los niveles de onda expresados por Michael “Mike D” Diamond, Adam “Ad Rock” Horovitz y Adam “MCA” Yauch, más conocidos por Beastie Boys. Desde 1986, el trío de Brooklyn viene inventando, dinamitando y reinventando el modo de hacer cultura rap desde la vereda menos pensada, abonando el terreno para el fenómeno de Eminem, pero quedándose siempre con el cetro de los que saben positivamente lo que hacen. O para rescatar un viejo chiste de los quemados Beavis & Butt-Head: estos tipos son tan cool que hasta se deben mover en cámara lenta, como en sus clips.
El inconveniente es que el grupo estira cada vez más sus tiempos de producción. Entre el incendiario Licensed to Ill y Paul’s Boutique mediaron tres años; de allí a Check Your Head, otros tres; en 1994, Ill Communication acortó la espera a dos años, pero hubo que esperar otros cuatro para Hello Nasty. Y hubo que aguantarse nada menos que seis años y un atentado con aviones para llegar a To the 5 Boroughs, la particular carta de amor de los Chicos Bestia a su ciudad. Y a la vez testimonio de los tiempos que corren, un recorrido que va de la explícita An Open Letter to NYC al alegato anti-Bush, Michael Moore con la gorrita hacia atrás, de Takes Time to Build o Right Right Now Now. Para colmo, esta vez el trío –nuevamente secundado por Michael Schwartz (a) DJ Mix Master Mike, que ya le había sacado humo a las bandejas en Hello Nasty– se decidió por una duración de vinilo que hace pasar la experiencia en un suspiro.
No importa. 42 minutos de Beastie Boys son mejores que seis años de silencio, y muchas veces es mejor sustraer que llenar un CD con pura hojarasca. Lo que verdaderamente interesa de To the 5 Boroughs es el postulado artístico, que lo acerca a una obra capital del currículum bestia. Según consta en el sitio oficial www.beastieboys.com, el planteo final del disco surgió en el ciclo New Yorkers against Violence de 2001: “En esos shows nos inclinamos por un formato bien hip hop, sólo bandejas y micrófonos, y nos sentimos tan cómodos que decidimos utilizarlo para el disco. No descartamos volver a tocar instrumentos en un futuro cercano, y aquí hay algún instrumento tocado aquí y allá, pero la gran mayoría es programación. Este es un disco totalmente hip hop”, comentan. Entonces, el arte de Matteo Pericoli –que incluye a las derrumbadas Torres y unifica varios edificios célebres de Nueva York en un solo bloque– termina relacionándose con 1989 y otro librillo que al abrirlo unía esquinas distantes, cuando Paul’s Boutique se imponía como el Abbey Road del hip hop y abría la era del multisample utilizado creativamente.
Así, To the 5 Boroughs se apoya en un criterio de producción sumamente elaborado, pero a la vez seco y minimalista, en el que los trozos de sonido construyen la base y las voces de los protagonistas dibujan paisajes impredecibles, disparando rimas frenéticas, alucinadas, inquietantes o singularmente melodiosas para semejante contexto, entrando y saliendo del mix, jugando con el delay y el vocoder y contrapunteando con un DJ capaz de meter solos que reemplazan bien a la guitarra más inspirada. En su propio estudio, los Oscilloscope Laboratories (donde por primera vez se calzaron el traje de productores), los Beastie Boys retomaron la tarea de deconstruir y rearmar patentada por aquel disco, un salto gigantesco con respecto a la adolescencia del debut. Lo hicieron con la precisión de los conocedores, lejos de la cita y la autoparodia. En el camino, los blancos más cool del hip hop anglosajón demuestran que se puede estar en la frontera de Tacuarentown y mantener la vanguardia, y ser moderno y no eludir cierto compromiso político, y al mismo tiempo no perder las ganas de fiesta. Una vez un Beastie Boy, siempre un Beastie Boy.

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