ESPECTáCULOS
› KIKINTEATRO EN BUENOS AIRES
Escenas para un presente difícil
El grupo teatral boliviano desembarca en el Teatro del Pueblo con tres obras que trabajan sobre mitos y realidades.
› Por Hilda Cabrera
A modo de aproximación a la sociedad boliviana de hoy, el Kíkinteatro que dirige Diego Aramburo viene presentando, en breve gira por Argentina, tres obras que anudan a la crudeza de los planteos una desgarradora rebeldía frente a situaciones sin salida. Ese cuento de amor abre el ciclo que este grupo, formado diez años atrás en Cochabamba, ofrece hoy a las 21 en el Teatro del Pueblo, de Diagonal Norte 943. Esta pieza se inspira en un relato colonial conservado en el Manchaypuytu, que atesora crónicas del Perú y de la Villa Imperial, conocida luego como Potosí. Siguen a este trabajo el estreno de Crudo (mañana y el jueves) y 4.48 Psicosis (lunes 29 y martes 30). La violencia en ciudades y suburbios es uno de los varios temas que ingresan con la segunda propuesta del ciclo. La acción de los “cogoteros” (asesinos de taxistas) es parte de una época en que contradicciones y miserias se manifiestan de forma extrema. 4.48..., de Sarah Kane, recrea el texto de “una joven dramaturga llena de inconformidades, portavoz de la problemática de su tiempo”, como apunta Aramburo, autor de las otras piezas. Nacida en Essex en 1971, Kane se suicidó en 1999, meses después de haber escrito una obra “que cala en lo más profundo del ser”, opina el director. En la escenificación de Crudo está presente la Carmen, de Próspero Mérimée, narración de 1840 que guarda un cierto aire romántico. Símbolo de la seductora, el personaje “invita a que el varón subraye su papel de macho, característico en la sociedad boliviana”, puntualiza Aramburo, en diálogo con Página/12, junto a la actriz Lía Michel. Que la mujer utilice la seducción para lograr objetivos es parte del mismo juego: “Todos los hombres son José (personaje de Carmen), porque el plan de cada uno es alcanzar poder y acomodarse”. En las obras que presenta Kíkinteatro hay una diversidad de planos interconectados: “Uno se percibe como real y los otros, como imágenes de una fantasía, un sueño, o simplemente un déjà vu.
¿Por qué fijarle un horario al misterio? Es un lugar común referirse a la hora de las brujas, a la hora del lobo (las tres de la madrugada), a la que arrebata a los suicidas... “Se dice que las 4.48 (del lugar que corresponda) es la hora en que bajan las defensas, en que el ser humano se siente realmente desprotegido”, señala Aramburo, refiriéndose a “la vívida escritura de Kane”. Cree que fue interesante presentar esta obra en Bolivia, donde la información sobre esta autora “es bastante escasa y, por lo tanto, la mirada del espectador, más pura”.
Ese cuento de amor recibió distinciones en sus numerosas giras; 4.48... fue vista, antes de su paso por Buenos Aires, en Paraná, Tandil y Córdoba; y Crudo es un estreno. Todas requieren de unos pocos elementos escenográficos, particularidad del grupo que se ajusta, además, a las restricciones económicas. “Priorizar la presencia del actor y el encuentro del espectador con el intérprete y el texto” es la apuesta central de Kíkinteatro, cuyos integrantes indagan sobre mitos presentes y pasados y sobre la conflictiva realidad actual. Así es que abrevan también en las culturas indígenas. “Los muertos tienen un peso enorme en la vida de los quechuas –observan–, una de las culturas de más gravitación en Bolivia. A los muertos se les rinde culto, y se recogen historias que suenan a veces tristísimas al ser acompañadas por instrumentos únicos.” La actriz Lía Michel y Aramburo coinciden en que “aun en los relatos más brutales se busca alguna luz”. Hasta en lo grotesco hay amor; y la muerte y el suicidio no son definitivos. ¿Cómo pensar entonces el teatro desde esa mezcla de culturas? La actriz aclara que el grupo no arma un diseño previo, sino que “los textos van saliendo sin atarse a una línea única”. El trabajo es grupal, y las obras son, en algunos casos, propuestas por más de un autor del equipo que integran, entre dramaturgistas, intérpretes y técnicos, Claudia Eid, Patricia García, Eduardo Calla, Jorge Alanis,Christian Aguirre, Daniel Larrazábal, Alejandro Marañón, Alejandra Dorado, Xavier Sarabia y Pascale Bongiovanni.
“En este momento hay tres zonas en el teatro boliviano –sintetizan–. Una es la del teatro costumbrista y popular, que tiene bastante público. Está ligado a lo que se hizo en los años ‘60 y ‘70. Por esa época surgió un teatro social con importantes autores y actores que, además, presentaban obras clásicas, de Shakespeare, Molière, Ionesco... Cuando llegó César Brie a Bolivia (Brie es un actor y director argentino formado en el Odin Teatret de Dinamarca, creado por Eugenio Barba) y trajo su propuesta de Teatro de los Andes, se generó un movimiento que tuvo gran influencia, también en nosotros, pero después nos despegamos.”
Kíkin es palabra quechua, y significa parecido, similar o mismo. En la denominación del grupo sería “parecido al teatro” o “teatro mismo”. Ni Michel ni Aramburo hablan quechua: “Lo enseñan en los colegios, pero no terminamos de aprenderlo”, aclaran. No es lo mismo entre la población campesina, donde sí se conservan esa y otras lenguas indígenas. Ese estado de cosas nutre a la compañía, de modo que sus personajes –dicen– son extraídos “de la periferia”. Una obra de 1999, estrenada años atrás en Córdoba, guardaba también esa peculiaridad. El título era Feroz, y su historia “derivación de un cuento infantil”: el de los tres cerditos y el lobo, que allí eran tres hermanas prostituidas por el propio padre, que no aparecía nunca en escena. “El mediador –cuenta Aramburo– era una especie de alfeñique, un individuo que representaba al poder, pero que en sí mismo era tremendamente frágil. A él se le había encomendado salvar el atropello de otro y casarse con una de las niñas: la embarazada.”