ESPECTáCULOS
› OPINION
Carne argentina for export
› Por Eduardo Fabregat
Es un buen ejemplo del estado de las cosas en cuanto a la Argentina y la escena musical latinoamericana, pero también sobre la línea de marketing que MTV Latino –alguna vez, allá lejos y hace tiempo, una interesante propuesta continental– sigue para estas pampas. Una idea que puede resumirse echando un vistazo a los premios y a las presencias en la patética fiesta del Jackie Gleason: tratándose de argentinos, para los líderes de opinión con sede en Miami valen más las tetas que los músicos. Allí estuvieron, entonces, Rocío Guirao Díaz, María Eugenia Ritó y Silvina Luna (en una escenita penosa con el rapper Xhibit), y Nicole Neumann, y Leticia Brédice y la estrella máxima de la tele 2004, Florencia de la V, dispuestas a cumplir el rol de Luciana Salazar en el 2003 y alimentar los programas de chimentos durante toda la semana. Eso es lo que hay: un premio para Airbag (¿Airbag, “Mejor artista nuevo de Argentina”? ¿Qué canal mira MTV?), otro para Capri, el acostumbrado galardón pop para Diego Torres y otro en el que Torres, en el criterio-MTV de “mejor artista argentino”, deja afuera a Babasónicos, Bersuit y Catupecu Machu. Pero, ante todo, siempre será mejor una Silvina Luna en pelotas que un Cordera transpirado o un Dárgelos provocando los sentidos.
Podrá decirse que ningún premio sirve efectivamente para nada, más que para las afiebradas gacetillas de los jefes de prensa. Los MTV en particular, por otra parte, se han ido degradando solos, por el escaso interés en reflejar lo que sucede bajo la pulida superficie del mainstream y por la propia pantalla de la señal, cada vez más abundante en programas de tontería teen y más amarreta en música. Claro que hay justicia en los galardones a Café Tacuba y Julieta Venegas, y el astro de Color esperanza ha sabido construir su lugar y hacer movidas estratégicas –como el Unplugged– que le aseguran un lugar en lo que hoy se entiende por “latino”. Lo que resulta triste, aun en una ceremonia que mira las cifras de venta antes que las cualidades artísticas, es el papel de comparsa asignado a un país con casi cuarenta años de cultura rock. Un país que hoy entra en la ecuación de MTV Networks no como usina musical sino como fácil proveedor de carne vistosa y encefalograma casi plano. Cuidado, MTV: aun existiendo los payasescos American Music Awards, están a punto de ganarse la estatuilla a los premios más banales de la industria.