ESPECTáCULOS
› “HINCHAPELOTAS”, “INVADECUARTOS” Y “METICHES”
MTV tiene su propia policía
El boom de programas “idiotas” se renueva con estrenos que van más allá del reality y hurgan en la vida de la gente de mala manera.
› Por Julián Gorodischer
Los recontraidiotas no se conforman con el ridículo y salen a arruinar vidas ajenas: su marca ya no es la escatología. Antes, en el 2001, los Jackass inauguraron en MTV la era del asco, dando vida a una tribu, liderada por el conductor y actor Johnny Knoxville, que tragó su propio vómito o se revolcó en el chiquero, para promover una nueva forma de heroísmo. Ya no es lo que era: los flamantes Los Metiches, Los Hinchapelotas y Los Invadecuartos enseñan a alterar vidas cotidianas en un estadío superior a cualquier reality: no basta con ser un mero reflejo, lo que sirve es el renovado encanto de ver en directo el castigo que la tele tiene preparado.
Si Jackass se propuso generar el grito de sorpresa o de asco, Los Invadecuartos (de lunes a viernes a las 21) retoman variantes más convencionales para excitar al mirón. Todo comienza cuando una chica sale a revisar el cuarto de tres chicos para elegir un candidato. Las pistas decidirán por ella. Ella (o él, en otros capítulos) husmea en los placards, abre cajones, inspecciona la cama con luz ultravioleta para encontrar manchas sexuales y revuelve con pinzas la ropa interior en invasión muy cercana a la requisa policial. Si el idiota de Jackass se inspiró en la rebeldía del que está fuera de la ley (se desnuda en público, haraganea, ataca por sorpresa a un vecino), los nuevos se homologan a la acción parapolicial. Invaden, registran, tiran todo abajo, dejan la pieza dada vuelta con un ingrediente extra: el dueño torturado tiene que mirar por el monitor. Los recontraidiotas eluden el daño a uno mismo, y no existirían sin la excusa del fin noble (encontrar pareja). Pero refuerzan las premisas más perturbadoras de la era globalizada: invasión, control de información y privacidad perdida.
Mucho antes, en el 2000, el primer gran idiota de MTV (Tom Green) se ubicó en el centro del desastre. Sólo si él mismo televisaba su operación de cáncer de testículo (como ocurrió), o si seducía a la novia del amigo íntimo, habilitaba el desfile de castigos: mujeres mayores acosadas por un exhibicionista, lluvia de excremento sobre un pueblito, etcétera. Pero los nuevos no saben poner el cuerpo: están más cerca de una cámara oculta del tipo de las de Tinelli, castigando por sorpresa, sin previo aviso, y quedándose al margen del juego. Como pasa en Los Hinchapelotas (lunes a la medianoche), que ofrece el fajo de dólares al que soporta el acoso de un molesto (un ciego erotómano, un médico baboso, un bañista pesado). Este es el formato más clásico de “una jodita para MTV” (el canal que alguna vez puso el foco principalmente en la música), allí donde una chica linda se sorprende de que el masajista esté bajando la mano demasiado. Si reacciona, protesta y se va, no entiende nada del signo de los tiempos. Si resiste el manoseo, estoica, por unos largos minutos, merece ser destacada, y se enriquece. Así son los premiados de MTV: sumisos, obedientes, dispuestos a terminar con una sonrisa y un saludito para el VJ. Si el idiota de Jackass convocaba a una rebeldía (proponía una alternativa al modo normalizado de vivir), el recontraidiota se convierte en la generación perdida: siempre víctimas de los embates de un invadecuartos o un hinchapelotas. Un joven pasivo que ofrece un sacrificio cada vez mayor.
Con Los Metiches (martes a jueves a las 17.30), el participante se hunde en el séptimo infierno de los traicionados. El pibe tiene una cita que se ve arruinada por el bombardeo de mensajes por celular de sus amigos. Es una lección de cómo invadirle y boicotear el levante al amigo: mandando consejos errados o pistas falsas. Los mensajes dicen qué preguntar, cómo piropear y siempre van en contra de lo que ella querría escuchar. Es que los recontraidiotas tienen ese gustito por demoler los mitos juveniles más extendidos (la primera cita, la intimidad) y actúan sin consentimiento. En ese detalle está la esencia del cambio: son violentos y a contramano del deseo, transformando la idiotez anterior de los Jackass (siempre un juego compartido) en un brutal ataque personal. Allí donde un invadecuartos revisa los cajones o un metiche arruina el romance de su amigo, una madre o un padre pesado podrían haber hecho lo mismo. Por eso metiches, invadecuartos e hinchapelotas huelen tanto a viejo como un adulto invasor, afines a la lógica policial de la cámara oculta y con un extraño sueño de control total: cerraduras violadas, diarios leídos y hasta interferencias en los celulares. Gran Hermano, otra vez.