ESPECTáCULOS
› ESTRENO DE NINO ROTA EN EL TEATRO COLON
Trágica y desesperanzada
Los dos tímidos fue estrenada por radio en 1950. En esta versión, dirigida por Ligia Amadio, la música está en primer plano.
› Por Diego Fischerman
La estructura de I due timidi es la de un cuento corto. Todo lleva, de manera sencilla y fluida, hacia un lugar para, en el último momento, desembocar en otro. En lo argumental, una serie de enredos y confusiones, sumados a la incapacidad de los jóvenes Mariuccia y Raimondo para hablar del amor que sienten uno por el otro, van llevándolos a casarse cada uno con la persona equivocada. Pero, a diferencia de una comedia rosa tradicional, esos casamientos no sólo se consuman sino que el final de la ópera remata cualquier clase de optimismo. “Han pasado dos años”, relata el portero, que todo lo sabe. “Raimondo administra la pensión con mano férrea, junto a su mujer, la señora Guidotti. Mariuccia está con el pedante doctor y ya no es tan bella; tiene dos hijos, no tiene tiempo para ponerse elegante y casi no toca el piano.” Y cuando suena el piano, es la voz de Raimondo, desde una ventana, la que grita pidiendo silencio.
La música de Nino Rota está en absoluta sintonía con el tono del relato. En un lapso que no supera los 50 minutos, el hábil manejo de melodías puccinianas, una orquestación tan efectiva como carente de complicaciones y, cada tanto, un toque de ese espíritu farsesco que le ganó la fama, logran exactamente lo que se proponen: una perfecta pieza de teatro musical, breve, contundente y entretenida. Además, como en mucho del cine italiano de la posguerra, el costumbrismo de trazo grueso y la forma aparente de la comedia son el vehículo para una reflexión trágica y desesperanzada. Experto en música renacentista, niño prodigio y autor, además de las bandas de sonido para todos los films de Fellini, de las de El Padrino de Francis Ford Coppola, Rocco y sus hermanos y El gatopardo de Luchino Visconti y Romeo y Julieta de Franco Zeffirelli, entre otras, Rota compuso más de quince óperas. Escrita a partir de un encargo de la RAI, I due timidi fue pensada originalmente para una transmisión radial (de esa manera fue estrenada) y recién tres años después, en 1953, fue adaptada para la escena y representada en Londres.
Graciela Oddone –excelente vocal y actoralmente– y Gabriel Centeno –quien, con buenos agudos y fraseo cuidadoso, cultivó un personaje à la Marcello Mastroianni (algo desorientado, de anteojos negros y mirando siempre desde abajo y con la cabeza encogida entre los hombros)– sostuvieron la pieza junto a un muy buen elenco en el que se destacaron Juan Barrile –como el portero/relator– y Alejandra Malvino –en el papel de la señora Guidotti–. La orquesta, conformada para la ocasión por cuerdas, piano concertante, maderas y cornos a dos, trompeta, trombón, tuba y percusión, se desempeñó con ajuste y expresividad, y fue conducida con claridad de enfoque –y respeto por los planos sonoros– por la directora brasileña Ligia Amadio. La puesta, algo plana en lo teatral, cuenta con una muy buena idea escenográfica –un puente demarcando un plano inferior y uno superior, ambos compartimentados, remedando una especie de corte longitudinal de una pensión–, y tanto el vestuario, que evoca la década de 1950, como la iluminación son adecuados.