ESPECTáCULOS
› SMILE, LA JOYA PERDIDA DE BRIAN WILSON
La espera de 37 años
El disco maldito del ex Beach Boys, que daba vueltas sin solución desde 1967, le da la razón a su leyenda piscodélica.
› Por Roque Casciero
En diciembre de 1966, Capitol Records envió a las disquerías de Estados Unidos una gacetilla con el siguiente texto: “Smile es el nombre del nuevo álbum de los Beach Boys que será lanzado en enero de 1967; y con una tapa feliz, los sonidos realmente felices que tiene y una feliz pieza de exhibición que usted no puede perderse, estamos seguros de vender un millón de copias. En enero”. Pero la felicidad duró poco y la espera se hizo más larga. Treinta y siete años más larga. Brian Wilson, el cerebro detrás de las canciones de la banda que alguna vez había encarnado la idea del sol y la playa californianos, abandonó el proyecto que había concebido como “una ópera adolescente para Dios” y que se suponía iba a dejar al Sgt. Pepper de Los Beatles y al propio (y magistral) Pet Sounds a la altura de meros juguetitos psicodélicos.
Pero Wilson, con su mente alterada por el ácido lisérgico y los abusos de su padre, no sólo renunció a completar Smile, sino que se retiró del mundo de la música y desde entonces sólo hizo apariciones esporádicas. Al pobre Brian, depresivo crónico, le pasó de todo. Si hasta su psicólogo, el doctor Landy, se aprovechó de su fragilidad para tomar el control de sus finanzas y sus creaciones. Paradojas de la vida, mientras el músico pasaba años de zozobra, su figura crecía como mito, y bandas como R.E.M. o Weezer proclamaban la influencia de Brian Wilson. Pero tal vez lo más bizarro de todo sea que el hombre haya encontrado la fortaleza y los colaboradores necesarios como para retomar su célebre obra inconclusa, que la haya lanzado hace un mes, y que treinta y siete años más tarde haya que sacarse el sombrero ante Smile, un álbum deslumbrante por donde se lo escuche, con una clase de psicodelia que no tiene parangón.
Las historias sobre la grabación original de Smile hablan de que Wilson obligó a los músicos de sesión (que usaba mientras los Beach Boys salían incesantemente de gira) a ponerse cascos de bombero o a masticar vegetales para grabar el ruido en la canción Vege-tables, que mandó a volcar ocho camiones de arena debajo de su piano para inspirarse, que grababa desde la pileta de natación y que en un arranque de paranoia destruyó el master de una canción porque creyó que era responsable de los temblores que azotaron California durante los últimos meses de 1966. Más que las excentricidades típicas de un rockero, todas esas anécdotas reflejan el estado de un hombre a punto de perder la cordura. Que fue lo que sucedió, ni más ni menos. Mientras Brian se encerraba sobre sí mismo y se negaba a abandonar su cama, cinco canciones pensadas para el proyecto, entre ellas la impresionante Good vibrations, fueron a parar al siguiente álbum de los Beach Boys, que se llamó Smiley Smile. Durante años, fans y periodistas especularon con la forma que habría tenido Smile si Brian lo hubiera terminado: de ahí, decenas de notas y varias versiones pirata que nunca tuvieron el sabor de la certeza.
Y, aunque en realidad siempre habrá lugar para las dudas (referidas al pasado), el milagro llegó con el nuevo siglo: un Brian Wilson visiblemente recuperado, aunque todavía frágil, hizo una gira exitosa con la reconstrucción en vivo de Pet Sounds y eso lo animó a completar Smile. Enseguida se juntó con su viejo colaborador Van Dyke Parks, quien escribió las letras originales, para tratar de recordar cómo era aquella sinfonía para Dios. Pero la ayuda fundamental fue la de Darian Sahanaja (Wondermints), tecladista, corista y “secretaria musical” de Wilson: se nota su mano para sostener al genio volátil de su ídolo y líder de banda. El Smile 2004 fue regrabado por completo, tal vez para evitar problemas con Mike Love, que todavía lleva adelante una pobre versión de los Beach Boys. Por eso sorprende escuchar la voz añeja de Wilson, que ya tiene 62 años, cantando desde la perspectiva de un adolescente. Se trata de tres suites (Americana, Innocence y Elements) con motivos musicales que se retoman y disparan en direcciones diferentes, con canciones bañadas de una psicodelia rebuscada y madura. Un paso más allá de Pet Sounds, aunque haya tardado tanto. Por eso, Brian Wilson puede volver a sonreír: ha logrado completar su obra cumbre.