ESPECTáCULOS
› LUIS EDUARDO AUTE ACTUA HOY EN BUENOS AIRES
“La obra jamás está cerrada”
Desde que sus canciones eran secretos bien cuidados hasta ahora han pasado 35 años, que el cantautor resume en una serie de CD’s bautizada Auterretratos. Hoy los presenta aquí.
› Por Karina Micheletto
Luis Eduardo Aute es una rara avis dentro de la industria. Dice que se siente más pintor que cantautor. Odia los estudios de grabación. Su forma de entender el arte parte de la idea de que una obra nunca está terminada. Por eso es capaz de alternar instrumentos y cambiar letras todas las veces que sean necesarias. Que son todas. En el primer volumen de Auterretratos, por ejemplo, el español no tuvo problemas en alterar casi toda la letra de Aleluya Nº 1. Hoy presentará este disco en el Gran Rex, después de una gira por Córdoba, La Plata y Bahía Blanca.
Auterretratos, una revisión de los treinta y cinco años de carrera del cantautor, cuyo primer CD doble acaba de editarse en la Argentina, tiene una segunda parte que Aute terminó de grabar antes de venir aquí y continuará con dos volúmenes más y un CD de canciones inéditas en el medio. Esta es la segunda visita de Aute en el año. El 25 de mayo estuvo en el recital de Plaza de Mayo que también trajo a Silvio Rodríguez, en un periplo que duró unas pocas horas y que recuerda “como entre sueños”. Cuenta: “Fue muy rápido todo, llegar aquí, encontrarme en aquella plaza, con toda esa gente que no se movía a pesar de la lluvia, y a las pocas horas ya me estaba volviendo a Madrid. Ahora lo veo como en una pompa de jabón”. Mientras habla, juega con la pipa que le sirve de mordisco en los primeros días de abstinencia al tabaco tras dos paquetes de cigarrillos diarios.
Desde aquellos tiempos en que sus cassettes circulaban en la Argentina casi clandestinamente, pasados de mano en mano como un secreto bien cuidado, Aute fue trabando una relación especial con su público argentino. El fue quien le recomendó a Joaquín Sabina que recalara aquí, con el buen olfato de que en esta tierra caerían bien sus canciones.
–Una serie de discos en la que repasa toda su carrera obliga al balance. ¿Cómo fue el suyo?
–Me ayudó a reencontrarme con muchas cosas mías. Había canciones que ni me acordaba cómo eran, algunas habían quedado como perdidas en los vinilos. Cuando fui a buscarlas anduve con mucho temor de que no me gustara lo que iba a encontrar, de que hubieran quedado obsoletas. Quise tenerlas todas juntas para ver cómo me sonaban. Por suerte, encontré que la mayoría podría haber sido escrita la semana pasada. Pero había muchas que no me gustaba cómo quedaron grabadas. Y así fue como cambié letras.
–No es común entre los autores andar cambiando sus canciones.
–No es cambiar sino ir más allá, profundizar. Dejar la canción de años atrás como me hubiera gustado que quedase hoy. Yo siento que una obra no está cerrada nunca. Eso es algo evidente en la pintura. Los pintores hacen un cuadro y lo dejan reposar un año, dos, luego vuelven a la carga con las pinceladas, y así. Por eso en tantas grandes pinturas se descubren debajo muchas otras capas de grandes pinturas. Por eso tipos como Picasso están llenos de arrepentimientos en sus obras. En la música esto suele suceder con las melodías, no tanto con las letras. No veo por qué no. Anoche cambié dos versos de La belleza.
–¿Es una suerte de ejercicio de sinceridad creativa?
–Es un derecho del autor, él tiene la libertad absoluta para hacer con sus criaturas lo que le dé la gana. Pero sobre todo es una concepción del arte y de la vida. Ambos son movimiento constantes. Nada permanece quieto, ni aun después de muerto. Las piedras se erosionan, el Partenón se desgasta en este mismo momento.
Aute comparte su trabajo de músico y compositor con los de pintor y cineasta, dos oficios que reunió en el largometraje Un perro llamado dolor, que aquí sólo se proyectó en el Festival de Mar del Plata. “Lo de escribir canciones es algo accidental. Podría vivir sin hacerlo, pero no podría vivir sin pintar”, suelta. “Al tiempo de empezar en esto me retiré porque quería pintar. Volví a grabar en el ’73 porque un amigo poeta escuchó mis canciones y prácticamente me obligó a hacerlo. Grabé con la condición de no dar conciertos ni promorcionarlos. Dije: ‘Simplemente voyal estudio y ustedes lo venden’. Así fue hasta 1978, cuando salí a cantar en vivo. Fui muy feliz esos cinco años, cuando el único tiempo que perdía con la música era grabar.”
–¿Perdía, dijo?
–Sí. Odio los estudios de grabación. Son salas quirúrgicas. No hay vida allí. Me dan claustrofobia. Disfruto mucho escribiendo canciones, pero cuando llega el tiempo de grabarlas... uff... No es lo mío.
–¿Qué cambió en España tras el traspaso presidencial?
–A partir del momento en que nos sacamos de encima a Aznar y a la miserable aberración de la guerra, ya la gente respira de otra manera. Pasó poco tiempo y no se pueden pedir cambios inmediatos, pero al menos hay otro aire en la calle, ya no se ve tanta crispación en las caras de la gente. Hay esperanza, se abre un camino en el que es posible proyectar con seriedad. Bienvenida sea esta sensación.