ESPECTáCULOS
› DOS DISCOS FUNDAMENTALES DE LOS OLIMAREÑOS DESDE MAÑANA CON PAGINA/12
“La lucha se ha acrecentado”
Braulio López habla en nombre de Los Olimareños, el legendario dúo uruguayo que conformó junto a Pepe Guerra. La antología que se publica a partir de mañana reúne sus canciones fundamentales.
Por Claudio Kleiman
El sonido de sus voces es inconfundible. Si bien su autor fue José Carbajal, “El Sabalero”, aquellos versos que empiezan con “Sentados al cordón de la vereda” quedaron para siempre identificados en la memoria popular con las voces de Braulio López y Pepe Guerra, Los Olimareños. Durante 30 años, este dúo surgido en una pequeña ciudad del interior uruguayo edificó una obra tan vasta como influyente, que vistió con una identidad propia al folklore de su país a la vez que lo pintó de colores latinoamericanos; que incorporó de manera pionera influencias que van desde el joropo venezolano a la guajira cubana; que trabajó con textos que reflejaban el sentir popular, lo que les costó la prohibición por las dictaduras uruguaya y argentina, forzándolos al exilio.
Entre 1972 y 1976, grabaron en Buenos Aires, en excelentes condiciones técnicas, cinco álbumes que condensan lo mejor de su repertorio. De allí están extraídas las canciones de los dos CD que edita Página/12 a partir de mañana. El mismo Braulio López aprueba con entusiasmo la selección de canciones: “Están ahí todos los títulos que más pegaron, como A mi gente, ¿No lo conoce a Juan?, Angelitos negros, Junto al Jagüey o La niña de Guatemala, estas dos últimas canciones las retomé ahora como parte de una selección de todas las canciones de amor que cantaban Los Olimareños, que fueron muchas. Muchas veces se asocia al dúo sólo con un cancionero ligado a lo social y político. Nosotros no teníamos una polaridad en el repertorio, siempre fue muy amplio, plural. Hubo canciones que pegaron mucho con textos ligados a lo testimonial, pero también canciones de amor. Tratábamos de hacer un balance de todo eso”.
En el plano musical también abarcaron un rango muy amplio de géneros y ritmos ligados al folklore latinoamericano, algo que era muy poco usual en esa época. “Es cierto, dicen que el que pega primero pega dos veces”, afirma López. “Se dio un poco eso. Y la obra de Los Olimareños es muy gregaria, porque yo escucho grupos que recién empiezan, incluso en Argentina, que hacen nuestras canciones. También hay grupos de rock que hacen versiones, en algunos casos con otro ritmo.” Los Olimareños dejaron una huella tan profunda que tanto López como Guerra no pueden desprenderse de su propia leyenda y si bien desde la separación del dúo, en 1990, ambos han desarrollado una intensa carrera como solistas, editando ocho álbumes cada uno, saben que sus nombres están ligados para siempre a la historia en común. En el caso de López, que suele tocar en Córdoba y San Luis, esto se le manifiesta permanentemente, pero es un legado que asume con orgullo. “Ahora que estoy trabajando bastante en el interior de Argentina, me doy cuenta que muchas de esas canciones están en la memoria de la gente, porque uno las empieza a cantar y el público se larga a aplaudir. A veces la gente ni siquiera las conoce por el título, pero cuando las canto se saben toda la letra. Nosotros estuvimos muchos años trabajando en Argentina, la recorrimos de Norte a Sur. Cuando comenzamos, vivíamos en la Alta Córdoba o en el Barrio Clínicas, nos quedábamos en casas de estudiantes. A la gente joven de esa época la temática de Los Olimareños le resultaba muy atractiva, y nos brindaban su casa, su amistad y cariño. Yo me he encontrado ahora con que son doctores, ingenieros, con hijos y nietos.”
–¿Cómo llegaron a tocar a la Argentina por primera vez?
–De la mano de Jorge Cafrune. Nos habíamos hecho muy amigos, porque él andaba mucho de gira por Uruguay y el sur de Brasil, y nosotros también. En el año 1964, cuando estaba en pleno auge, estuvimos seis meses de gira juntos por toda la Argentina, llegamos hasta Caleta Olivia. De ahí él sacó Orejano, A Don José, temas nuestros que luego grabó. Jorge era un tipo entrañable, gran amigo, había mucho feeling personal y artístico con él.
–¿Fue esa famosa gira que hizo a caballo?
–A veces sí, llegábamos a los pueblos y el conseguía caballos y nosotros lo acompañábamos, también montados. Una vuelta nos metimos en el carnaval de La Pampa, en Santa Rosa, con los caballos, y atrás nos seguían todos disfrazados de indios, entonces el turco me mira y me dice, “solamente nos faltan las plumas, chango”.
–¿Pudieron trabajar durante la época de la dictadura?
–En Uruguay ya nos habían prohibido antes del golpe de 1973, y después ya directamente no pudimos trabajar, entonces empezamos a venir más seguido a la Argentina, hasta el golpe de 1976, cuando tampoco se pudo hacer más nada. Yo estuve un año preso en Argentina, de marzo de 1976 a marzo de 1977. Me agarraron en Córdoba y estuve cinco meses en el Campo de la Ribera, y de ahí fui a la penitenciaría militar de Córdoba, ya reconocido como preso legal. Después me pasan a la Unidad 9 de La Plata y luego a Devoto, donde me dan la opción para salir del país. Me llevaron a Ezeiza, y me embarqué para España.
–¿Cuál era el supuesto delito por el que lo apresaron?
–Divulgar canciones de protesta, temas como Los Dos Gallos, Cielo de 1969 y Hasta siempre. Nosotros fuimos los primeros que la grabamos en Argentina. A mí lo que me llena de orgullo es cómo esa semilla que plantamos pudo prender tan fuerte en este país. La obra de Los Olimareños no es una cosa pasada, está todavía presente.
–Cuando regresaron al Uruguay, luego del restablecimiento de la democracia, dieron un recital que fue histórico.
–Sí, en el Estadio Centenario, que se llenó totalmente, fueron caravanas de gente, una cosa muy emocionante. A veces lo recuerdan los canales en Uruguay, lo pasan en los noticieros; ahora se tomó esa fecha del regreso de los Olimas, en mayo del ’84, como el Día de la Canción Popular uruguaya.
–¿Es cierto que grabaron casi cincuenta discos con Los Olimareños?
–Grabamos 44 discos de larga duración. Aproximadamente la mitad en Uruguay, y los demás repartidos entre Argentina, México, España, Costa Rica, Venezuela y Ecuador. Se grabó mucho. He tratado de reunirlos, pero ni siquiera yo tengo todos los discos.
–Antes de toda esa historia había simplemente dos cantores de ciudad chica que llegaron a unirse por obra de la casualidad.
–Con Pepe Guerra somos los dos del mismo pueblo, Treinta y Tres, una ciudad chiquita, de 25.000 habitantes, cabecera del departamento del mismo nombre. Por ahí pasa el río Olimar, y la gente que es de esa zona se llaman olimareños. A mí desde temprana edad me gustó cantar, vengo de una familia grande, de origen campesino, y me inicié cantando en los cumpleaños de mis hermanos mayores. Cuando lo conocí a Pepe, cada uno cantaba por su lado, éramos solistas. Aunque es una ciudad chica, allí había una cosa cultural muy fuerte, tres teatros independientes, cuerpos de baile, pintores, escritores, todos los cantores pasaban por allí. Yupanqui escribió una canción que habla de Uruguay, Poema para un dulce nombre, y la hizo en Treinta y Tres, con los pies en el agua del Olimar, dicho por él mismo. Había un muchacho, el Nene Hernández, que organizaba espectáculos con toda la gente de allá. Como eran muchísimos cantantes, resultaban largos, cansadores, todavía no existía la costumbre de los festivales, estamos hablando de 1960. Entonces había que achicar un poco el tiempo, y nos pidió que cantáramos en dúo.
–¿Esa química vocal, tan característica entre ustedes, surgió de manera natural?
–Esas cosas se traen, vienen en los genes. Son cosas muy recónditas, que ni uno sabe a veces de dónde vienen, simplemente están. Lo que sí proyectamos, después de la formación del dúo, fue desarrollar un cancionero popular para Uruguay, que no existía en ese momento. Y ahí casi que se inventó un mapa musical en Uruguay, con la creatividad de Rubén Lena como cabecera. Hasta ese momento, el folklore uruguayo era muy dependiente de lo que llegaba de Argentina.
–¿La canción política sigue teniendo vigencia?
–Claro. Si se hubiesen terminado las luchas de clase en el mundo, macanudo, pero yo pienso que se han acrecentado. La pobreza y la riqueza son cosas que el hombre no ha podido superar, para poder encontrar un equilibrio. Ojalá tuviera que cantar actualmente otras cosas, pero como ser humano y por respeto a mí mismo no reniego de eso, sino todo lo contrario. Mientras me parezca que sea necesario hacerlo, lo voy a hacer.
–¿Los Olimareños pueden volver a juntarse?
–Sin dinero de por medio, para una ocasión especial, tal vez. Como un reconocimiento al cariño de la gente.