ESPECTáCULOS
› DAVID BYRNE EN EL LUNA PARK
Las canciones del turista accidental
Con muchas canciones de Talking Heads y una banda notable, el escocés brilló.
› Por Esteban Pintos
Resulta paradójico que David Byrne haya concluido su magnífico show del jueves en el Luna Park (repite el jueves 21) con una canción titulada Lazy (“Perezoso”). Porque si hay algo que no tiene este hombre, justamente, es pereza. Desde fines de los ’70, Byrne construyó su carrera desde la inquietud y la búsqueda constante de sonidos, de imágenes, de discurso, de actitud artística multidisciplinaria. Ni siquiera ahora, en tiempos de reuniones, regresos y reciclajes, cuando podría vivir de un retiro voluntario muy acomodado a partir de las perennes canciones de Talking Heads, elige el camino fácil. Esta vez llegó a Buenos Aires para mostrar algunas nuevas canciones y, sobre todo, la estructura sonora de su disco Grown Backwards. Lo hizo a bordo de una formación liderada por la notable pareja percusiva de Mauro Refosco y Graham Hawthorne, que adquiere brillo en los arreglos para cuerdas del sexteto The Tosca Strings. De allí bombea sangre nueva para canciones cuyos latidos superan la década en que fueron concebidas (los ochenta, tanto tiempo) y se instituyen en banda de sonido generacional.
Repaso: para los que fueron a escuchar eso, David Byrne les regaló calientes versiones de I Zimbra, This must be the place (naive melody), Road to nowhere, (Nothing but) flowers, Once in lifetime, Blind, Life during wartime y, sí, Psycho killer y And she was. ¿Alguien de la multitud que casi completó la capacidad del Luna Park esperaba algo más? Difícil. Una imagen captada al momento de This must... sirve de metáfora. Mientras el Tosca Strings introducía la inocente melodía a la que refiere el título, el artista se retiró del centro de la escena y comenzó una graciosa caminata en retroceso. Así recorrió el tablado, para volver al primer plano y cantar la canción. Así como se deslizaba en una especie de caminata lunar y elegía el segundo plano, habría que pensar su actitud frente al estrellato y el bronce que, por sí solas, las canciones de TH le garantizarían. Moraleja: el hombre carga alegremente con la mochila de su pasado, y así se desliza por la vida.
Pero como buen turista accidental que es, Byrne convirtió su show en una recorrida por su propio mundo, donde cabe una buena cantidad de citas sonoras y geográficas que revelan su intención de búsqueda constante. En el mundo-Byrne caben, entonces, en igualdad de condiciones y admiración Cesaria Evora (Ausencia), Jimi Hendrix (One rainy wish, gran adaptación para cuerdas de una canción de guitarra y voz en LSD), Susana Baca (María Landó), Café Tacuba (Desconocido soy, canción que grabó junto al cantante mexicano para Look into the eyeball), Cole Porter (Don’t fence me in), Giuse- ppe Verdi (Un di Felice, Eterea) y el dúo electrónico X-Press 2 (Lazy, superhit bailable de 2002). Todo magníficamente ejecutado, con pasión y precisión por los diez músicos.
Antes de casi todas las canciones, el hombre flaco y canoso, de graciosos movimientos corporales, ensayó explicaciones (hilarante la de And she was, sobre la chica que tomaba ácido al lado de una fábrica de leche chocolatada y una autopista) en un voluntarioso español que revelan, unavez más, cuánto le interesa la comunicación. Antes que diletante, pirata cultural, snob neoyorquino o el mote que se le quiera imponer, Byrne es un comunicador nato. Alguien que da a conocer en formato pop estados de las cosas y síntomas sociales, pequeñas historias aparentemente inconexas, inclusive en sí mismas.
Piénsese si no en la relevancia de las canciones de Talking Heads, compuestas la mayoría de ellas durante la década que definió (¿deformó?) estos tiempos que corren. En los ’80 el lenguaje cotidiano de los seres humanos (al menos del lado occidental) incorporó vocablos, descripciones, síntomas y neurosis, situaciones que hacen a la vida moderna. En los ’80 cobraron forma MTV, las guerras preventivas, las computadoras, los asesinos seriales se convirtieron en estrellas, los medios necesitaron del adjetivo “masivo” y la solución liberal a los problemas de la humanidad fue vendida como la única salida. Así estamos. Y ahí estaba Byrne para contarlo en forma de alegres, esquizoides, frenéticas canciones populares sin tiempo ni lugar.