Mar 23.04.2002

ESPECTáCULOS

“Es irónico que pasen mis películas en un shopping”

Raúl Perrone es uno de los protagonistas del Festival, con una retrospectiva que incluye la presentación de su flamante “Late corazón”.

Por Ana Bianco

Desde comienzos de los ‘90, Raúl Perrone viene haciendo un culto de la independencia. Su principal recurso es el video, a través del cual le dio forma a la trilogía Labios de churrasco, Graciadió y Cinco p’al peso, Zapada, La felicidad (un día de campo) y Peluca y Marisita, hasta Late corazón (2002), su nuevo film, que compite en la sección “Lo nuevo de lo nuevo”. Al principio filmaba a sus amigos, vecinos de Ituzaingó, su propio Manhattan. Poco a poco el director le fue ganando al dibujante que trabajó en Tiempo Argentino y El Cronista Comercial. En Late... filmó solo, como la única manera de poder captar fielmente a Don Galván, su suegro y su numerosa familia en los preparativos por el 55º aniversario de casamiento.
–Es bastante jugado presentar a una parte de su familia en público.
–Creo que soy coherente con mi ideología, con lo que digo y hago. Trato en la medida de lo posible de no traicionarme. Es una parte de mi familia, pero podría ser la de cualquiera. Me había quedado sin laburo en El Cronista, después de quince años de dibujar todos los días. Recordé que alguien me dijo: “Perro, no te preocupés, ocupate por hacer algo y pedí una cámara prestada”. Un día fui a visitar a mi suegro, al que no veo muy seguido. En Peluca y Marisita ya había participado en una secuencia limpiando discos. Y quizás fue el disparador para que yo pensara en una película con él. Empecé a ir todos los sábados un rato con mi cámara para que se acostumbrase. Escuchaba las conversaciones y comencé a escribir los diálogos. Mi suegro se lo tomó con naturalidad, decía: “Hoy es sábado y viene el loco”... Al quinto sábado empecé a filmar algo sobre lo único que sabía: que la estaba haciendo yo. Filmé desde el respeto y el pudor, sin pensar jamás que son de mi familia. Durante el rodaje logré algunas escenas que eran únicas y después manipulaba la realidad. El único cámara era yo, me ayudó mucho mi oficio de dibujante. Fue un laburo difícil, pero muy enriquecedor. Cuando vi las imágenes, pensé compartirlas con amigos y con mi familia, eventualmente en alguna muestra, pero no imaginé la repercusión. Lo bueno es no haber pensado en eso.
–Usted habla de ideología. ¿A qué se refiere?
–A la ideología en el cine. Trato de ser lo más honesto posible, y también absolutamente contradictorio. Intento filmar lo más parecido a cómo veo la vida. Algunos me criticaron porque filmo rápido y descuido ciertas cosas. Yo tengo necesidad de filmar, pero cuando se ve lo mismo en un extranjero dicen: “¡Qué bueno el fuera de foco!”. Si la película interesa, como pasó con Late..., esos mismos tipos terminan enganchando con la historia y se olvidan de cómo está hecha. Aunque parezca que no contemplo los detalles, la estética está cuidada. No tengo que explicar que el fuera de foco es a propósito. Yo puedo hacer una película en un año y con mucha plata, pero tan desprolija como ésta. No pasa por ahí.
–¿Por qué tiene convocatoria entre el público joven?
–No sé, quizás porque jamás lo busqué. No filmo para pibes ni uso el slogan “una película para gente joven”. Los pibes se enganchan porque me escuchan hablar, y a lo largo de los años repito siempre las mismas cosas. Yo soy así, en el fondo soy un pendejo. Me sorprendió la proyección de Labios... –a pesar de que se había dado muchas veces– con una sala colmada en plena crisis. Ante tanta oferta de películas chinas, les agradezco a los jóvenes que apuestan a ver mis películas. Con Late... pensé que se iban a ir, y la gente se quedó para la charla. Incluso vi gente mayor, de mi generación. Los pibes me siguen como si fuese una banda de rock...
–¿Cómo llega a las historias?
–De una manera casi intuitiva y animal. Me gustan los antihéroes. Siento un profundo respeto por ellos, no hago una apología, simplemente los muestro. Los miro, los contemplo y me meto en sus vidas, sabiendo de lo que estoy hablando. Tengo buen feeling con la gente y puedo lograrcosas. Uno es un manipulador. Late... está en un estado puro, tiene una virginidad interesante. Mis películas siempre están referidas a lo social. Les aclaro a los pibes que no soy un protagonista sino sólo un cronista. Me gustan las cosas en desuso. Muestro que no tienen cable y mueven la antena para poder agarrar un canal y si ven uno no pueden ver otro, y el Winco y la piba que le tiñe el pelo a la madre y no va a la peluquería. Me da la impresión de que en el cine argentino no hay registro de esto. La gente lo puede confundir con un documental, pero hay todo un montaje.
–¿Por qué aparece Sandro?
–Porque lo amo profundamente. Me gusta desde los 17 años. Pero confesar en esa época que a uno le gustaba Sandro era mersa. Los personajes de la película lo ven, lo admiran y forma parte del aniversario, que se pasan todo el tiempo viendo TV. La radio es la música de la película, tan cruda como las imágenes.
–¿Qué piensa del homenaje que significa una retrospectiva suya?
–Cuando Quintín me lo propuso, en el fondo no me puso muy feliz. Luego me di cuenta de que era más importante de lo que creía. Lo pensé como algo bueno. Qué ironía, que un shopping pasen mis películas. En otro momento era utópico pensar que una película en video pudiese exhibirse acá. En el catálogo hay más de 50 films en video. Estuve en todas las secciones del Festival, y creo que ésta es la culminación. Me pareció un buen marco. En el ‘94 era considerado un loquito que filmaba películas en video...
–¿Qué pasaría si ganase el premio de “Lo nuevo de lo nuevo”?
–Lo sentiría como un reconocimiento. No fantaseo con nada que pueda dolerme. Siempre fui un tipo ansioso por hacer películas, pero no ansioso en conseguir reconocimientos. Las cosas van llegando y el tiempo trata de ubicarlas en el lugar justo. Me resulta muy difícil estrenar una película porque no tengo productores. Nunca tuve acceso a subsidios, créditos, ni me han ayudado fundaciones. Estoy esperando que aparezca un productor con un poco de locura. Me gustaría que más gente pudiese ver esta película.
–¿Por qué el nombre?
–Un día estaba hablando con el viejo Galván y me dijo: “Ojalá pueda vivir muchos años más y no me falle el corazón. Cuando ese corazón deje de latir, no voy a hacer más películas de este tipo. Galván es vital, a los 83 años va y viene con su bastoncito. La rutina de colocar la radio en tal lugar y darle vuelta el cablecito para que se escuche bien, para él es importante. De eso vive. Y cuando le falte eso, se muere.

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