ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A CARLA PETERSON Y MARIANA PROÖMMELE
“El éxito es la excepción en la carrera artística”
Las actrices acaban de reponer en la cartelera porteña ¿Quién es Janet?, una obra en la que, con humor, hacen referencia al mundo del espectáculo a través de dos personajes en decadencia.
› Por Emanuel Respighi
Ellas saben muy bien que en el imaginario social son reconocidas como las “dos locas lindas de la TV”. A partir de la Bridgite de Son amores y la Dulcinea de Los Roldán, el público asocia sus nombres (o sus caras) con el humor delirante que les permitió ganarse su lugarcito en la TV, siempre dispuestas a combatir la idea de que los papeles secundarios son “de relleno”. Pese a desempeñarse en otras obras y otros ámbitos, Carla Peterson y Mariana Proömmel no tienen temor a que se las encasille como actrices de comedia. “Está bueno que nos reconozcan por un determinado tipo de personajes, porque cuando piensen en qué actriz puede interpretar a alguna ‘loquita’ allí estaremos nosotras: ¡tenemos trabajo asegurado de por vida!”, bromean, recostadas sobre el césped de los bosques de Palermo en un mediodía caluroso.
Amigas desde hace casi una década, luego de haber compartido durante dos años las grabaciones de Verano del ’98, las muchachas que supieron darles roles protagónicos a sus personajes secundarios están contentas. No es para menos: las actrices acaban de reponer en la cartelera porteña ¿Quién es Janet?, la obra creada por Peterson y Proömmel junto a Claudia Fontán, en el rol de directora. La obra, que se presenta todos los viernes y sábados a la 0.30 en el Teatro Concert (Corrientes 1218), cuenta la vida profesional y privada de las hermanas Martins, dos pseudodivas de los ’80 venidas a menos y dispuestas a hacer cualquier cosa con tal de conservar las luces de las cámaras y los flashes de los paparazzi. “Es una obra melodramática en clave humorística”, señala Proömmel.
Combinando el teatro con el soporte audiovisual, en ¿Quién es Janet? participan Rita Cortese, Claudia Lapacó, Damián Dreizick, Pablo Ribot y Elizabeth Vernaci, quienes aportan personajes a través de la pantalla de video. “La obra cuenta la vida de las hermanas Martins en distintos planos”, explica Peterson. “En escena se relata el presente, mientras que en el video se da cuenta del pasado y el futuro, siguiendo el derrotero que van sufriendo estas hermanas que alguna vez fueron algo.” Proömmel señala que, en realidad, la obra se abre a un tema que excede la vida de las protagonistas: “A partir de estos dos personajes en decadencia, lo que hacemos es contar las cosas por las que pasan las estrellas del espectáculo. Las Martins están para atrás, pero siguen adelante. En definitiva, lo que la obra cuenta es la manera en que las estrellas tienen cierta tendencia a sostener lo insostenible: se resisten al paso del tiempo”.
–¿La obra es una parodia del mundo del espectáculo y las divas?
Mariana Proömmel: –Depende de cómo se la mire. Es una historia de dos chicas que cuenta lo que a muchos artistas de este país les pudo haber pasado o les va a pasar en algún momento...
Carla Peterson: –Claro, la vida del artista es cambiante. Hay muchas cosas que pasan en la obra que nos ocurrieron, nos están pasando o nos pasarán.
–¿Por ejemplo?
C. P.: –Un día llegamos a hacer la función al teatro y nos encontramos con que estaba cerrado. Esperamos las dos como idiotas con las valijitas en la puerta sin entender nada, hasta que llamamos al dueño y nos explicó que estaba clausurado... Y nos tuvimos que ir y buscar otra sala. A las hermanas Martins les pasa algo de esto. Están intentando todo el día estar en el jet set...
M. P.: –Arman muchos escándalos y quilombos con los dueños de los teatros creyéndose estrellas cuando, en realidad, están en una decadencia sin retorno...
–Algo que habitualmente sucede en el mundo del espectáculo. Muchos hacen cualquier cosa para mantenerse en el medio...
M. P.: –Por el respeto que le tengo a la profesión y el sacrificio que hice estudiando durante años, yo espero no tener que llegar a la situación de conducir un programa pedorro para sobrevivir. Hubo épocas en que no tenía laburo, pero me puse a tejer para afuera, o hice bijouterie... Todos debemos trabajar para comer, pero uno tiene que tener límites de hasta dónde está dispuesto a transar o no. La posibilidad de laburar de otra cosa está. Esta profesión es muy inestable. Los papelones ya los hice antes, espero no hacerlos ahora (risas).
C. P.: –Hay gente que hace campañas de prensa buscando trabajo a partir de chimentos o escándalos, por fuera de lo artístico. Hay gente que mezcla todo: la cama se mezcla con el trabajo y el trabajo con la cama.
–La obra habla de la relación de las estrellas con la fama. ¿Cómo se llevan ustedes con la alta exposición televisiva?
M. P.: –Actuar es mi trabajo y soy consciente de que la vida no se me tiene que ir en mi trabajo. Porque si tu vida es el trabajo, cuando te quedaste sin trabajo te quedaste también sin vida. Con el fenómeno de Los Roldán yo traté de mantenerme siempre ubicada, sabiendo que la fama es repentina y efímera. Hoy nos piden autógrafos y mañana nos tiran el auto encima...
C. P.: –La carrera de un actor se define por momentos. Cuando trabajé en Montaña rusa nos tenían que llevar con seguridad y en una combi de vidrios empañados a las puertas del teatro para separarnos de los cientos de adolescentes que se amuchaban a esperarnos. Y hoy nadie sabe que alguna vez hice Montaña rusa. El mundo del espectáculo es carnicero: hoy servís, mañana no, y así sucesivamente.
M. P.: –Cuando empecé en la TV, si en dos capítulos no aparecía ya la gente me reconocía menos. La fama es tan efímera como eso. Creértela no te sirve artísticamente porque mata tu parte creativa.
C. P.: –Hay que tener muy en claro que la mayoría de los trabajos de un actor en televisión andan o anduvieron mal. El éxito es la excepción en la carrera de un actor.
–¿Creen que la gente las va a ver por el espectáculo en sí o por la masividad que alcanzaron a partir de sus trabajos en TV?
M. P.: –Yo no sé qué porcentaje habrá en uno y otro rubro. Supongo que en algún punto influye: si les gusta nuestro laburo en TV, puede que haya más posibilidades de que vengan a vernos al teatro.
C. P.: –“A mí esas dos chicas me hacen divertir”, “Están en el teatro, ¿vamos a verlas?”. Pasa eso. Si no nos vieron en algún lado, ¿por qué te van a ir a ver? Encima, Buenos Aires está lleno de ofertas teatrales muy buenas.
M. P.: –Igual, está bueno hacer teatro en verano en Buenos Aires. Creo que la gente viene a ver la obra por una simple razón: ¡la sala tiene aire acondicionado! La gente no está por nosotras, sino que viene a refrescarse.
C. P.: –En vez de “¡comiquísima!”, hay que poner en los afiches “¡Sala refrigerada!”, o “¡Acondicionada al taco!” (risas).