ESPECTáCULOS
› UN SANTA NO TAN SANTO, PRODUCIDA POR LOS HERMANOS COEN
El mejor sabotaje navideño
Con inevitable destino de película maldita, Un Santa..., dirigida por Terry Zwygoff, presenta a un cínico y malhablado Papá Noel de shopping, acompañado por personajes no menos freaks.
› Por Martín Pérez
“Soy la prueba viviente de que Santa Claus no existe”, dice Willie, y es difícil no estar de acuerdo con él. Totalmente borracho, manteniéndose a duras penas sentado mientras una larga fila de niños pasa por su regazo para pedir sus deseos, e incluso meándose encima en su traje rojo cuando la vejiga no da abasto de tanto alcohol y no hay forma (ni ganas) de ir al baño, el Papá Noel de shopping que interpreta Willie resulta curiosamente a la altura del patetismo de semejante trabajo. Algo que Willie parece encarnar como una especie de Cristo cretino, crucificándose en su cinismo para pagar por los pecados de la entusiasta ingenuidad ajena. No en vano cuando una madre amenaza con presentar una queja por tratar mal a su hijo (el crío pretendió saludar a Santa cuando éste estaba en su pausa de almorzar, cosa que le fue reprochada de la manera más directa posible), Willie le responde: “¿Así que cree que puede hacer que mi vida sea peor? Adelante, inténtelo”.
Vaya uno a saber qué fue lo primero, si la abulia vital de Willie o su trabajo de Papá Noel, pero lo cierto es que lo del traje, las botas y la barba no es pura vocación. Ni siquiera un simple trabajo. Porque, para empezar, Willie no está solo cuidando los renos, sino que su compinche es un enano tan malhablado como él, que hace las veces de duende. Pero su sociedad no existe para desear una Feliz Navidad ajena, sino para que ambos disfruten durante el resto del año. Porque Willie y Marcus se dedican realmente a desvalijar shoppings por toda la nación durante cada fin de año. El cerebro del asunto, en realidad, es el enano. Junto con su esposa (que hace una cuidadosa lista de robos para cada shopping), se encarga de planificar cada operación y ubicar a Willie donde sea que haya dilapidado sus ganancias en borracheras. Porque, es cierto, además de ser el Papá Noel de su duende enano, Willie es el especialista del dúo en cajas fuertes. Pero, en realidad, a lo único que se dedica en la vida es a lo que ellos llaman las 3 B: Booze, Bullshit y Butt-fucking. O sea: alcohol, boludeces y sexo anal.
Con un humor cretino que deriva entre el color negro y el negrísimo, Un Santa no tan santo es poco menos que un decidido sabotaje navideño, que lamentablemente aparece en la cartelera porteña algo fuera de época. Su inevitable destino de película maldita no hace más que confirmar la oscura estrella de su director, Terry Zwygoff, cuyas más que recomendables anteriores opus películas –el documental Crumb (1995) y su adaptación del comic de Daniel Clowes, Ghost World (2001)– no sólo jamás tuvieron un estreno comercial local, sino que incluso no han sido editadas en video. Apenas si las han exhibido por cable, aquí y allá. Producida nada menos que por los hermanos Coen, Un Santa no tan santo funciona gracias a su cinismo destilado en plena época navideña, al interminable desfile de personajes secundarios que terminarán siendo el motor de la trama y, principalmente, a la convicción con la que Billy Bob Thornton se entrega a la personificación de este Santa bizarro y terminal, que funciona como imán de toda clase de desclasados.
“Cogeme, Santa”, grita Sue, una encantadora camarera con cierto fetichismo sexual hacia Santa Claus (encarnada por una de las protagonistas de la serie Gilmore Girls, Lauren Graham), al punto de que exige que el acto sexual sea con la falsa barba y el gorro rojo bien puesto. Pero el freak más importante atraído por la estrella oscura de Willie es Thurman, un mocoso que vive solo con una abuela ausente y borracha, que se obsesiona con Santa al punto de llevárselo a vivir a su casa. Como bien escribió Dennis Lim en el Village Voice, esta relación pone a la película a medio camino entre Big Daddy, de Adam Sandler, y El verano de Kikujiro, de Takeshi Kitano. “Sé perfectamente que hay un mundo de hombres y otro de niños”, dice el gran censor de la película, el encargado del shopping de Phoenix que contrata a Willie y Marcus, pero realmente no cree en eso. Ni tampoco Zwygoff, que pone a Willie y Thurman a vivir en el mismo mundo, una increíble relación que –como en Un gran chico, la comedia basada en el libro de Nick Hornby– terminará redimiendo al adulto y mejorándole la vida al pequeño.
Con un final feliz presumiblemente producto de la insistencia del estudio y responsabilidad de un ejército de guionistas, Un Santa no tan santo sin embargo termina funcionando como una suerte de extrema versión de Un cuento de Navidad. Claro que semejante final, lejos de justificar las crueldades previas, es la coartada para que Zwygoff despliegue semejante hilarante y extrema visión nihilista, llena de alcohol, boludeces y referencias al sexo anal. Las 3 B de Willie, ni más ni menos. Su receta personal para atravesar el recurrente infierno navideño.