Jue 27.01.2005

ESPECTáCULOS  › CLOSER, LLEVADOS POR EL DESEO, CON JULIA
ROBERTS, JUDE LAW, NATALIE PORTMAN Y CLIVE OWEN

Una ronda de sexo (literalmente) oral

Celebrada como la película adulta de un Hollywood cada vez más adolescente, Closer tiene algunas de las grandes estrellas del cine actual llenándose la boca con diálogos de explícitas precisiones sexuales.

› Por Martín Pérez

Chico conoce chica. Así es como se puede resumir el argumento de las mejores y las peores películas de la historia del cine. Y así es como comienza Closer, con un tema de Damien Rice como fondo y dos desconocidos avanzando en cámara lenta el uno hacia el otro por las calles de Londres. Un típico caso de chico conoce chica, sin dudas. Pero la película de Mike Nichols no se queda allí, sino que después el chico conoce a otra chica. Más tarde esta otra chica conoce a otro chico. Y por último, este nuevo chico conoce a la chica original. Pero una vez realizadas las presentaciones, la historia de Patrick Marber recién está lista para comenzar. Porque Closer está basada en una obra teatral para cuatro personajes, y si en otra clase de película semejante recorrido entre sus personajes hubiese alcanzado para completar su historia, aquí lo que importa no es el recorrido sino todas y cada una de las llegadas a la meta. Cada una de esas escenas terminales en las que sus protagonistas se confiesan, o mienten descaradamente, y cambian el curso de sus vidas. Pero sólo hasta el próximo encuentro.
Articulada alrededor de las historias de dos parejas, intercambiables entre sí en algún punto de la trama, Closer comienza con el encuentro callejero y fortuito entre Dan, un resignado escritor de necrológicas (“La Siberia del periodismo”, explica), y una joven llamada Alice, recién llegada a Londres luego de ser desnudista profesional en Nueva York. “Hola extraño”, es lo primero que le dirá ella al despertar en sus brazos después de ser atropellada por un taxi. Años más tarde, después de haber escrito su primera novela contando la vida de Alice, Dan será fotografiado (y besado) por Anna, que lo dejará de lado al enterarse de que Alice es su pareja. Un despechado Dan hará de obsceno e involuntario cupido entre Anna y Larry, un dermatólogo que no sabe de sutilezas, y así está presentado el elenco de una obra construida alrededor de diálogos sobre sexo, amor, mentiras y, antes que nada, los juegos de poder que semejantes diálogos no dejan de disparar.
Atractiva mientras va presentando su particular lenguaje narrativo y algo recurrente una vez que queda claro el mecanismo de su trama, la elección de los protagonistas de una obra tan endogámica como Closer es clave en su resultado final. Bajo las órdenes del veterano Nichols, que ha pasado a la historia del cine por otras adaptaciones del estilo como ¿Quién teme a Virginia Woolf?, Jude Law encarna a ese casanova inmaduro que resulta ser Dan, Natalie Portman es la indefensa y al mismo tiempo blindada Alice, Julia Roberts es la romántica Anna y Clive Owen (que encarnó en alguna puesta londinense de la obra el personaje de Dan) es el decidido y ganador Larry. Celebrada como la atrevida película adulta de un Hollywood cada vez más adolescente, uno de los atractivos voyeuristas de Closer es el de poder ver a algunas de las grandes estrellas del cine actual llenándose la boca con diálogos que no suelen tener en sus megraproducciones, con explícitas precisiones sexuales referidas al sexo oral, por ejemplo. O al sexo a secas. Se habla de todo en Closer, pero se muestra poco. Y eso es parte del lenguaje de la película de Nichols, que ha hecho un buen trabajo en la puesta en escena de una obra que termina siendo terriblemente claustrofóbica y, como no podía ser de otra manera, esclava de sus propias palabras.
Autor de un hermoso cuento sobre la iniciación sexual de dos jóvenes punk (titulado Steve Shelley) compilado por Nick Hornby en el volumen Hablando con el ángel, Marber es un dramaturgo muy hábil para los diálogos filosos, y los intercambios entre sus protagonistas se suceden rápidos y cortantes, como en un policial negro. Estrenada en Londres en la segunda mitad de la década del noventa, Closer es una obra sobre la futilidad de la verdad en el romance y el triunfo final del determinismo por sobre las indefiniciones, una película que compila todos los tópicos de las historias de amor despechadas y los destila hasta vaciar de sentido cada una de sus excusas preferidas. Si bien resulta fascinante mientras va desplegando sus armas narrativas (e interpretativas), no deja de ser decepcionante descubrir con el correr del metraje que no hay dónde cortar más profundo en su historia de supervivencia del más apto. Tal como se queja Alice al asistir a la muestra de fotos de Anna en la que cuelga su retrato en lágrimas, Closer no deja de terminar siendo una película tan condescendiente con su espectador como esa exposición de miserias ajenas cuyo único objetivo es hacer sentir bien consigo misma a la clase ilustrada que concurre a visitarla.

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