Jue 01.07.2004

ESPECTáCULOS  › OPERETA SOBRE TEXTOS DE WITOLD GOMBROWICZ

“Enfrentar el academicismo”

Oscar Strasnoy es argentino. Ganó premios en Europa. Y compuso una obra basada en el escritor polaco, que hoy se estrena en el CETC.

› Por Diego Fischerman

Oscar Strasnoy terminó su carrera de profesor de piano en el Conservatorio Nacional de Argentina y se fue a París a estudiar composición en el Conservatorio de París. Tenía 19 años y ahora, 15 años después, premiado con el Orpheus en 2000, por su ópera Midea, director musical de la Orchestre du Crous de París entre 1996 y 1998, becario de la Akademie Schloss Solitude y compositor en residencia en la Villa Médicis Hors les Murs y en el Palacio Edenkoben de Alemania, estrenará en su ciudad natal una obra cuyo texto pertenece a alguien que hizo un camino casi opuesto: el polaco Witold Gombrowicz, que llegó a Buenos Aires invitado por una compañía naviera y se quedó veinticinco años.
“Alcancé cierto renombre en la Argentina, no tanto como autor, sino por ser el único escritor extranjero que no acudía en peregrinación al salón de la señora Ocampo”, decía el escritor en un reportaje realizado por Dominique de Roux. “La lucha de un artista es enfrentarse con el academicismo de su época”, dice Strasnoy. Y si Gombrowicz fue una especie de ave bastante rara, tanto para Polonia como para Buenos Aires, el compositor asegura que “hoy Pierre Boulez es como Vincent D’Indy en la época de Debussy”, refiriéndose al músico que las nuevas tendencias de comienzos del siglo XX tomaron, en su momento, como encarnación más perfecta del mal –es decir de la idea de estética oficial y, por ende, reaccionaria–. “La referencia directa y explícita de Geschichte/La historia es la opereta vienesa; es decir, la estupidez”, reflexiona Strasnoy acerca de la obra que se presentará a partir de hoy a las 20.30 en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. En una charla con Página/12, el compositor dice que “no hay citas pero sí una alusión a ese mundo tonto, muy kitsch; algo que tiene que ver con el absurdo, con la escritura de Gombrowicz”.
La obra, escrita a capella e interpretada por el Neue Vocalsolisten, es una coproducción con la Akademie Schloss Solitude, con Musik der Jahrhunderte y con la Opéra de Lille y se presentará también mañana y el sábado 3, en el mismo horario, y el domingo 4 a las 17. La régie, la adaptación del texto y la iluminación de Geschichte/La historia corresponden al director de escena búlgaro Galin Stoev, realizador de numerosas producciones para el Teatro Nacional de Sofía, el Festival de Berlín y el Teatro Nacional de Macedonia. La escenografía y el vestuario son de Geneviève Periat, escenógrafa suizo-francesa, radicada en Bruselas. “En la escritura se evitó, de todas maneras, la estructura rígida de la opereta, con su sucesión de solos, conjuntos y diálogos”, comenta Strasnoy. “Pero también se evitó el canto hablado, esa cosa expresionista que a mí me parece insoportable. Lo teatral y lo musical no tienen fronteras definidas en esta obra y, a veces, uso un recurso que me gusta mucho, que es la superposición del canto y la voz hablada.”
Strasnoy rescata, además, “algo que está en Gombrowicz y es esa especie de nostalgia ridícula por lo aristocrático; una nostalgia totalmente inventada. La opereta, un género muerto, gracias a Dios; algo despreciado, desconocido por los jóvenes y a su vez tan teatral, tan artificial, fue para mí la manera más natural de traducir a la música esa idea. Hay algo también de la música centroamericana y caribeña. Nada textual, más bien una sombra. Algo que tiene que ver con la obligación de ser divertidos; con esos aristócratas que querían ser livianos, ocurrentes, populares y, por supuesto, no lo lograban”.
–A partir del siglo XX deja de haber una única manera de entender la relación entre el texto y la música. Hay compositores y obras que buscan que las palabras se entiendan y otros que persiguen exactamente lo contrario. ¿Cuál es la hipótesis de Geschichte?
–Esto es teatro. Y lo es en el sentido más directo. A mí me interesa que se entienda el texto.
–Uno de los rasgos de época de mucha de la música escrita en la segunda mitad del siglo pasado es el evitamiento de las pulsaciones regulares. ¿Qué posición tiene al respecto?
–Yo nací en 1970. Hay muchas cosas que para mi generación son casi ridículas. Es como una discusión de viejos. Es como opinar sobre el peinado de una abuela. Yo respeto esas cuestiones porque me dan un poco de ternura. Uno sonríe frente a mucha de la música de los sesenta y los setenta como sonríe frente a un corsé. Hay cosas mucho más importantes para preocuparse que por eludir la idea de ritmo, por ejemplo registrar la música que suena alrededor. No digo para calcarla ni mucho menos. Pero nosotros crecimos escuchando rock. No puede ser que la música que hagamos no tenga nada que ver con el espíritu de esta época. El compositor que escribe hoy como el Boulez de manual de conservatorio –porque en París eso es lo que se estudia en los conservatorios– no tiene ningún interés. Imitar lo que era moderno hace cuarenta o sesenta años es lo mismo que hacer un ejercicio imitando a Bach o a un motete del Renacimiento. Un compositor no tiene que terminar con la tradición, por supuesto, pero tiene que hacer la suya.

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