ESPECTáCULOS
› FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE INDEPENDIENTE
Imágenes de un porteño fuera de Buenos Aires
El cineasta Hugo Santiago, objeto de una notable retrospectiva en el Festival, escribió este texto en la década del 80. El director analiza allí la crisis de la cultura y la relación de su cine con Borges y Bioy.
Uno de los puntos altos del IV Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires es la retrospectiva completa de la obra de Hugo Santiago. Aunque ha desarrollado casi toda su obra en Francia (salvo su primer largometraje, Invasión, con guión de Borges y Bioy Casares), Santiago nunca dejó de reivindicarse como porteño. “Mis films son los films de un porteño fuera de Buenos Aires”, suele decir. Esta muestra le permite reencontrarse con su ciudad por partida doble: el crítico y ensayista David Oubiña, curador de la retrospectiva, compiló el libro El cine de Hugo Santiago, el primer volumen dedicado al estudio de su obra, del que aquí se reproducen algunos textos del cineasta, bajo el título Variaciones sobre el cine, los signos y la cultura.
Esto es la cultura argentina
Buenos Aires, de la misma manera que Córdoba o Rosario, han sido siempre ciudades muy al corriente de lo que sucedía en el mundo sobre el plano de la cultura, tal vez como consecuencia lógica de los fenómenos de inmigración que han tenido un rol capital en la estructuración de la sociedad argentina. Cuando era adolescente, asistí a un debate ridículo: acusaban a ciertos escritores de estar europeizados, cuando esta cultura europea forma parte de la nuestra. Nosotros le añadimos, es cierto, algo que nos es propio. No hay que olvidar que en Argentina la tradición indígena o negra no es importante, y que la cultura de mi país ha sido entonces creada por la población nacional y la masa de inmigrantes del siglo XIX y principios del XX.
El debate sobre la cultura argentina no es nuevo. Data del siglo XIX. Ha sido reanimado por intelectuales como Martínez Estrada y sobre todo, en tiempos del peronismo, cuando en la universidad se afirmaba por ejemplo que los “europeizados” negaban la identidad nacional, como si por el simple hecho de ser culto se fuera menos argentino. Había como un deseo de “latinoamericanizar” el país. Es curioso, es un poco gracioso, porque no son ellos quienes lograron hacerlo, sino la dictadura militar, a partir de una perspectiva absolutamente diferente, claro: debacle económica, pauperización y desaparición de ciertas capas sociales, lo que ahondó el abismo respecto de aquellos que quedaban como los únicos actores de la nueva realidad. Abismo nefasto para un país como el nuestro.
De un modo natural, Buenos Aires había dejado la puerta abierta a las culturas de todos los orígenes. Cuando en 1959 yo llegué a Francia –a los diecinueve años–, mi cultura cinematográfica era tan completa como la de cualquier cinéfilo europeo. Debo agregar que en el corazón del debate sobre la cultura nacional han dicho incluso que Borges era un escritor europeo. Felizmente, este esquematismo ha sido superado y hoy nadie puede dudar de que Borges –al igual que Bioy o Cortázar– es un autor argentino por excelencia. Creo que se puede señalar a Borges y decir sin dudar: “Esto es la cultura argentina”.
Grandeza y miseria del cine
Están los “primitivos” del cine argentino –o mejor dicho, algunos de sus films– que me interesan, como Ferreira o Romero. Por otro lado, no podemos negar la importancia para el cine de nuestro país de las primeras obras de Leopoldo Torre Nilsson. El cine posee esta terrible característica: nació como una escritura posible, pero muy rápidamente fue descubierto como un medio de espectáculo, probablemente el más poderoso que se había inventado hasta entonces. Esto constituye una de las grandes tragedias del cine: la inversión exige siempre beneficios.
El cine muestra igualmente una extraordinaria riqueza de medios. Es su grandeza, pero también su más grande miseria, porque ella se presta al engaño, al error, a la manipulación ideológica, a la servidumbre: ella se presta a la inmovilización del espectador. Si un escritor dice “perro”, si intenta definirlo de la manera más precisa, no hay nada que hacer: lapalabra “perro” no es más que un pequeño dibujo negro sobre una página blanca. No existe en nosotros sino en la medida en que despierte en nuestra conciencia –o en nuestro subconsciente– alguno de los perros de nuestra vida. Por el contrario, en el cine, a usted no le proponen un perro, se lo imponen. Cuando un perro aparece en la pantalla, no se trata del perro de sus recuerdos sino de aquel que usted ve. Y de ningún otro.
El cine se ha puesto a funcionar como una ventana a la realidad. Nos han hecho creer que lo que muestra la pantalla es la verdad absoluta. Incluso cuando se trata de films estilizados, como el cine expresionista, la riqueza de la imagen es tal que es capaz de imponer su propio universo. Muchos países han logrado “vender” su modo de vida. Los efectos perversos del cine, que provienen todos de su riqueza, son nuestra más grande dificultad.
Los escritores y yo
Considero que todos mis films, incluso aquellos que filmé en Francia y están hablados en francés (Los otros, El juego del poder) o el que estoy haciendo en este momento, Las veredas de Saturno (que es bilingüe y es la continuación de mi primer film, Invasión), son films argentinos. Hay un lenguaje cinematográfico, una manera de abordar lo fantástico que son netamente argentinos. Mis films son los films de un porteño fuera de Buenos Aires, y no podía ser de otra manera. Siempre he trabajado con escritores: mi segundo cortometraje lo hice con Roberto Cossa, Invasión y Los otros con Jorge Luis Borges y Bioy Casares, El juego del poder con Claude Ollier, Las veredas de Saturno con Juan José Saer y Jorge Semprún. Hasta el momento, nunca hice una adaptación. Trabajo con escritores, pero sobre tramas originales, entre otras cosas porque son amigos y porque ellos aman el cine. Borges, Bioy, Saer, Ollier son cinéfilos declarados. La condición sine qua non es que el trabajo se ponga en ruta a partir de un proyecto cinematográfico y no literario. Y además, yo amo trabajar con escritores. Tal vez porque soy un escritor reprimido.
La retrospectiva de Hugo Santiago se está viendo en el MALBA y en la Sala Lugones. Días y horarios de algunos de sus títulos fundamentales: “Las veredas de Saturno” (mañana a las 21), “Los otros” (pasado mañana a las 21), “El juego del poder” (mañana a las 14.30, el jueves a las 14.30, todos estos films en la Lugones). “Invasión” (domingo a las 21 en el MALBA).