Mié 17.04.2002

ESPECTáCULOS

Un puesto de repositor también puede ser un premio millonario

“Recursos humanos” utiliza variables de los realities y los programas de concurso, con el casi heroico objetivo de conseguir trabajo.

› Por Julián Gorodischer

Se busca un repositor estrella, uno que tenga una historia privada para emocionar y sea amable con su tía. Su ventaja competitiva es la virtud en su vida familiar, y sus chances se incrementan si derrama lágrimas sentidas. La Argentina devastada da para todo y, ahora, con código de reality, “Recursos humanos” ofrece trabajo, sólo apto para repositores o cajeros (en el primer capítulo) con alma de famosos. Compiten por “un contrato firmado con todas las de la ley”, como dice, enfático, Néstor Ibarra, pero a cambio se les reclaman unas pocas concesiones. El aspirante a repositor deberá mirar a cámara y decir cuán triste es revolver en el basurero por no tener trabajo y, después, someterse al voto telefónico. Llame ya y decida usted mismo, pide Ibarra, quién entre Santiago y Gastón gozará del sueño argentino. Que no es el millón, sino un puesto en un supermercado saqueado.
Como perfecta inversión de Recursos humanos, el film de Laurent Cantet, el programa retoma el título para decir lo opuesto. Si la película era una crítica al despotismo empresario, el programa es una súplica al patrón generoso, que se conmoverá con una madre llorando a cámara o con un joven aspirante misionero que, en sus ratos libres, hace de payaso “para alegrar a los chicos”. Ese patrón bueno de la Argentina que renace, construye tras el saqueo y emplea más gente en la crisis. Un aspirante, modelo de virtud y lealtad, deberá hacer intervenir, con lógica preindustrial, su vida privada para convencer de sus aptitudes. Si es caballeroso con su novia podrá atender mejor; si firma o escribe de tal manera (según la grafóloga) será menos discutidor o más simpático. Como en “Gran Hermano” y sus congéneres, Gastón y Santiago serán más votados si son más “buenos”, ese valor que surge de la combinación de variables positivas: ayudar a los padres, ejercer un filantropismo, desear suerte al competidor.
La tele se devora la vida real y busca nichos de emoción; y qué más conmovedor que el desempleo de Gastón y Santiago para encontrar allí un nuevo famoso repentino, como en el reality, pero con el agregado de “encender una luz de esperanza –dice Ibarra–, aportar a esa dignidad que da el trabajo”. ¿Reality? ¿Qué reality?, dirán si les preguntan, porque “Recursos humanos” no sería el retrato de una casa en stand by sino una cruzada por un trabajo diario. La tele no innova, recicla sus géneros. Gastón y Santiago compiten con preguntas laborales para saber quién es más apto, y la escena es como en “Audacia” o “¿Quién quiere ser millonario?”, sólo que a los participantes les espera un puesto de repositor, forma devaluada del premio argentino.
La tele incorpora, eso sí, a los pobres, porque si no qué quedaría por hacer en la Argentina devastada. Y entonces el participante promedio ya no será el ciudadano medio que quiere zafar de la rutina con una lotería o el ama de casa que busca aportar unos pesitos, sino el desempleado que no tiene para el colectivo. Gastón y Santiago introducen la variable miseria en la tarde de la TV, acostumbrada al brillo de famosos o participantes felices pero, eso sí, que el “llame ya” corone todo con un poco de fibra de concurso, como para que no quede en el dramón y parezca lo que nunca debió dejar de ser: un juego. “Son muy entrenados y voluntariosos, pero hay un solo puesto”, dice Ibarra, y Santiago y Gastón miran y los padres en la tribuna lagrimean, y agradecen por la posibilidad de decir maravillas del hijo virtuoso. Hablar y llorar, que es la fórmula que les reclama el clímax. Unas preguntas más rumbo a la final, y el público consagra a Gastón con el 58% de los votos, cifra que le otorga el abrazo, la euforia familiar, aplauso, medalla y discurso. El repositor y el patrón podrán empezar una relación cordial, tras el programa, en el supermercado pero como en la tele.

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