ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A ANA MARIA SHUA
Historias mínimas
La escritora habla de Botánica del caos, un libro de cuentos que publicará mañana Página/12, en el marco de la colección “Literatura fantástica y ciencia ficción”.
Por Angel Berlanga
Un hombre que persigue al pájaro de la felicidad durante añares y cuando lo encuentra se lo termina comiendo, un intestino que en el medio de una operación se rebela contra el cirujano y lo tritura como si fuera una serpiente pitón, Dios tomando vino en el bar y contándole sus pecados de juventud a los muchachos, los efectos que produce en un jardín el uso del peyote concentrado durante una regada: algunos indicios de las posibles fusiones de los materiales con los que Ana María Shua escribió los 221 cuentos brevísimos que forman y deforman Botánica del caos, el segundo de los libros que componen la serie “Literatura fantástica y ciencia ficción” y que publicará mañana Página/12. Si la imaginación de la autora queda más o menos esbozada a partir del puñado de indicios iniciales, cabe agregar que maneja el género con elegancia y contundencia (es objeto de estudio en Estados Unidos, por ejemplo) y que conduce a sus criaturas hacia el delirio, lo imposible, el humor, el sinsentido, la paradoja, el juego de palabras. De hecho, Shua dice que en la escritura del relato corto se encuentra en su hábitat.
Lo primero que publicó esta escritora nacida en 1951 fueron poemas: tenía 15 años. Durante 15 años trabajó como creativa en una agencia publicitaria. Luego escribió su primer libro de cuentos, Los días de pesca. El primer volumen de relatos “brevísimos” cumple dos décadas: lo tituló La sueñera. La prosa poética, y acaso la efectividad de sentido y el poder de síntesis que suele buscarse en la publicidad (aquí, no para vender algo: Shua ha dicho que al microcuento suele calificárselo de “maldito”, porque es considerado “anticomercial”), están presentes en la forma en que maneja un género que tuvo su continuidad en Casa de Geishas, primero, y luego en Botánica del caos. En España, además, publicó Temporada de fantasmas, inédito todavía en Argentina. Shua también es autora de novelas, guiones cinematográficos, obras de teatro y cuentos infantiles.
“Botánica del caos es una selva llena de monstruos que no por pequeños dejan de ser peligrosos, pero a la vez son entrañables –anota Rudy en el prólogo de esta edición–. Monstruos que nos hacen reír o que nos miran desde sus jaulas envidiando nuestra libertad, o que miramos desde las nuestras, desde ese sitio de adulto ‘preso de las certezas y el lenguaje, y las certezas del lenguaje’ que añora aquellos mundos perdidos donde todo podía ser. Monstruos que soñamos o que nos sueñan, absurdos lógicos, absurdos inevitables. ¿O acaso podría existir lo ‘lógico’ si no existiera lo absurdo?” La relación entre los dos elementos es un engranaje clave en estos relatos: Shua parte del lugar común o de lo cotidiano y en menos que canta un gallo el lector encuentra que hubo algún desvío que lo depositó en otro mundo y a veces otro desvío lo devuelve al primero, y así. Difícil inventariar en pocas líneas las absurdas lógicas de funcionamiento de los textos de este libro: un tipo puede echar raíces como una planta, Kant puede ser el parámetro del tiempo en un pueblo, un cuchillo puede abrirse paso eternamente.
–¿Cuáles son los disparadores para estos relatos?
–Surgen arbitrariamente, por razones un poco misteriosas. Cuando aparece algún texto empiezo a pensar en algún tipo de clasificación, que a su vez me permite pensar otros textos. El proceso se realimenta y así surgen ciertos temas que me permiten avanzar por determinados caminos. En este caso, por ejemplo, unos cuantos relatos tenían que ver con vegetales, y entonces mi mente empezó a funcionar para ese lado. O me di cuenta de que había varios textos vinculados con enfermedades, un tema que está presente en toda mi literatura, realista o absurda en algunos casos, fantástica en éste. Lo más interesante de lo fantástico es que pueda entretejerse con lo cotidiano. Algunos relatos surgieron de los sueños. Mientras escribí este libro, por otra parte, estaba leyendo Las mil y una noches, y varias historias se desprenden de allí.
–Más allá de la presencia del humor en los relatos, hay muchos cuchillos, mucha muerte y dolor. Más violencias que dulzuras.
–No había notado lo de los cuchillos, pero es muy posible. Por otro lado la vida... la buena literatura, en términos generales, no es muy dulce: en ella predomina la idea de la muerte; uno de sus temas centrales, fundamentales, es la fragilidad de la vida y el paso del tiempo. En cualquier libro más o menos interesante, literariamente hablando, va a encontrarse muerte y decadencia, lo que el ser humano trata de olvidar en cada instante de su vida para poder seguir adelante.
–¿Por qué tiene predilección por el microcuento?
–Tengo muchos libros publicados de distintos géneros, pero me gusta particularmente la minificción o microcuento o cuento brevísimo, como quiera llamárselo. Es un género que me interesa mucho, porque evidentemente tengo una tendencia personal a la síntesis y me gusta trabajar con una cantidad de recursos mínima. Empecé escribiendo poesía y creo que el género se le aproxima por el peso que tiene cada palabra en su conjunto, y porque estos cuentos necesitan tener un ritmo particular. Estos cuentos, en realidad, como la poesía, son intraducibles.