Mié 24.04.2002

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA A FITO PAEZ, QUE MAÑANA ESTRENA EL FILM “VIDAS PRIVADAS”

Contar el horror después del horror

El músico rodó su primer largometraje contando una historia basada en la tragedia de Edipo sólo que en el marco de la Argentina actual, en que, plantea, aún son palpables en todos los estamentos los resultados de la negación de la verdad respecto al pasado reciente.

› Por Roque Casciero

“Vidas privadas salió como una manera de decir que no me gusta esta Argentina. Pero no es que no me gusta por el corralito, no me gusta porque se silenció el horror de los muertos por el terrorismo de Estado. Hay algo profundo con lo cual no concilio y que no se trata de la dirigencia política ni de los militares, sino de nosotros. Y la película es mi forma de hacerme cargo.” Fito Páez tiene claras las razones que lo impulsaron a dejar por un rato la música y calzarse el traje de cineasta, uno de sus sueños juveniles. Su ópera prima se estrena mañana y Páez parece tan nervioso e inseguro como cuando salió por primera vez a tocar en El Círculo de Rosario. “Claro que ahora los nervios no son tan pueriles, porque me siento tocado por la historia que narro en Vidas privadas. De alguna manera, estoy opinando sobre este lugar y sobre nuestra actitud acá adentro, así que estoy jugando una carta muy fuerte. No me gusta que este lugar se haya callado tanto la boca. Cuidado: amo a mi país y estoy comprometido hasta los tuétanos con él, por eso quiero moverlo. Y para mover las cosas hay que hacer fuerza. Yo quiero que mi hijo crezca acá y que no tenga que comerse el mismo garrón del silencio opresor que nos comimos nosotros. Quiero que en la escuela le digan que a los muertos los mataron en un terrorismo de Estado, quiero que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final sean derogadas por alguien inteligente. Y para que eso pase, hay que hacer fuerza.”
La forma de hacer fuerza de Páez ha sido narrar una historia de silencios que conducen a una tragedia, en la que están presentes los secuestros y torturas de la última dictadura, las apropiaciones de menores, el suicidio y el incesto. La historia de Carmen (Cecilia Roth) y Gustavo (Gael García Bernal) entrelaza “el horror argentino” con el horror de la tragedia griega de Edipo. La idea le surgió a Páez cuando se enteró del caso de los mellizos Reggiardo-Tolosa, hijos de desaparecidos apropiados por el represor Samuel Miara que, luego de conocer su identidad, se negaron a volver con su verdaderos familiares. “Lo primero que pensé fue en un chiquito al que le robaron su destino, que está con una gente que no es su familia”, recuerda el músico y cineasta. “¿Cuál es el punto máximo de aberración al que puede llegar un ocultamiento de esa naturaleza? A que el chico se acueste con su madre. Fue como jugar a forzar mediante la ficción el punto máximo del horror. Dios quiera que no haya ocurrido en la vida real, pero han sucedido cosas terribles. Ahí apareció la idea y eso me llevó directo a Edipo. En realidad, si hay un tema moral en la película es hasta dónde puede llegar el horror de silenciar el horror.”
–Lo privado de lo que habla el título puede ser tomado, en este caso, por privacidad y por privación, porque a Carmen y a Gustavo los privaron de su futuro.
–Sí, se trata de eso. Juro que pienso en esos pibes y me conmuevo. Un solo chico que haya tenido que revisar su historia por este tema, vale que la Nación entera se mueva anímica y políticamente. Y esto es lo que no hemos hecho, salvo en el caso de las Abuelas de Plaza de Mayo, que han trabajado e investigado como unas burras. No hay oro con que pagarles, lo mismo que a las Madres. Es una tarea muy dolorosa: las cosas con las que me documenté para la película eran insoportables. El Nunca más es insoportable.
–¿Cómo apareció el título de la película?
–No lo recuerdo bien, hubo muchos en el medio. Creo que Vidas privadas se me ocurrió a mí, pero no estoy seguro, tendría que consultarlo con Alan (Pauls, coguionista). Después averiguamos que era el título de una obrita de teatro de Noel Coward; preciosa, por cierto. Como nos gustó la idea de la privación y la privacidad, lo dejamos. Nos pareció un título sugestivo.
–¿La vio gente de Abuelas, Madres o H.I.J.O.S.?
–No.
–¿Qué reacción imagina?
–No sé. No estoy preocupado por eso. Sé que la película es muy incorrecta, aunque no estoy hablando de ninguna organización sino de un hecho dramático. Y me parece que para eso no hay que pedirle permiso a nadie, ¿no? Obviamente, tengo buenas relaciones con todas esas organizaciones y en ningún momento pensé que podría generar un conflicto. Igual, la independencia a veces trae dolores de cabeza. Me acuerdo que una vez estaba en un acto de Madres en Plaza de Mayo y vino un chico a increparme, a preguntarme qué hacía ahí si yo era una estrella de rock y no sé qué cosa. Era un chico de H.I.J.O.S. Entonces me lo llevé a un costado y le dije: “Loco, a vos te mataron a tu mamá y a tu papá. Bueno, a mí también. Está bien, fue por distintos motivos, pero, ¿en qué somos diferentes? Vos y yo tenemos la misma tragedia. Y quizá yo sé más que vos sobre los alcances profundos de una tragedia, así que tranquilo conmigo”.
–Usted tardó siete años en concretar Vidas privadas. ¿Qué lo motivó tanto a contar esta historia en particular?
–Todo lo que uno hace está ligado a una cosa muy misteriosa y muy íntima. No sé por qué hago las canciones que hago, por qué me interesa este cambio de acordes y no aquél. Nunca lo sé, pero tengo una relación sensual con el material. Y, por otro lado, no puedo dejar de decir que la película es política y que es lo que quería contar en este momento, como en otro me planteé hacer un disco sobre mi ciudad e hice Circo beat.
–En el final original, Carmen no se suicidaba. ¿Por qué lo cambió?
–El otro final estaba bien escrito y se leía muy bien, pero cuando lo vi, no funcionaba. Estaba actuado maravillosamente y bien filmado, todo bien, pero no funcionaba. Preferí endurecerlo. Los productores me decían: “Le estás sacando 200 mil espectadores”. Pero, al cabo, les interesó más el otro final.
–Desde el suicidio en adelante, la película cambia de ritmo.
–De eso se trata. Eso fue lo que me pasó a mí cuando tuve una tragedia en mi vida: las cosas empiezan a acelerar de una manera diabólica. Y esas cosas uno después las pone en funcionamiento en lo que hace. Intenté transmitir cómo la vida cambia de velocidad, de percepción. Y para transmitir eso tenés que cortar, tenés que agarrar la tijera y darle vértigo. Que tampoco es tanto. Y no hay reacciones melodramáticas ni llantos: es tac, tac, tac, y punto. La historia es tan dura, tan fuerte... No podés pasarle en la cara a la gente un incesto, un suicidio. Entonces, con sobriedad, porque el hecho ya es tremendo.
–¿Cómo fue para usted filmar esta película?
–Creo que hago las cosas para aprender. Hago discos para tener experiencias y conocer gente, para contar un cuento y para aprender a hacerlos, porque nunca se termina de saber discos. ¿Cómo se hace cine? Vamos a hacerlo para aprender a hacerlo, para aprender sobre la historia de mi país, para relacionarme con actores, actrices y equipo técnico, para conocer a sus familias, saber cómo piensan, escuchar puntos de vista diferentes... Todo eso es gozoso. Por otra parte, fue muy doloroso el tema de la película. Como decía antes, el Nunca más se me hizo insoportable, no pude seguir leyéndolo. Pero era el material que tenía que poner en juego. Gozo y dolor, todo junto, como es la vida.

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