Por Rocío Ayuso
Desde Los Angeles

Nadie es inmune a la crisis de los 40, ni siquiera las estrellas de Hollywood cuya rebeldía en las pantallas parecía concederles una falsa juventud eterna. Pero el cuatro y el cero llegarán este año por igual al ex chico bonito Tom Cruise, a la ex niña prodigio Jodie Foster, al supergalán George Clooney, a la sex symbol Demi Moore, al cómico Jim Carrey, a la chica buena que se quiere casar Meg Ryan. Ellos son parte de una generación que irrumpió en la escena en los ‘80 proclamando el fin de las viejas estrellas y se topa ahora con una industria que claramente los prefiere más jóvenes y manejables.
El ejemplo más reciente está en la comedia romántica Kate & Leopold protagonizada por Meg Ryan, junto al adonis Hugh Jackman, de 33 años. Si hasta la fecha la actriz era la reina del género, cautivando al público y al héroe del film por igual, ahora no sólo el éxito le fue esquivo sino que las críticas le marcan que a los 40 ya no está para esos trotes. “Aunque Meg Ryan estaba en su papel muchos pensaron que la actriz ya no tenía la edad para seguir en ese juego de amores”, aseguró el crítico Leonard Maltin mientras que en Reel.com fueron más directos: “Ryan es un poco vieja para Hugh Jackman”, escribieron. ¿Meg Ryan vieja?, se habrán preguntado muchos espectadores que crecieron con esta generación.
Para Cruise, los 40 –que cumple el 3 de julio– llegan acompañados de otra crisis, la provocada por la separación de quien fue su esposa por 10 años, Nicole Kidman. “Lo que pasé este año o te destroza o te hace más fuerte. A mí me hizo más fuerte”, afirma la estrella mejor pagada de Hollywood, que el próximo julio también puede celebrar –si realmente no son ciertos los rumores de ruptura– el primer aniversario de su relación con Penélope Cruz, que comenzó durante la fiesta de sus 39. Cruise, que era una estrella teenager en los años de films como Coctel se ha convertido en rigor en un empresario de sí mismo, que mientras produce buena parte de las películas en que trabaja cobra los cachets más altos que Hollywood puede pagar.
La entrada en los 40 de la niña que a los tres años enseñaba el trasero en anuncios de bronceadores Coppertone, Jodie Foster, será en noviembre, con dos Oscar, dos hijos y un nuevo éxito profesional con Panic Room. “Creo que finalmente conseguí mi mayor ambición, que es convertirme en la persona más aburrida sobre la capa de la Tierra”, bromeó Jodie en una entrevista donde le sacaron el tema. Foster, que también brilla como directora (Feriados de familia), fue una de las grandes adelantadas de la generación de los que nacieron en 1962: era poco más que una niña cuando se hizo famosa como la prostituta que enternecía a Robert De Niro en Taxi Driver, de Martin Scorsese.
En el caso de George Clooney, su reciente entrada en los cuarenta se vio acompañada de su victoria en esas apuestas hechas por Nicole Kidman y Michelle Pfeiffer que esperaban ver a este galán convertido en padre al comenzar su madurez. “Habré cumplido 40, pero tengo un hígado que no pasa de los 20 y cada vez me siento más joven”, bromeó uno de los hombres más cotizados de esta industria, soltero y sin compromiso. Lo de la paternidad coronando los 40 va más con otros, como el actor Matthew Broderick, que recién llegado a esta meta en marzo espera su primer hijo con la actriz Sarah Jessica Parker, que empezó haciendo varios papeles de adolescente en el cine y hoy es la estrella de la serie televisiva "Sex and the city".
Para Demi Moore, los 40 llegarán en noviembre y, a juzgar por el giro que dio su vida en los últimos meses, será una celebración tranquila: està retirada del mundo del cine, donde no trabaja desde hace tres largas temporadas, abocada al cuidado de sus hijos y su casa. Es que, como dijo el director de St. Elmo’s Fire, el secreto de estas estrellas es que son “como vos y como yo, sólo que más lindos”. Jim Carrey ha visto, en cambio, cómo el paso deltiempo lo salva de las críticas impiadosas que recibía cuando su rostro de trastornado comenzó a aparecer en el cine. Claro que él ha colaborado bastante con su madurez de intérprete: ya no necesita quince gestos por segundo para llamar la atención, como bien demostró en el film The Truman Show.