Lun 23.08.2004

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA A LA ACTRIZ ESPAÑOLA BLANCA PORTILLO

“Ya era hora de soltar amarras”

El próximo estreno porteño de La hija del aire, obra de Calderón de la Barca que dirigirá Jorge Lavelli, compromete a la actriz madrileña en el papel protagónico. Encarna a Semíramis, a quien define como un “torbellino de pasiones”.

› Por Hilda Cabrera

Proyectaban estrenar La hija del aire en España con una compañía de teatro clásico, pero, según cuenta la madrileña Blanca Portillo, por “cuestiones feas, de políticos, todo se vino abajo”. Esto ocurría en el 2000, cuando esta actriz tenía asignado el protagónico y el puestista pionero era el director y régisseur argentino Jorge Lavelli. “Nos prometimos hacerla alguna vez”, recuerda ahora Portillo, próxima ya la première en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín de esta rara pieza de Pedro Calderón de la Barca, poeta y dramaturgo del Siglo de Oro español. Su trabajo anterior con Lavelli –radicado en París desde la década de 1970– fue en 1997, en Eslavos, de Tony Kushner. En diálogo con Página/12, rescata un primer contacto artístico con Buenos Aires, casi veinte años atrás, integrando el elenco español que, dirigido por José Luis Gómez, trajo Bodas de sangre a la Coronado.
Popular en su país, por su labor para la TV y el cine, Portillo estuvo entre los artistas y personalidades de la cultura que en actos masivos criticaron el apoyo del gobierno de José María Aznar a Estados Unidos en la guerra contra Irak. Obtuvo distinciones por sus interpretaciones para la escena, destacándose en el repertorio clásico y el teatro en verso. Sobre este punto, opina que las diferencias con los intérpretes locales fueron salvadas por el director: “Lo bonito es que, siendo el verso para mí algo tan cercano y no así para mis compañeros de elenco, Jorge haya conseguido una interesante unidad en el decir, cosa que ni siquiera en España se obtiene fácilmente. Ha logrado que, aun con las diferencias de acento, la forma de expresar el texto sea semejante. Esto se debe también al fuerte compromiso de los intérpretes. Nunca pensé que el verso español sonara tan bien con un acento que no fuera el castellano de España”.
–¿El acento porteño no es entonces una traba?
–Jorge no ha obligado a los actores argentinos a hablar como españoles; ha pedido, eso sí, suavizar el arrastrado de las elles, una característica tan porteña. En mi caso, ha aprovechado que mi personaje, la reina Semíramis, es una semidiosa para sugerirme trazos muy peculiares.
–Aunque semidiosa, Semíramis demuestra tener pasiones muy terrenales...
–Ese es un aspecto muy interesante en Calderón: sus personajes atraviesan situaciones reconocibles, muy humanas, que él sublima hasta convertir en emblemáticas. Semíramis es paradigma de la ambición. La mezcla de planos, uno “legible” y terrenal y otro “mitológico”, se transforma en una gran lupa reveladora de los defectos humanos.
–¿Qué le aporta este estreno en Buenos Aires?
–Como les digo a mis amigos españoles, en lugar de Blanca Portillo soy Blanca Porteña. Ha sido purificador soltar amarras con mi país, donde me conocen bien y saben hasta dónde puedo llegar en mi trabajo. Acá no se sabe nada de mí. Lo único que verán es lo que sé de mi oficio.
–¿Cuál es el eje de la obra?
–La búsqueda del poder es el centro, también el espacial en el que confluyen puertas y caminos sinuosos recorridos por cloacas. No sé cómo hubiera sido el espacio escénico en el 2000 y en Madrid, pero no lo imagino muy diferente al de ahora.
–En La hija del aire, esa ambición de poder destruye la relación madre-hijo. ¿Cómo calificaría a Semíramis en su papel de madre?
–Semíramis se considera mucho más varonil que su hijo. Castra su costado femenino y se transforma en algo peor que un déspota varón. Elimina lo que está asociado generalmente a la mujer: la belleza, el candor, la dulzura, el respeto, el amor. Se despoja incluso de su sexualidad. Es madre sólo para darle un hijo varón al rey y perpetuarse en un poder que quiere para sí. Por eso mantiene a su hijo “guardado”.
–En este montaje se tomó sólo la segunda parte de la historia que cuenta Calderón. ¿Queda claro qué pasó con el rey?
–Que se aclare o no es una opción de puesta. En la primera parte de la obra de Calderón, el rey está vivo. Al iniciarse la segunda ya ha muerto, y de manera fulminante. A pesar de las sospechas, Semíramis se proclama inocente. Este personaje es el más difícil de mi carrera. Al comienzo me asustaba. No sabía cómo rellenarlo. No posee un discurso lógico: es un torbellino de pasiones. Para componer a Semíramis necesitaba defenderla, hacerla amable, para mí y para quien la vea. Está loca y enamorada. Transitar con ella el escenario me ha exigido además un trabajo físico importante. Los ensayos con Jorge duran seis horas, todos los días, y son muy intensos. No se conforma. Y eso está bien, porque una tampoco se conforma. Hay momentos en que digo: ¡No puedo más! Entonces, Jorge me mira y replica: “¡Bueno! si no puedes...” Y yo lo siento como un reto, y me esfuerzo otro poco. Nos esforzamos todos en el elenco: acabamos deshechos. Jorge tiene una inteligencia teatral abrumadora. A mí me dice: “Ahora es cuando tú te tiras por la ventana”, y me tiro, porque si él lo cree, lo puedo hacer.

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