Mié 22.09.2004

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA CON ROMULO TIRRI Y LAURA VIÑA

Los reyes del erotismo soft

En Nino Dolce, chef y amante, que emite Playboy TV, suavizan el porno y lo convierten a la criolla. “El argentino no las quiere ver completamente en bolas”, aseguran.

› Por Julián Gorodischer

Esta es una escena sexual que no se parece a las trasnoches de Space: aquí no hay torsiones complejas como de clases de gimnasia, ni roces elegantes justo para tapar “las partes”. Nada de esa lógica que decreta elementos innombrables o rincones del cuerpo que no se muestran. Pero sí comparte con esas tournées amatorias una misión: amansar el porno. Nino Dolce, chef y amante (los sábados a las 24, por Playboy TV) es el cocinero que sale a la cancha con energía “de más”, como la de su mentor, Rómulo Tirri. Nunca se queda quieto, gira, se da vuelta, improvisa el “ba-ccio de l’amore” (beso en las tetas de las chicas), propone el catálogo mentiroso de la gastronomía sexy (ostras, perejiles, apio) y, ante todo, realiza el sueño del pibe: encontrar soluciones para una intensa vida sexual. Nino cocina, y su ayudante Laura Viña (Mara, en la ficción) ingresa, contoneando, con el extraño orgullo de ser stripper: “No voy a ser una Tamara Paganini más –dice–, no soy culposa”.
Ahora, Rómulo Tirri abre las puertas de su casa tomando tequila, lleva al cuarto, invita a pasar y muestra la gigantografía de sí mismo en cueros que facilita el levante, que convence a sus conquistas de que “no saldrán con el culo sano” (sic), siempre con ese espíritu de cosa recontradicha que lo caracteriza en la pantalla y en la vida. El sueño del “chico moderno” se pone en marcha, para él, que se había acostumbrado a la vida asexuada y fría de los palermitanos. Ahora es un actor casi porno (“porno no, erótico”, corrige), justo él que convivía con el DJ Capri y recibía a los Miranda en sus cenas de pura contemplación un poco snob. “Los modernos son muy aburridos –recuerda–, venían y se quedaban sentados con lentes negros, en un trip.” En su etapa anterior, esa vida como “chico moderno”, Rómulo departía amablemente en las fiestas de DJ’s, en ese extenso raid de conversaciones sobre la nada, de rondas por discos y pubs. Pero, en secreto, pensaba todo el tiempo en eso, eso, eso... ¿Cuándo llegaría?
Por fuera de las noches de vaso en mano y saluditos, Rómulo quiso otra vida: escapar de ese clima de autismo asexuado, liberar esa calentura que lo consumía. “Me dije: ¿por qué no? Y acá estoy...”. Ante la cámara, ahora chupa pechos o se deja hacer fellatios de erotismo soft. El género desbanca al porno entre los más vistos, y se expande como el fetiche de los solos, en Playboy, Space y hasta en el manual de poses amatorias (Tantra) que programó el canal Infinito. ¿Las razones? “El argentino –dice Tirri– no las quieren ver completamente en bolas. Prefieren un microbikini, una tanguita. Que no se vea todo...” Curiosa teoría que parece muy sensata: reaprender a tapar, a cubrirse para excitar, a hacer un strip tease como los que propone Laura Viña en sus performances en el boliche Shampoo. Si la vulgata atribuye a la desnudista el gusto por exhibir, ella propone bailes que escamotean; utiliza el movimiento y la técnica para generar un velo. “Su ciencia la viste como un ropaje”, la definió su observador más lúcido.
El “erotismo soft” impone, a Rómulo y Laura, reglas que aceptan con decoro. Nino cocina, se queda en cueros o en slip e inicia con la chica una rutina más cercana al “morcilleo” que a la descarga erótica. Por norma, nunca se verá un acto explícito: el contacto se limita a besos de lengua o desnudamiento (en el extremo del arco). Como en las medianoches de Space, ellos saben lo que tienen que hacer: saturar el gesto de arrobamiento, rozarse e incluir a una tercera que participa pero siempre se queda un poco afuera. Eso sí: agregan el “factor criollo”. Para Nino, esto implica una verborragia que avergüenza a sus amigos modernos pero encanta en el set del canal. “Tengo manía por el pubis... pero estas chicas me vienen peladas... me gusta que tengan el detalle de un trébol, un cuadrado, un triángulo escaleno... un rombo... Prefiero una onda más adolescente, como esas chicas que ni se depilan...”.
Hacerlo a la argentina, en el extraño mundo de Nino, significa contar el acto, en una narración que, casi siempre, adquiere formato de diario íntimo sexual. “Yo me meto en cualquier lado –dice, desaforado–, me tiro en una cama, en cualquier sucucho, y me hago hacer masaje tántrico por una gorda. Salgo como nuevo.” Para Laura Viña, ser “criolla” significa retomar la conexión “Máxima”, que indica que es prima segunda de la princesa de Holanda, pero bastante más alejada del protocolo. A veces, en el programa llega una invitada que se llama Máxima, y las mujeres juegan a toquetearse con el morbo del affaire lésbico entre primas. Pero en la vida real, Laura no le demuestra cariño: “Es una huevada que la endiosen por ser de la realeza. Yo soy una chica de Barrio Norte que baila en Shampoo, ¿y qué? Vivir en el palacio o en un tres ambientes es lo mismo”.
Participar en Nino Dolce... tiene sus costos, y para Rómulo consisten en problemas para ver a su hijo. Su ex pareja le imagina noches parranderas, largas sesiones de sexo en vivo, en la vida como en la tele, y él anda por la vida luchando para que le den un rato para ser papá. En los puestos de choripán que regentea en la Feria de Mataderos la cosa es distinta. Es común la palmada del baqueano, del gaucho caracterizado o del artesano, que no se sorprenden por las andanzas de Nino. “Yo ya era así”, dice. “Antes me veían con las chaboncitas, vino patero de por medio, a los besos.”
La apuesta del programa propio dio tan buen rédito que fantasea con hacer algo más, de ser posible usando sus filmaciones caseras. El invitaba a las chicas a la cama, las filmaba en secreto y programaba esos videos en rondas de amigos. Ahora querría subirlas a Internet para el consumo público. “Soy medio degenerator”, dice. “Fui a la playa nudista de Barcelona y a los diez minutos estaba al palo. Me iba al agua enseguida. Pero acá somos retrógrados; por un topless hacemos un escándalo.” La fama repentina perjudica a Laura, que gana menos propinas después de su show de strip tease. “Yo cobraba bien porque soy ji ji ja ja, resimpática, pero ahora me ven en la tele y se asustan”, se queja. Rómulo, en cambio, hasta recibe propuestas de mujeres mayores para festejar cumpleaños o despedidas: “Quieren que salga de una torta en sunga”. A todas les dice que no, con el pudor de “la recatada”: “Señora, usted me confunde”.

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux