Dom 19.09.2004

ESPECTáCULOS  › “EL CASA/EN KABUL”, DE TONY KUSHNER

El viaje invisible

La obra que con dirección de Carlos Gandolfo y con un gran elenco se ofrece en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín describe un periplo mental, personal y cultural.

› Por Hilda Cabrera

Escaparles a la monotonía y a la tristeza yéndose a un país de una cultura distinta de la propia, y a una ciudad a punto de ser bombardeada por una superpotencia, no es cosa de todos los días, pero el dramaturgo estadounidense Tony Kushner decidió que ese comportamiento era posible en una señora inglesa que reinventa su cotidianidad con la lectura de viejos textos de autores que han defendido apasionadamente ideologías en este tiempo perimidas. El primer tramo de En casa/En Kabul transcurre en 1998, en Londres, y la acción se desarrolla en una cocina. Allí es donde la señora se entrega a la lectura y confiesa ser, en ese rito, semejante a una mariposa nocturna que revolotea en derredor de un foco de luz y cuyo destino es quemarse. La mujer centra su interés en una desactualizada guía turística de la capital afgana. A partir de este planteo, el autor diseña un monólogo que insume más de una hora de la obra, donde la “señora de su casa” reflexiona con ironía sobre asuntos familiares y sociopolíticos. Este pasaje de uno a otro ámbito permite al autor de la célebre Angeles en América (compuesta por El milenio se aproxima y Perestroika, estrenadas en Buenos Aires en 1997 y 1998, con dirección de Alejandra Boero y Julio Baccaro) introducir comentarios delirantes, nada extraños en una dama que gusta de la charla. El misterio que guarda sobre lo que más tarde sucederá se convierte en materia a develar por quienes interpretan el segundo segmento del espectáculo. La intriga mayor será allí la desaparición de esa misma señora inglesa en Kabul.
A continuación del monólogo –que en la ascética y escultórica puesta de Carlos Gandolfo interpreta la excelente Elena Tasisto– se suceden las acciones en Kabul a cargo de un marido, especialista en computación, y de una hija desgraciada en amores y decidida a saber qué pasó con su madre. Estos personajes se topan con otros muy distintos, entre éstos un inglés y varios musulmanes. El marido (protagonizado por Alberto Segado) se muestra pusilánime y rápidamente tentado por el alcohol y la droga. Circunstancia que aquí se escenifica y que en el estreno de la obra en Estados Unidos generó críticas contrarias a Kushner. Otro tanto sucedió con el tratamiento que el autor hace de la relación entre la cultura occidental en su conjunto y la musulmana.
La obra describe un periplo que tiene como protagonistas centrales a la dama inglesa y a la bibliotecaria afgana Malhala (briosamente compuesta por Marta Lubos), que desea huir de lo que le es propio ante la conquista del poder político por los talibanes. Este periplo, que se inicia en 1998, incluye el bombardeo de Estados Unidos a los supuestos campos de entrenamiento de terroristas en Khost, y finaliza en 1999, en la misma cocina de Londres, puede considerarse tanto un viaje real como imaginario. En cualquiera de los dos casos se sabe que estas mujeres “leían demasiado”.
El juicio a una época que actúa sobre el individuo paralizándolo está implícito en la obra, aun cuando no se lo subraye. La obra es inquisitiva e irónica, aunque mesurada en su sarcasmo. El desborde emocional de la joven Priscilla (interpretada por Laura Novoa) no encuentra eco en los personajes ingleses ni en los del mundo oriental, aun cuando Kushner parece alentar con esos distintos modos de expresión la idea de que a través de una dialéctica entre culturas es posible descubrir lo esencial de cada una. La intervención del talibán Mullah Ali Aftar (Ricardo Merkin) sería ejemplo de esto. Sin embargo, estos asuntos pierden aquí potencia debido a reiteraciones que no aportan mayor profundización y a ciertos efectos característicos de la comedia ligera. Ejemplos de esto último son las escenas en que Milton y Quango consumen droga y la que juegan Priscilla y el poeta y guía Khwaja (Horacio Peña). En ambas, las observaciones más ácidas son edulcoradas con apuntes de una inocencia poco creíble. En cuanto a la desaparecida señora inglesa, queda en pie la pregunta de si pertenecía a ese tipo de mujeres maravillosas capaces de morir por exceso de imaginación.

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