Vie 24.09.2004

ESPECTáCULOS  › COMO LA TELE LES CAMBIO LA CARA A ALGUNAS INSTITUCIONES ARGENTINAS

Lavado de imagen y clubes de fans

Tras el paso de E-24, Policías en acción y 30 segundos, se transformó la mirada de los espectadores sobre bomberos, médicos... y hasta policías.

› Por Julián Gorodischer

El bonaerense firma autógrafos: ¡está contento! La TV lo consagró, en el programa Policías en acción (que emitió Canal 13), como el último héroe suburbano: y dio frutos. No fue el único: también el bombero voluntario, en 30 segundos, y el médico de guardia, en E-24, tuvieron su cuota de fama repentina, ahora que al reality show no le basta con el mundito artificial del estudio y sale a buscar realidad a las instituciones del Estado. El lavado de imagen se puso en marcha cada vez que el bombero dio la palmada al vecino y allí donde el policía se batió en un duelo frontal con el delincuente. El médico es el más dudoso sobre costos y beneficios: “Aumentó al doble la cantidad de consultas –admite Gustavo Tisminesky, jefe de Guardia del Hospital Fernández–. ¡Y no se agregó personal!”.
La tele expande mitos: comisarías musicales donde los oficiales cantan y tocan la armónica, cuarteles llenos de gorditos bonachones y salas de guardia atendidas por galanes. Ahora el oficio redime y dignifica: aumenta la concurrencia al Hospital Fernández, pierde sospecha la maldita policía y se alienta una mística de la vuelta de la esquina; el burócrata se recicla para retomar los pilares de la Nación: salud, asistencia pública y seguridad garantizadas. La tele recluta fans para todos: ¡Los vieron en la tele y quieren tomar contacto! “Antes por gatitos subidos al árbol no salíamos –admite el bombero Christian Escudero, de San Miguel–, pero en la tele se vio un caso y hubo más pedidos. Es muy difícil subir a la rama a un bombero de 80 kilos. Por eso pedimos a la comunidad: pónganle un platito con leche que baja solo.”
El bombero fue el más favorecido tras el paso de la tele. Todavía, a más de un mes del levantamiento de 30 segundos (Telefé), “la gente nos recibe en la puerta y nos pide que volvamos a la tele”, dice Escudero. El bombero putea con orgullo y entiende a la mala palabra como signo de virilidad. Pero, del reality, desaparecieron las puteadas. “Vemos a un accidentado y decimos: ‘Está hecho mierda’. Pero eso no aparecía...”, dice Escudero, que ahora se tiene que andar cuidando para no defraudar.
Las bromas en el cuartel tampoco se mostraron: ellos suelen acusarse de burros o putearse cariñosamente, pero se los reflejó como ositos cariñosos jugando al ping pong. “Fueron filtrando”, dice Escudero, saturado de felicitaciones pero sin acreditar una sola donación. De lo que no se repone es del impacto de rock star, ahora que le llegan mails de amor, y que los llamados requieren su presencia, aún incómodo cuando es destacado por su facha por encima de la del resto. “Estaba llevando a un politraumatizado al hospital y una chica me paró para darme un beso. ¡Me imagino que a un actor lo deben volver loco!”
Tal fue el impacto de E-24 –actualmente emite su segunda temporada los lunes, por Canal 13–, que otros hospitales como el Ramos Mejía, el Santojanni, el Zubizarreta y el Alvarez exigieron participar del reality. Querían gozar del beneficio: opinión pública a favor. En todos, aumentaron al doble las consultas diarias y hubo internas entre los médicos. Dice el jefe de Guardia del Fernández: “Estamos viendo más de 550 personas por día y antes llegaba un promedio de 400. Esto no es bueno: el sistema no está preparado para un aumento originado en una cuestión no médica”. Silvia, telefonista del Ramos Mejía, dice que ya no dan abasto para realizar estudios de huesos. “Se vio en la tele que a una mujer se lo hacían en este hospital, y ahora piden el doble de turnos. Atiendo y me dicen: ‘Te llamo por lo de la osteoporosis’.”
La productora Cuatro Cabezas donó muebles, pintura y cartelería para compensar, y difundió teléfonos útiles para la prevención. “Pero lo malo –dice el médico Tisminesky– es que muchas veces prima una visión muy mediática de la situación. El problema, por ejemplo, es que un chico sea adicto, no que se vea su pelea con la madre, como pasó en el primer capítulo de este año.” El punch siempre vuelve en los mismos formatos: el parto que emociona, el ensangrentado que vive, el adicto que promete no tomar más. “El público pide tratarse con fulano porque es más lindo que mengano –dice el jefe de Guardia–. Y muchos médicos empiezan a comparar a ver quién recibe más cartas de amor. Eso es un delirio.”
En las comisarías que participaron de Policías en acción (producido por Endemol), hay coincidencia: la tele dignifica. Para verlos combatir, la TV acompañó a la patrulla de González Catán a un operativo. “Fue una buena experiencia –dice el comisario Mario Pérez, de Laferrère–. Encontramos a una persona armada que se resistía, forcejeamos hasta que los redujimos y los detuvimos.” El inspector Alejandro Bré, de Dock Sud, está totalmente de acuerdo: “Un programa así beneficia a la policía: la ciudadanía conoce nuestro trabajo real. No estamos tirados panza arriba”.
“Es una observación adecuada del trabajo de la institución”, dice, marcial, un oficial consultado en Florencio Varela (prefiere que no aparezca el nombre). En el capítulo que les otorgaron, se esforzaron por humanizarse. “Acá se vio lo que pasa todos los días: un muchacho tocaba la armónica, otro compañero atiende un comedor escolar. Otro chico, cantando...”. ¿No será demasiado? “Y sí, señor, los policías cantamos –dice–. ¿Por qué no? Mucha gente no nos conoce. Y que estas cosas se sepan ayuda.”

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