ESPECTáCULOS
› EFECTO COMPATRIOTAS
Los sobrevivientes de la medianoche
La trastienda del ciclo de Canal 7 es un recorrido bizarro y revelador.
› Por Mariano Blejman
Amparados por el testimonio silencioso de los pasillos de un canal que lo ha resistido todo, en ese andar profundo contenido por la noche, dos personajes extraños –Coco Sily y Daniel Aráoz– deambulan como si nadie les hubiese avisado que Todo por dos pesos ya terminó (como el gobierno de Duhalde y “que sea lo que Dios quiera”), y que Medios locos no se hace más, desde la primavera delarruista. Ya se fueron todos, pero estos tipos siguen ahí. Se dicen Compatriotas, y ¿alegran? las medianoches de Canal 7. Página/12 recorrió la trastienda del esbozo de programa, que aparece en la pantalla cerca de las 12.30, o a las 12.45, a veces a las 12.42. Todo depende de las ganas que tengan Marcela Pacheco y su compañero de dejar su –también simpático– noticiero. Es curioso, la Pacheco era una de las que ponía el cuerpo para aquel mítico Medios locos (con Mex Urtizberea, Adolfo Castelo y Gisela Marziotta) y ahora le funciona de antesala al programa más bizarro de la televisión argentina actual, que hace entre 2 y 3 puntos de rating cada noche: una barbaridad para el 7.
Bizarra, también, es su trastienda: Coco y Daniel ensayan en el camarín espejado junto a la actriz Mariana, que en la tele hará el papel de nenita embarazada que acompaña a su pareja –es Coco, que podría ser su abuelo–. La lleva al médico para que le intente explicar cómo sucedió el embarazo entre ellos, si el asunto es técnicamente imposible. El guión tiene algunos chistes viejos, que Coco se encarga de limpiar, y terminará diciendo que el médico es el verdadero padre de su hijo. En verdad, cualquier guión parece una buena excusa para comenzar a tirar cosas contra los decorados de Compatriotas que resisten, estoicamente, al ritmo de la cortina grabada por el propio Aráoz, que dice: “Vaga, siempre lo fuiste/ son cosas del amor”. Aráoz está por sacar su disco.
El estudio 1 de Canal 7 es una lucecita de esperanza en el medio de la niebla estatal. Casi pareciera un error, una equivocación, en esa programación llena de internas kafkianas. Y son, finalmente, los decorados de Canal 7, los pocos datos ciertos de que la televisión pública tiene alguna clase de memoria. En algún rincón del canal de Figueroa Alcorta y Tagle deben estar todavía los cartones prensados de Argentinísima que conducía Julio Maharbiz, o esa cosa rara que eran los decorados de Mirtha Legrand y sus almuerzos que ahora ha retornado como Milton Legrón (en el cuerpo cada vez más esbelto de Coco Sily) y su partenaire Aráoz, que está munido de una peluca amarilla, con su vozarrón a veces insoportable.
El negro Milton recibe a los invitados durante la noche, en la trastienda de la trastienda; llegan al programa no específicamente a hablar, ni siquiera con intención de responder. Son figurones del primer nivel como Miguel Angel Rodríguez, el Puma Goity, Pablo Rago, Fabián Vena, cualquier otro; finalmente Coco y Daniel trabajan también en tiras de alto encendido. Sily en Los Roldán, Aráoz en Los pensionados. De allí que invitarlos al programa no sea complicado. Los invitados llegan al estudio con gran deseo de estar, con ganas de tirarse pan, o floreros, aprovechando su presencia en la pequeña fiesta nacional del chivo PNT, que también les ha tocado a los Compatriotas. Los invitados se sientan en las sillas, observan cómo el negro Milton apaga las velas con su peluca (que después de 200 veces ya tiene una capa de cera en la frente). Aráoz se embala con los entrevistados y termina tirando elementos de la mesa contra el decorado. Un cuadro que se derrumba, una explosión contenida de risa.
El Puma Goity, justamente, había dicho hacía tiempo que la mejor forma de saber si un chiste funciona es mirar a los camarógrafos para ver qué les sucede. Es precisamente ese el termómetro que usa también Compatriotas, entre sus técnicos que acompañan de buena manera la trasnoche, y las implacables reidoras que están siempre ahí, sentadas, como esperando turno para ingresar al médico en un hospital público. Los técnicos, además de hacerse horas extras, reciben resabios de las picadas alimentarias que llegan para Milton Legrón.El momento más fuerte del programa, sin duda, es la sección de “Coco te ayuda”. Coco recibe un llamado telefónico de alguien que le habla de un problema familiar, que el mismo Coco intenta resolver en cámara. Puede ser una madre que no deja salir a su hija, un padre que no quiere que su hijo fume, que no le presta la bicicleta, que no le da el auto, que no quiere que traiga a su novio y ese tipo de cosas. Y si no puede resolverlo, Coco tiene una ruleta salvadora. La producción desarrolló un mecanismo-filtro para detectar cuando los casos son reales. Pero también realizan un seguimiento para saber si la resolución fue acatada. Y cuándo están flojos para ver cómo siguió la historia.
Si hay algo que caracteriza a Compatriotas es un público fiel. Un público que se queda hasta altas horas de la noche, y envía sus fotos que se ven antes de ir al corte (dan verdaderamente miedo las caras, los gestos y las actitudes de quienes aparecen junto al televisor). Y tiene uno de los archivos más bizarros de películas de terror, o historias eróticas, o desnudos, o películas basura de cualquier tipo. Porque el quid está en la intención: los que buscan decididamente ser bizarros, y aquellos que, pretendiendo ser profesionales, terminan siendo bochornosos. Compatriotas se ubica cómodamente en la primera tendencia y lo logra con creces, sobre todo al final, cuando Coco o Daniel leen el cuento de las buenas noches que desde alguna oscura oficina del 7 escribe Pedro Saborido, el guionista de tantos otros que finalmente va convirtiéndose en un personaje de sí mismo.