ESPECTáCULOS
“En el jazz a veces nos agrupamos, pero para no sentirnos tan solos”
Quienes lo vieron tocar lo definen como “una revelación”. Francisco Lo Vuolo es pianista, tiene 21 años y hoy toca en el C. C. Rojas.
› Por Karina Micheletto
El nombre de Francisco Lo Vuolo circula en el último tiempo en el boca a boca del ambiente del jazz bajo la categoría de “revelación”. Con sólo 21 años, este pianista santafesino ya ha paseado sus múltiples dotes interpretativas por formaciones también múltiples. Toca como solista, pero además se lo puede escuchar a dúo con Enrique Norris, en el quinteto de Luis Nacht, en el septeto y el trío de Mariano Otero, entre otras agrupaciones. Hoy a las 21 actuará en el C. C. Ricardo Rojas (Corrientes 2038), dentro del ciclo Sólo cuatro pianistas solos, que abrió Gerardo Gandini y que continuarán los próximos viernes Nicolás Guerschberg y Nicolás Ledesma.
A Lo Vuolo no se lo nota demasiado preocupado por eso que se llama “hacerse prensa”. Sabe que alguna vez le hicieron fotos, pero no dónde quedaron. Sabe que va a volver a Buenos Aires a tocar en La Revuelta, pero no se acuerda muy bien cuándo (será el jueves 26). Dice que ahora está empezando a escribir y que ya no es tan obsesivo como antes con las horas que acumula sentado al piano. De padre médico y madre abogada, la herencia musical de Lo Vuolo vino por el lado de su abuelo materno, Alberto Carol, un cantante que supo acompañar a orquestas santafesinas y con el que el nieto grabó un disco casero de tangos y boleros. Cuando se le pregunta por sus principales referentes, Lo Vuolo apunta a la escena local: sus maestros, Ernesto Jodos y Guillermo Romero, Mariano Otero, Enrique Norris, Luis Nacht, Rodrigo Domínguez... De todos ellos, dice, sigue aprendiendo.
–Están hablando de usted como “revelación”. ¿Cómo le cae?
–No me parece... Me suena desmedido, porque yo recién estoy aprendiendo un montón de cosas, y por ahí no me siento nada conforme con algunas cosas que hago. Lo dicen por la edad que tengo, pero eso tampoco lo amerita porque ahora hay muchos pianistas jóvenes. Lo que me interesa es hacer música lo mejor que pueda y seguir aprendiendo.
–¿Se puede aprender a improvisar?
–Sí, claro. Se necesita un buen maestro y un alumno interesado. En este caso no se trata de enseñar a improvisar sino más bien de guiar. Es fácil enseñar a ser una copia de lo que se recibe, pero de ahí a que eso se procese en algo original, que se logre encender la llama en quien lo recibe, es muy complicado. No sólo en la música, en todos los ámbitos de la vida. Por eso admiro tanto a Ernesto Jodos: él es capaz de guiar por caminos arduos de una manera muy sencilla, tanto a un estudiante avanzado como a alguien que recién se inicia.
–Los espacios de jazz suelen ser vistos desde afuera como reductos cerrados. ¿Lo vive así?
–Creo que es más que nada una idea. Es cierto que hay ciertas camadas dentro del jazz más propensas a cerrarse, pero en realidad eso pasa en todos los ambientes artísticos y, en cierto punto, me parece que tampoco sería posible una apertura absoluta. En otros ambientes por ahí se da el caso opuesto: la caretean con “qué abierto que soy” y hacen demagogia para afuera, pero en realidad son los más elitistas. Además, en el jazz pasa que hay músicos increíbles que son reconocidos solo por otros músicos. Aveces nos agrupamos para no sentirnos tan solos.