Jue 28.10.2004

ESPECTáCULOS  › DIARIO DE UNA PASION, DEL ESTADOUNIDENSE NICK CASSAVETES

Amores que nunca se olvidan

› Por Martín Pérez

Ante su prometida, el novio frustrado le plantea tres posibles finales. Los tres, asegura, son incorrectos. Porque en todos no terminan juntos. De alguna manera, Nick Cassavetes parece haberse enfrentado ante un dilema similar a la hora de encontrarle un final a la románticamente inflamada Diario de una pasión. Pero el final elegido entre todos los posibles, después de haber luchado durante casi todo su metraje para esquivar los más evidentes golpes bajos, es el que termina de construir una postal del amor de por vida, y el que califica como el más bajo de todos los golpes posibles. Un final lacrimoso y que se declama milagroso, y que decididamente está a la altura de los bucólicos paisajes del sur estadounidense con los que comienza esta adaptación de una novela de Nicholas Sparks, en la que un anciano le lee a una mujer de su edad una historia de arrebatado amor adolescente, que bien podría haberlos tenido como protagonistas.
Chico-conoce-chica es uno de los principales motores de la narración cinematográfica y Diario de una pasión lo multiplica por dos, ofreciendo también anciano-conoce-anciana. ¡Y qué ancianos! Ni más ni menos que de James Gardner y Gena Rowlands, la pareja que rememora la abrasadora historia de un amor de verano, encarnado por Ryan Gosling (Noah) y Rachel McAdams (Allie), dos jóvenes actores que destilan una especial química, a la altura de las fascinantes presencias de Gardner y Rowlands. Allie es la dama y Noah, el vagabundo en esta historia de amor ambientada en los ’40, y cuyo devenir incluye roles importantes tanto para Sam Shepard como el padre de Noah, pero aún más para Joan Allen como la implacable madre de Allie.
Uno de los mejores elogios que se le puede hacer al film es que se toma su tiempo para recorrer los pliegues de su tragedia romántica de aliento clásico y, por supuesto, también trillado. Están las escenas de los jóvenes enamorados, pero también las peleas y dramas privados de cada uno de sus caminos después de ese verano, hasta que el destino los vuelve a reunir en busca de ese final feliz. Todo esto narrado por Gardner a Rowlands en el geriátrico que comparten, en una historia contemporánea que carga con el verdadero trasfondo romántico de la película, incluso por la presencia de sus intérpretes.
Con un poco de imaginación, casi es posible imaginar la lucha del espíritu cinematográfico paterno que pueda quedar en Nick a la hora de buscarle un final a Diario... Lo que logra es darle una atípica profundidad al desenlace de ese romance adolescente, cargando muchas veces el peso en la magnífica presencia de Joan Allen. Pero cuando es posible imaginar que la historia de fondo tendrá un trabajo similar (cuando un estallido final de Rowlands permite recordar su actuación en Una mujer bajo influencia), los milagros se llaman a sí mismos, el amor es para siempre y la tragedia está asegurada, para llamar a la postal y dejar a todos tranquilos. Y lloriqueando.

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