Jue 25.04.2002

ESPECTáCULOS  › “TITUS”, SHAKESPEARE SEGUN LA DIRECTORA JULIE TAYMOR

El sonido y la furia de Sir William

Para su primera experiencia como director de cine, Fito Páez elige una ambiciosa respiración narrativa y un tema particularmente difícil, el de las consecuencias de la dictadura militar. Por su parte, la inglesa Tilda Swinton protagoniza un “film noir” diferente, inspirado en un viejo clásico del género, mientras Anthony Hopkins juega a ser “Titus”.

› Por Luciano Monteagudo

Escrita en 1594, antes de Hamlet, Macbeth y El rey Lear, Titus Andronicus es no sólo una de las primeras tragedias de Shakespeare sino también la más feroz y sangrienta, a tal punto que algunos exegetas de su obra, como el académico Harold Bloom, han considerado sus brutalidades y excesos como una posible parodia del Bardo a las salvajes piezas de su rival y contemporáneo, Christopher Marlowe. En verdad, parece difícil pensar en un texto más gore de Shakespeare, como si todo el sonido y la furia de sus palabras hubiera sido concebido para ser llevado al cine y hacer una película de terror. No es precisamente el caso. La directora Julie Taymor, famosa en los escenarios de Broadway y Londres por sus puestas de óperas y musicales (entre ellas la celebrada versión de El rey León), hace de Titus un híbrido que solamente parece capaz de definirse en términos de “show”, de espectáculo, con toda la frivolidad que este término implica.
Los temas eternos de Shakespeare –el amor, la muerte, el poder, la lujuria– están aquí, por supuesto, pero aparecen condicionados a los efectos de puesta en escena y a los desbordes de las actuaciones, con la sola excepción de su protagonista, Anthony Hopkins. Pero su presencia es, también, un efecto, en este caso un efecto de casting. Sin duda, Hopkins está en condiciones de hacer el mejor Shakespeare posible, pero aquí, en la piel de Titus, lo que se pretende es asociarlo al célebre Dr. Hannibal The Cannibal Lecter, el siniestro antropófago de El silencio de los inocentes.
Excusas para esa asociación no faltan. Ya en el primer acto Titus, recién regresado a Roma del campo de batalla, cubierto de gloria y aún sediento de venganza, lo primero que hace es ordenar la mutilación del primogénito de Tamora (Jessica Lange), la reina de los godos, y luego echar las partes al fuego, como si se tratara de una barbacoa. Y hacia el final del quinto acto le hará comer los restos de sus otros dos hijos a la manera de un pastel de carne. Claro, entre ambos extremos Tamora también hace lo suyo, decidida a que ni uno solo de la estirpe de Titus se salve de la amputación, la tortura y la muerte. “Ahora soy un hombre solo, en una roca rodeada por un mar embravecido”, confiesa quien poco antes supo ser el gran conquistador, que tenía a toda Roma a sus pies.
Todo este grand guiñol está servido por la directora en un estilo tan intemporal como kitsch, que parece la mezcla indigesta del Fellini Satyricon con un musical de Broadway. Para ello, Taymor no se privó de contar con los más renombrados especialistas de Cinecittà –el fotógrafo Luciano Tovoli, el escenógrafo Dante Ferreti, la vestuarista Milena Canonero– que aprovechan el enorme dispendio de la producción para exhibir impúdicamente el catálogo completo de sus recursos y abalorios.

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