ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A DAVID BYRNE, ANTES DE
SU DOBLETE DE CONCIERTOS EN EL ESTADIO LUNA PARK
“En los Estados Unidos hay viento de cambio”
Hoy y el jueves 21, el público argentino disfrutará una versión impecable del músico, con una carrera sin fisuras.
› Por Eduardo Fabregat
Se lo extrañaba. Desde aquel show de 1990, el público argentino se acostumbró a que David Byrne pisara estas tierras cada vez que sacaba un disco. Pero, crisis mediante, Look into the eyeball (2001) fue la excepción. Hubo que esperar a Grown Backwards, otra colección de canciones delicadas, para celebrar el reencuentro con el ex líder de Talking Heads, cuyo público local parece haberse incrementado: al show de esta noche en el Luna Park y la presentación de mañana en el Broadway de Rosario se agregó una fecha el jueves 21. Así, el My Backwards Life Tour que arrancó en marzo en Europa y siguió por EE.UU. está más que a punto para seducir aquí, esta vez con un disco en el que las cuerdas del sexteto Tosca Strings colorean la voz de Byrne. Que incluso se animó a dos arias, Au fond du temple saint (de Los pescadores de perlas, Georges Bizet) y Un di felice, eterea (de La Traviata, Giuseppe Verdi), confirmando que hace rato que olvidó los supuestos límites de su estilo. Acompañado por Paul Frazier (bajo), Mauro Refosco (percusión) y Graham Haw-
thorne (batería), el ex psycho killer le da curso a un show en el que aparecen varias canciones de Talking Heads arregladas para cuerdas, y en el que, según afirmó en la conferencia de prensa del martes, la gente no puede resistirse “y al sexto o séptimo tema ya están todos bailando”. Tras ese encuentro, el músico se prestó a una relajada charla con este diario.
–En su momento, usted contó que Grown backwards nació de un modo diferente a otros discos, arrancando por las melodías.
–En este disco predomina eso: hay una intensa conexión entre las emociones y las melodías. En el comienzo anduve cargando un minigrabador, canturreando melodías en la calle, el baño, andando en bicicleta... se me ocurría algo, paraba y grababa. Así me encontré con una pila enorme de microcasetes... los puse sobre una mesa y dije “OK, aquí está mi disco”. Lo siguiente fue trabajar las armonías. Usualmente, lo último que hago son las letras, lo cual algunas personas encuentran extraño...
–¿Se ha modificado su manera de componer a través de los años y la experiencia? ¿Es una persona de tener momentos en blanco y momentos de mucha inspiración?
–Sí, me sucede eso. Cuando estoy de gira me dedico a escuchar mucha música, no compongo. Componer es algo que se origina en el subconsciente, y cuando llega el momento es como que se abre la canilla, las ideas caen... y empiezo a escribir.
–En contraposición a la teoría según la cual, si un CD tiene capacidad para 80 minutos, hay que “llenarlo” de música, sus discos suelen tener una duración de vinilo. ¿Hay una intención premeditada de ser conciso?
–Grown backwards es un poco más largo que el anterior, pero es cierto... yo creo que una duración de 80 minutos está bien para cierto tipo de música, pero para concentrarse en un grupo de canciones me parece mucho. No hay tiempo suficiente para escuchar con ese tipo de concentración... hay un montón de música, además. Yo creo que entre 50 y 60 minutos es el tiempo ideal para sentarse y escuchar con atención. Ahora, con las computadoras, los IPods y esa clase de cosas, el CD está empezando a perder un poco de sentido. Aunque, claro, cuando grabo un disco, en primer lugar elijo canciones que tengan una coherencia.
–Tocar es una experiencia que complementa el público, pero imagino que también tiene que ver con sensaciones personales. ¿Qué cosas sutiles lo alegran, energizan o deprimen en un show, qué cosas lo hacen terminar y decir “bueno, éste fue un buen concierto”?
–Al principio de mi carrera, los shows en vivo eran una especie de necesidad psicológica. Yo era una persona muy apocada, me costaba expresarme socialmente, y el escenario era un buen modo de hacerlo. Parece una contradicción: ¿por qué una persona tímida se sube a un escenario? Pero el escenario es un mundo artificial. Allí podía mostrarme, cantar, gritar... pero cuando salía era alguien muy distinto. Ahora es diferente, ahora es un placer hacerlo. Actuar es muy disfrutable para mí, y a veces me sirve para descubrir cuál será la dirección que voy a tomar.
–¿Cómo fue el trabajo de rearreglar viejas canciones para las cuerdas del Tosca Strings?
–En general trato de mantenerme fiel a la canción original, como en Blind, donde reemplazamos los arreglos de vientos por las cuerdas. Algunas de las canciones que tocamos de Talking Heads son quizás inesperadas, las que tienen un groove afro. Quizá son las que uno no esperaría que podrían arreglarse para cuerdas. Pero creo que con este grupo lo puedo hacer.
–Y le pasó de ver esas canciones objetivamente y decir “¿cómo llegué a esta armonía, como construí esto?”.
–Sí... me di cuenta de que algunas de esas canciones están construidas alrededor de dos o tres acordes. La base de todo es muy simple, y son los colores de los arreglos lo que cambia constantemente.
–Acaba de editarse por primera vez en CD The name of this band is Talking Heads, el disco que retrata los primeros shows del grupo. ¿Tuvo participación en eso?
–Sí, la compañía me convocó. Estuve involucrado en el remasterizado y todo el material extra. Al escuchar el material, encontré que suena bastante contemporáneo, actual, mucho más que las grabaciones de estudio.
–De manera inevitable, en la conferencia de prensa le preguntaron si alguna vez habrá reunión. Hace diez años, en una entrevista para este mismo diario afirmó que “Talking Heads no vuelve más”...
–Y sigo creyendo lo mismo. Una gira de regreso de Talking Heads sería exclusivamente por el dinero. Yo disfruto muchísimo, me divierto con lo que estoy haciendo... y no necesito el dinero.
–En este tiempo tuvo participación en las campañas contra la reelección de Bush, con proyectos como el Voting Booth o cediendo una canción para el disco Future soundtrack for America. ¿Cómo ve las elecciones?
–Creo que hay un viento de cambio en Estados Unidos, hoy tengo un poquito más de esperanza al respecto. Estuvimos girando por Norteamérica durante varios meses y estuvimos en contacto con conductores de taxi, camareros, hablamos con personas comunes en la calle, y algunas de esas personas votaron en el pasado por Bush y ahora están diciendo “no, no está haciendo un buen trabajo”, y afirman que no lo van a votar.
–Es curioso, porque durante mucho tiempo se consideró que los fraudes electorales y los negociados políticos eran cosa del Tercer Mundo, pero la elección de Bush por la Corte Suprema, los escándalos de Enron y Halliburton demostraron que EE.UU. tiene lo suyo...
–Para mí es simple: ¿cómo un país puede decir que va a mostrarles a otros países cómo se hace una democracia, si no la puede llevar a cabo en su propio territorio? Algunas personas en Estados Unidos se están dando cuenta de eso, pero la gente aún tiene miedo, y el gobierno, claro, alimenta ese miedo. Si hacés lo posible para que la gente se mantenga asustada, vas a poder hacer lo que quieras con ellos.
–¿Cómo está Nueva York a tres años de los atentados?
–Creo que está volviendo a la normalidad. Es una ciudad internacional... pero en el interior sigue habiendo mucho miedo, la gente aún cree que Saddam Hussein va a entrar a sus casas tirando la puerta abajo (risas).
–En el debate sobre la bajada de canciones en Internet también juega el miedo: la industria discográfica desató una caza de brujas en la que se llegó a demandar a usuarios por bajar archivos...
–Hace poco hubo un estudio de una universidad en el que se descubrió que el downloading no tiene mayor efecto en las ventas. Hicieron un seguimiento de gente que bajaba canciones en Alemania, gente que acostumbra comprar CD, y que cuando algo le gustaba iba y lo compraba. Yque aquellos que no acostumbran comprar, bueno, seguían sin comprar. Hay algo de hipocresía en toda la discusión, pero es entendible: hay una industria y sus productos se consiguen gratis. Hay otros ejemplos, quizá no tan exactos, pero... la literatura se consigue en la biblioteca, te podés llevar un libro gratuitamente una o dos semanas. Y sin embargo, la industria editorial no busca cerrar las bibliotecas, porque en realidad esa posibilidad eleva el interés en la literatura.
–La industria no parece estar obrando con sensatez con respecto a los cambios de estos años.
–Creo que el negocio de las discográficas está dividido en dos: está la mitad que se dedica a promover blockbusters, y la que se dedica a un negocio más pequeño y alternativo. El problema es que no hay un medio, nadie se ocupa de desarrollarlo. Y puede ser un lugar muy beneficioso: a menudo hay más dinero allí.
–¿Hay algún libro, artista u obra que le haya resultado especialmente revelador en los últimos tiempos?
–Acabo de leer un libro de un periodista norteamericano de los ’40, un libro de entrevistas con gente de clase baja, delincuentes, estafadores... hay historias graciosas: cuenta que P. T. Barnum, el dueño del circo, hacía un show en el que anunciaba: “Vea a la vaca con la cabeza donde debería estar la cola”... ¡y lo único que hacía era dar vuelta a la vaca! ¡Y la gente pagaba! (Risas.)
–Es un buen ejemplo de cómo puede operar la industria del espectáculo.
–Sí, definitivamente (risas).
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